ETIQUETA PARA EJECUTIVOS

En la era de la imagen, los cursos sobre etiqueta se han convertido en un paso obligado para ejecutivos en ascenso.

1 de agosto de 1994

BAJO EL PRECEPTO DE QUE UNA imagen vale más que milpalabras" muchos hombres han decidido dejar de lado los prejuicios y lanzarse a la conquista del ascenso a través de los cursos de etiqueta. Las razones son diferentes, pero el objetivo es el mismo: conseguir armas suficientes para desempeñarse correctamente en cualquier actividad social o de negocios. En la actualidad existen pocas personas dedicadas exclusivamente a dictar cursos de etiqueta para ejecutivos. Pero los años que llevan en esta tarea y el éxito que han logrado hablan de la importancia que tiene en el mundo moderno la manera de proyectarse ante los demás.
Una reconocida consultora de imagen es Diana Neira, quien desde hace seis años asesora tanto a empresas como a nivel individual. En su centro -Susombra- enseñan a las personas a enfrentar actividades sociales y cotidianas que incluyen desde la forma correcta de vestir hasta la manera de ordenar un plato en un restaurante. "Primero se analizan las cualidades y defectos de cada persona y se trabaja de mutuo acuerdo con la rutina diaria: desde cómo se afeita, cómo se viste y cómo habla, hasta con quién se relaciona. Esto con el fin de ayudarle a conseguir sus objetivos, claro está, dentro de las proyecciones reales posibles", explica Diana.
En esa cruzada por recuperar y promover las buenas costumbres, no se encuentra sola. Evelia Porto de Mejía, una dama de la sociedad cartagenera, trabaja desde hace 25 años en la misma línea y es autora de tres libros, El arte de la etiqueta, Diccionario de la etiqueta y La etiqueta de la boda, los cuales tratan las principales reglas de comportamiento que no están mandadas a recoger como muchos creen. Si bien es cierto que las costumbres cambian, la urbanidad está regida por los mismos patrones.
La mayoría de los ejecutivos que acuden a estos cursos son jóvenes con cargos importantes que, por inmaduros o impetuosos, pueden llegar a tener algún tipo de roce con las personas con las cuales se relacionan en su trabajo. "No se trata de cambiar su manera de ser, sino de aprender a manejarla para adaptarse al medio'', afirma la consultora Diana Neira. La decisión de inscribirse por lo general proviene de la sugerencia de sus propios jefes. Pero en muchos casos la motivación surge de la misma inseguridad o incomodidad de los ejecutivos ante determinadas situaciones de tipo social que no saben manejar. "La gente suele confundir la etiqueta con la elegancia -afirma Evelia Porto-. Mientras la primera enfatiza el comportamiento y los buenos modales, la otra es mucho más natural y está enfocada sobre todo a la manera de vestir".
Pero existe otra razón para que actualmente los ejecutivos necesiten acudir a estos cursos. Según las dos expertas, esta radica en que materias como la cívica y la urbanidad ya no se incluyen en los colegios y muchas veces tampoco se aprenden en el hogar. "Los hijos ya no comparten mucho tiempo con sus padres y esto hace que lleguen al mundo de los negocios muy preparados profesionalmente pero regidos por patrones de comportamiento que no siempre son los correctos ", dice Diana. Los cursos pueden ser de ocho a 20 horas y se realizan en los diferentes ambientes en los que un ejecutivo se desenvuelve: desde la casa hasta el restaurante, pasando por la oficina. En la casa, los temas van desde la organización del closet o del bar hasta la forma de vestirse apropiadamente. En el caso de la oficina, se enfatiza la manera de organizar conferencias, el lenguaje para dirigirse al público y la práctica en restaurantes revisa los modales en la mesa y el buen uso de cubiertos y demás elementos.
Estos seminarios también concientizan a la persona de que para sentirse bien debe aprender a manejar todas sus costumbres. Entre los malos hábitos más comunes a nivel corporativo están el uso del tabaco y del teléfono, restringidos en muchos lugares, y el lenguaje -muchos ejecutivos que utilizan términos como "mi amor", "bizcocho"- y en General el trato demasiado informal; el comportamiento hacia las mujeres como seres inferiores o pasado de tono o el complejo con la edad, en hombres mayores que tienen que aprender de una persona más joven. En el vestuario, los errores más frecuentes son los zapatos sucios, las medias motosas, rotas o que no combinan, las joyas ostentosas, los cuellos inadecuadas, y las corbatas más largas o cortas de lo justo. El propósito es orientar al ejecutivo en la escogencia del tipo de ropa que debe usar de acuerdo con su apariencia física, la actividad que desempeña, la ocasión, el clima y el sitio de trabajo. Según Evelia Porto, quienes se enfrentan con mayores dificultades a la hora de vestirse son los ingenieros."Como suelen ir de la obra a la oficina, generalmente confunden el tipo de ropa que deben usar para los dos lugares ".
Pero en opinión de las expertas, la parte más difícil son los modales al comer (ruidos, uso del palillo, entre otros). "En las personas jóvenes es mucho mas facil de cambiar, mientras que en los adultos cuesta mayor esfuerzo -sostiene Diana Neira-. A los ejecutivos en cargos más altos les cuesta más trabajo admitir sus errores". Según Evelia Porto, "hábitos como rascarse la cabeza, hurgarse la nariz y los reídos o fumar mientras se come, vienen de la falta de urbanidad. Anteriormentee al niño se le enseñaba a comportarse como adulto".
Como no todos los ejecutivos admiten abiertamente este tipo de carencias, y muchos no se atreven a preguntar o a ingresar en estos cursos, Diana Neira decidió recopilar las normas más importantes en un manual de etiqueta -Imagen de hombre- que publicará pronto. "Se trata de concientizar a la gente de que no se puede hacer trampa con la manera de vivir". Y aunque el precio que se paga por un curso para mejorar la imagen suele ser elevado, quienes han asistido a ellos dicen que bien valen la pena. Incluso en países como Estados Unidos y Brasil las compañías establecen normas estrictas para sus ejecutivos. Esto demuestra que el éxito no depende sólo del desempeño profesional. El comportamiento, más que obedecer a patrones rígidos, es una práctica natural que abre muchas puertas.-