Douglas y Annie Brown, autores del libro ‘Just do it’, en el que relatan la aventura que salvó su matrimonio

Pareja

Esta noche también

Una pareja se dedicó a hacer el amor durante 101 días. El resultado no fue sólo una mejora en su matrimonio, sino un libro que se vende como arroz.

19 de julio de 2008

Para algunos, el sexo y el matrimonio no se la llevan bien. Y si se añade el ingrediente hijos, la cosa se pone aun peor. Para muchos casados, la sexualidad apasionada hace parte del pasado, de esos días de aventura en que había que saltar toda suerte de obstáculos para estar con la persona amada. "Aprovechábamos cualquier momento en que nos dejaban solitos", recuerda Gloria. Cuando se casan y llegan los hijos, ese sentido de aventura cede ante la rutina, la crianza, las cuentas, los reclamos, el estrés. "El cansancio es tal que, irónicamente, uno prefiere ver 'Sex and the City' a hacer el amor en la casa", añade esta economista, casada hace 10 años.

Y no es una simple percepción. Un estudio realizado por el Instituto Kinsey encontró que el 42 por ciento de las mujeres solteras de Estados Unidos tiene relaciones dos o tres días a la semana, mientras que esta cifra sólo aplica para una de cada tres casadas. Otro trabajo sobre comportamiento sexual de la universidad de Chicago encontró que una pareja de casados hacía el amor en promedio 66 veces al año, mientras la frecuencia para los jóvenes de entre 18 y 29 años era de 84 veces. La situación es tan evidente, que en algunas partes del mundo han establecido el Club de los 100 días, un gremio no oficial integrado por hombres que no han tenido relaciones sexuales con su pareja durante ese lapso.

Douglas y Annie Brown, casados durante 11 años, estaban empezando a vivir esa dura realidad. "El sexo fenomenal había decorado la primera mitad de nuestra relación, pero la calidad de los encuentros y su cantidad habían declinado", dice Doug, periodista del Denver Post. Decidieron hacer su propio club, pero con una filosofía opuesta al otro: tener relaciones sexuales a diario durante ese tiempo. Al final de la aventura escribieron el libro Just do it (Hazlo), que relata la experiencia de esta pareja para evitar caer en esas tristes estadísticas.

La propuesta surgió luego de un viaje en el que Doug oyó incrédulo hablar del club mencionado y aterrado, le comentó a Annie que nunca quería pertenecer a él. Al hacer un análisis se dieron cuenta de que su situación no era tan dramática, pues a pesar de la crianza de sus dos hijos y de los problemas económicos propios de una pareja joven, nunca habían llegado a una abstinencia tan prolongada. Pero sí advirtieron que su faceta de amantes despreocupados y fogosos le había dado paso en los últimos siete años a otra muy diferente: la de padres. Los niños ahora eran el centro de su vida y había menos espacios para esos momentos románticos debido al cansancio que les generaban sus actividades. Con frecuencia, luego de un día de trabajo, todo el contacto físico que tenían era un "besito de buenas noches". Fue entonces cuando a Annie se le ocurrió hacer su experimento: "tengamos relaciones por 100 días consecutivos", le dijo. Y Doug aceptó.

Lo primero que hicieron fue apagar el televisor y darle a la habitación un toque más romántico; vieron videos porno juntos por primera vez y exploraron los sex shops. Si Doug tenía que viajar por razones de trabajo, Anne lo acompañaba. Fue así como terminaron haciéndolo en la cima de una montaña, en hoteles lujosos, en otros baratos, en un centro de meditación y sobre la nieve, todo esto para evitar caer en la monotonía. No había excusas. Ni siquiera el día en que Doug tuvo vértigo.

"Fue agotador", dice Doug, tanto, que una vez cumplieron la meta se dieron un mes de descanso. Pero valió la pena. En el libro, Brown asegura que la cercanía física durante la maratón los llevó a experimentar una mayor cercanía emocional y a involucrarse más en la vida del otro. "Ahora nos tocamos y nos abrazamos más", dice Doug. Sus encuentros sexuales se volvieron más frecuentes y significativos

La experiencia de los Brown resume lo que recomiendan sexólogos y los terapeutas de pareja a quienes tienen un matrimonio con una baja sexualidad. "Lo que ellos hicieron fue sintonizarse en el tema", dice la sicóloga Martha Lucía Palacios. Destaca que tuvieron el cuidado de no caer en rutinas para no matar la pasión y le dieron espacio y tiempo al tema. En su consulta diaria, la sexóloga Palacios ha visto parejas que llevan siete años sin tener relaciones sexuales entre ellos y "lo que uno encuentra es una cotidianidad pobremente erótica -señala-. No hablan de sexo, no hay espacio para eso, ni para la seducción o el romance".

El error de los casados, según el sexólogo Leonardo Romero, es creer que el matrimonio "garantizará las ganas", dice. Para él, la convivencia genera una interacción negativa que repercute en la sexualidad. Muchos se habitúan a una baja frecuencia sexual, lo que a su vez disminuye la motivación. En ese escenario no es absurdo que el cansancio o el sueño se vuelvan una excusa. La estrategia de los Brown rompió con ese hábito. El sexo se convirtió en una prioridad gracias a un cambio en la actitud mental de ambos.

Sin embargo, los expertos advierten que no se puede recomendar esta experiencia a todas las parejas, pues cada una tiene necesidades diferentes. Con él coincide Lois Braverman, presidenta del Instituto Ackerman para la Familia, quien asegura que no hay una frecuencia estándar por la que se deban regir los casados. "A algunos les gusta una vez a la semana, a otros, dos veces al mes", dice. Los problemas, según Romero, surgen cuando hay una incompatibilidad, es decir, "uno quiere más actividad sexual en su vida que el otro".

Los Brown ahora hacen el amor seis veces al mes, lo cual representa el doble de la frecuencia con que lo hacían antes de comenzar su aventura. Lo interesante es que el hecho de estar abiertos al tema hizo que los encuentros surgieran de manera más espontánea y no con actitudes poco agradables que hacen parecer la sexualidad una obligación. Como por ejemplo simplemente tocar el hombro del otro y preguntarle "¿le hacemos o qué?" Y aunque algunos expertos recomiendan a otras parejas emocional y sexualmente sanas seguir su ejemplo, Doug dice que no hace falta hacer el amor seguido durante 100 días, pues, como él mismo asegura, "no se necesita escalar el monte Everest para entender lo que es un paisaje sublime".