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Eternos adolescentes

Un nuevo 'best seller' gringo denuncia que los hombres no están madurando al mismo ritmo de las mujeres.

26 de febrero de 2011

Todo el mundo sabe que las mujeres maduran mucho más temprano que los hombres. Pero un nuevo libro asegura que, tal y como están las cosas en este momento en las sociedades occidentales, es muy probable que ellos nunca logren crecer. En Manning up, lo que traduciría algo así como 'Volverse hombre', Kay Hymowitz, investigadora del Manhattan Institute for Policy Research, afirma que la aparición de las mujeres en el campo laboral ha hecho que ellos prolonguen su adolescencia indefinidamente. Son tipos entre 25 y 35 años que se divierten en las noches jugando PlayStation con sus amigos, que tienen pósteres de Star Wars en su cuarto, que van al trabajo en bicicleta y que no quieren compromisos sentimentales porque están 'casados' con su carrera. "Viven en un limbo entre la adolescencia y la edad adulta". Y aunque algunos han sucumbido al matrimonio, no necesariamente su estado civil los vacuna contra la inmadurez.
 
A este limbo ella le llama preadultez, y asegura que la presencia de esta nueva etapa en la vida de las personas está marcando un hito demográfico en Occidente, tal y como lo hizo a comienzos del siglo XX la introducción del término adolescencia, con el que se llamó al fenómeno social de la extensión de la niñez.

No hay duda de que el preadulto sufre el síndrome de Peter Pan, un fenómeno del que se viene hablando desde hace dos décadas. También está claro que de esta situación no se escapa ninguno de los dos sexos. Pero lo novedoso es que, según la autora, entre los preadultos las mujeres hoy llevan la delantera. Ellas son mayoría en las universidades, acumulan mejores promedios, viven más experiencias extracurriculares, tienen mayor confianza en sí mismas y más planes para su futuro. En contraste, los hombres son burdos, se rigen por la ley del menor esfuerzo y tienen poco interés en madurar. "Es una inversión radical de la jerarquía de los sexos -dice-. Uno es flojo, crudo e inmaduro y el otro es inteligente, ambicioso y sólido".

Aunque la autora aclara que no todos son así, para ella hay una preocupante cifra de hombres que están desubicados por esa incursión de las mujeres en el campo laboral y por su determinación en alcanzar una carrera. Dicha situación está acelerando la aparición de muchos más Peter Pan en el sexo opuesto. "El hombre preadulto es como un actor en un drama en el que él solo sabe lo que no debe decir", dice. Agrega que además de competir en un mercado laboral difícil, no puede ser muy mandón ni muy seguro; debe ser sensible, pero no muy paternalista y ser inteligente, pero no arrogante. Sus amigos y consejeros son gente como él, que están en lista de espera para entrar a la edad adulta pero, paradójicamente, viven a gusto en ese limbo.

Aunque muchos explican que el alargue de la adolescencia se debe a que los hombres encuentran más placentero vivir en el 'hotel mamá' que salir a afrontar responsabilidades de la vida, Hymowitz revela que en realidad los preadultos existen debido a cambios profundos en la economía. La primera de estas transformaciones es la idea de que la educación universitaria es crucial para lograr cierta estabilidad económica. El eslogan de la economía del conocimiento, como ella la llama, es que "los buenos puestos son para aquellos que tienen diplomas". Pero obtenerlos lleva tiempo, a veces toda una década, según la carrera. Y así como la adolescencia, la preadultez es un fenómeno de las clases pudientes en las sociedades occidentales. Muchos de ellos, incluso, se van de la casa y viven solos porque tienen recursos para hacerlo.

Y una vez tienen los títulos necesarios para surgir, los preadultos se enfrentan a otro cambio, que es el camino por el mercado laboral, el cual hoy es más laberíntico que antes debido a que la revolución digital ha creado muchos nuevos puestos, creativos y glamorosos, pero también muy competidos. Un estratega de comunicaciones, un microbiólogo genetista, un administrador de capital humano, un desarrollador de aplicaciones o un consultor ambiental, entre otros, no se hacen así no más, sino que requieren de mucha movilización del preadulto entre la universidad y las empresas. "Este grupo trabaja, vuelve a estudiar, viaja, regresa a la fuerza laboral para lograr la satisfacción en su vida profesional. No solo buscan un puesto, sino una carrera", dice Hymowitz. En ese contexto, casarse y tener hijos, que eran los hitos que marcaban el ingreso a la edad adulta, hoy están fuera del panorama de los preadultos, quienes aun a los 30 años todavía se están preguntando qué quieren hacer con su vida.

Lo anterior lleva a otro cambio y es que el guion que los hombres tenían que seguir se ha borrado por completo. En 1970, ellos tenían claro que iban al colegio, luego a la universidad y después se casaban, conseguían un puesto en una empresa, tenían hijos y envejecían. Ese camino los llevaría a la madurez tarde o temprano. Hoy, dice Hymowitz, los preadultos no saben cuál es el próximo paso que hay que dar, sino que cada uno escribe su propio guion, en el que pueden incluir o no casarse y tener hijos. En este nuevo escenario, los hombres preadultos tienen más posibilidades de conocer parejas, lo que a veces lleva a buscar tanto que nunca terminan por definirse del todo por una en especial. Esta falta de guion ha desubicado a los hombres sobre su rol social. El papel antiguo del macho proveedor y protector de la mujer y sus hijos ya no es necesario en el contexto de las mujeres autosuficientes.

En los departamentos de mercadeo de todas las compañías los adoran porque encontraron un segmento de consumo interesante. La cultura de revistas, películas y videojuegos existe gracias a ellos y les está ayudando a promover su estilo de vida descomplicado y sin compromisos. La autora pone como ejemplo la revista Maxim, que es la Playboy de los preadultos. Con artículos tipo 'Cómo hacer que su novia piense que la muerte del gato fue un accidente' o '20 personas con las que odiaríamos tener una cita', los hombres de treinta y tantos ya no se sienten solos. Las películas de Adam Sandler, una de las estrellas más exitosas de Hollywood, están hechas en su mayoría para complacer a la audiencia de hombres preadultos. Lo mismo sucede con series de dibujos animados como South Park, que son exitosas gracias a ellos. Y ni hablar de las consolas de video, que hoy son su mejor estrategia de entretenimiento.

Mientras todo esto sucede, las mujeres preadultas están ocupadas con su profesión y hacen del trabajo el centro de su vida. Quieren ser exitosas e independientes y quisieran casarse con hombres de su talla, exitosos y pilos. Pero no los encuentran y se quejan de ello. Hymowitz enumera una serie de libros y artículos escritos por muchas de ellas que en el fondo se hacen la misma pregunta: ¿dónde están los hombres buenos? La respuesta es que deben estar en sus apartamentos, disfrutando de la vida y del trabajo, sin mayores contratiempos e invirtiendo en productos divertidos. Las mujeres los aguantan por un tiempo, pero cuando a los 35 años su reloj biológico empieza a sonar las alarmas, pues su fertilidad está a punto de acabarse, hacen una crisis. Algunas asumen que ya no tendrán hijos, otras deciden adoptar y, en ciertos casos, las más osadas van a un banco de semen y se hacen un tratamiento in vitro. Todo esto para no tener que lidiar con ese hombre-niño. Según Hymowitz, esas decisiones conscientes de las mujeres solo sirven para que ellos se aferren más a su estado de adolescente permanente. Como dice la autora, "para qué madurar, si nadie los necesita".