Epidemia invisible

El abuso sexual infantil sigue siendo uno de los problemas más graves y más ocultos en el país. Un grupo de pediatras pretende develarlo.

30 de julio de 2001

Cuando un niño es golpeado o abusado sexualmente en Colombia no existe una guía exacta para los médicos sobre lo que se debe hacer. Muchas veces la historia clínica queda incompleta o se llena con letra ilegible, lo cual demora el trámite legal debido a que los fiscales no comprenden el diagnóstico médico. En otros casos los pacientes son tratados con la misma actitud que merecería un caso de gripa, cuando lo ideal sería que tuvieran una atención especial: más tiempo, más cariño y paciencia. También es frecuente observar que pruebas importantes como ropa manchada de semen o sangre, que son piezas cruciales en la investigación, se pierden o se lavan por falta de conocimiento por parte de los afectados. Para completar, los médicos no tienen en cuenta si la víctima está en su período fértil y no toman las medidas preventivas para descartar la posibilidad de un embarazo no deseado.

Pero todo lo anterior está a punto de cambiar. Un grupo de pediatras, entre quienes se encuentran Mauricio Ocampo, Carlos Alberto Montoya, Viviana Villa y Patricia Betancur, validaron un modelo de historia clínica para este tipo de casos que busca lograr un mejor diagnóstico y conocer más a fondo esta problemática. El estudio mereció el premio a ‘Mejor Proyecto de Investigación’ que otorgó la Sociedad Colombiana de Pediatría el fin de semana pasado. En menos de un mes este grupo estará poniendo en práctica este protocolo en cuatro poblaciones de Caldas. “Si podemos comprobar que fue útil hablaremos con el Ministerio de Salud para poderlo aplicar en todo el país”, afirma Montoya.

En Colombia el 30 por ciento de la violencia está relacionada con el conflicto armado. El 70 por ciento restante tiene que ver con la violencia intrafamiliar, una condición que se perpetúa por las dificultades que existen para conocerla a fondo y, por ende, para tratarla. Dentro de esta condición está el maltrato infantil. Según la más reciente encuesta de Profamilia el 47 por ciento de los niños son golpeados y el 72 sufren de abusos verbales. También son víctimas de abuso sexual. Se calcula que el 70 por ciento de los agresores son personas cercanas al niño.

El abuso no sólo implica penetración sino muchas otras situaciones, como tocarlos u obligarlos a asumir conductas sexuales. Todo esto tiene un impacto inconmensurable para los infantes. Por un lado están las lesiones físicas que pueden originar problemas de salud graves de por vida debido a la transmisión de enfermedades como la sífilis, la hepatitis B o el sida. Pero las sicológicas son tanto o aún más graves desarrollan el síndrome de estrés postraumático, trastornos de la personalidad, depresión, intentos de suicidio, agresividad y problemas de disfunción sexual severos. “Es muy probable que cuando sean adultos también incurran en estas prácticas”, dice Montoya.

Con esta nueva historia clínica se espera que los niños estén mejor diagnosticados, atendidos y recolectar mejores pruebas médico-forenses que ayuden a conocer más rápidamente la identidad del agresor.

El trabajo de estos pediatras no termina allí. En Manizales, Montoya estableció una red de prevención y junto con la Sociedad Colombiana de Pediatría ha estado comprometido con la cruzada del buen trato para evitar todo tipo de maltrato, incluyendo el abuso sexual. No sólo ofrece charlas a los niños sobre cómo querer y cuidar el cuerpo sino también se ponen en marcha programas muy puntuales para establecer un vínculo afectivo entre madre e hijo desde muy temprano. “Está estudiado que el primer contacto —cuando el niño nace y se le pone en el pecho a la madre— es clave”, dice Montoya. Esa primera mirada, según los científicos, calma tanto a la madre como al hijo, hace contraer el útero y en cierta medida es un mecanismo de protección que favorecerá una relación afectiva sana entre los dos.

Montoya y su equipo cuentan con un grupo interdisciplinario con sicóloga, siquiatra y trabajadora social para darle apoyo al niño después del crimen. El grupo está entrenado para atender cada aspecto, desde lo físico hasta lo mental, “con todo el amor, la paciencia y el tiempo que se necesite”. Pero este servicio es limitado en el país, lo cual deja a la deriva el proceso de rehabilitación de los pequeños. La meta es que día a día los niños estén más protegidos, que vivan una infancia feliz y para eso se necesitan adultos comprometidos.