FORMULA DE FELICIDAD

Para algunos médicos las drogas que actúan sobre la serotonina son buenas, pero hay quienes cuestionan la forma como actúan.

9 de marzo de 1998

A comienzos de siglo casi nadie le prestaba atención a los cambios de humor. Se consideraban simples caprichos de mujeres consentidas o dramas típicos de hombres sin carácter. No era raro entonces encontrar per-sonas sumidas en profunda melancolía, fenómeno que lejos de aliviarse con tertulias, paseos y reuniones sociales, se iba volviendo característica de la personalidad. Esto llevó a los científicos a indagar los motivos por los cuales muchas personas vivían tristes, la mayoría de las veces sin tener motivos aparentes. Con el paso del tiempo y luego de años de trabajo, los investigadores encontraron lo que en primera instancia parecía ser la causa de ese estado: la serotonina.
Esta sustancia es un neurotransmisor del cerebro que se produce en unas neuronas situadas a nivel del tallo cerebral _aunque se puede hallar en otras partes del sistema nervioso_ y cuya función fundamental es permitir el paso de información de una neurona a otra. Las neuronas no están unidas entre sí, sino separadas por una brecha llamada sinapsis. Así, pues, los neurotransmisores, como la serotonina, crean una especie de puente entre cada una de las células para que los impulsos eléctricos que llevan la información puedan seguir su camino.
Con los estudios, los científicos encontraron que la serotonina tenía un ciclo especial que si era alterado podía generar cambios en el estado de ánimo de las personas. En el ciclo normal, la serotonina permanece guardada en unas vesículas ubicadas en las terminales nerviosas de las neuronas. Cuando llega el impulso eléctrico, las vesículas se fusionan con la membrana exterior de las terminales y liberan el neurotransmisor en la sinapsis. Una vez allí, la serotonina se desplaza a través del espacio y se une a los receptores de serotonina que se localizan en la superficie de la otra neurona. Cuando finaliza este proceso, los receptores liberan las moléculas para que sean recaptadas por la neurona que las produjo o para que sean destruidas.
Según los investigadores, los cambios en el estado de ánimo se presentan cuando las neuronas no logran estímulo suficiente por una disminución en el nivel de serotonina. Las causas de esta disminución siguen siendo un misterio para los médicos. Nadie sabe a ciencia cierta por qué se produce y por qué afecta a unas personas y a otras no. Lo que sí está probado es que los bajos niveles de serotonina están relacionados con la depresión, las alteraciones en el apetito, los desórdenes obsesivos compulsivos, la bulimia, las fobias sociales, la disminución de la libido, la esquizofrenia, la migraña, la violencia, la ansiedad, los trastornos de sueño y el suicidio.
Los estudios
Es tal su injerencia en tantos aspectos de la vida humana, que muchos estudiosos decidieron llamarla la molécula de la felicidad y han centrado sus investigaciones en la forma de manipularla.En los años 70, investigadores de Estados Unidos encontraron una relación entre la serotonina y el comportamiento agresivo. Luego de estudiar detenidamente la actitud de algunos oficiales de la marina, establecieron que aquellos que presentaban niveles bajos de serotonina tenían una hoja de vida en la que se destacaban comportamientos agresivos y violentos. El estudio, que también se realizó en personas que se volvían agresivas luego de tomar alcohol y en niños que torturaban animales, arrojó en todos los casos resultados similares.
Ya en los 90 los científicos determinaron algún tipo de vínculo entre la serotonina y el suicidio. Al parecer hay ciertos individuos que son más susceptibles al suicidio debido a los bajos niveles de serotonina en su organismo. La hipótesis quedó demostrada luego de realizar numerosas autopsias a suicidas. Los niveles de serotonina encontrados en los análisis eran sorprendentemente bajos. En octubre del año pasado, investigadores de la Universidad de Pittsburgh descubrieron que los niveles de la serotonina declinan con la edad. El análisis se llevó a cabo entre hombres y mujeres de diferentes edades y encontró una explicación para los casos de depresión generalizada que se presentan en las personas mayores.
Los resultados de estas investigaciones llevaron a numerosos laboratorios a producir las primeras drogas para controlar la disminución de la serotonina en busca de una solución a problemas de depresión y apetito. En el campo de los antidepresivos, el más popular es el Prozac, en el mercado desde hace más de 10 años, y que es consumido por más de 32 millones de personas en todo el mundo. Esta droga inhibe la recaptación de serotonina. Según el doctor Rodrigo Muñoz, presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, el Prozac ha dado muy buenos resultados hasta el punto de que cada vez se le descubren nuevos beneficios. De la mano del Prozac, el mercado se ha visto inundado de numerosas drogas como el Zolof y el Paxil, que actúan de manera similar sobre la serotonina.

Las criticas

Pero a pesar de las inmensas bondades de estos medicamentos, hay quienes desconfían de las secuelas que pueda traer la manipulación química de la serotonina. El temor nació el año pasado cuando la FDA -Food and Drug Administration- anunció la salida del mercado norteamericano de las drogas Redux y Fen-phen, utilizadas en tratamientos para adelgazar. Las autoridades colombianas adoptaron la misma resolución y sacaron de circulación el Grazilan y el Diomeride que tenían los mismos principios activos: fenfluramina y dexfenfluramina. Según las autoridades, la fenfluramina no sólo evita la recaptación de la serotonina, sino que estimula las terminales nerviosas para que produzcan más, con lo cual se logra que el paciente sienta la sensación de saciedad. Luego de varios años en el mercado y de haber sido considerada como la píldora mágica para los obesos -se podían perder hasta 15 kilos en un mes- los científicos descubrieron que el consumo de esta droga presentaba problemas cardiovasculares y pulmonares. Aunque los síntomas no se presentaron en el grueso de la población, las autoridades decidieron tomar cartas en el asunto y prohibieron su comercialización, en espera de nuevos estudios.
Aunque hasta el momento no se ha realizado una investigación seria que confirme la hipótesis sobre las secuelas nocivas de la serotonina, han surgido legiones de detractores de las drogas que de una u otra forma tienen que ver con la serotonina. Y no han faltado quienes les atribuyan efectos colaterales de violencia, agresividad e inhibición, sin descartar estímulos para cometer todo tipo de locuras.La droga más afectada ha sido el Prozac, que fue sometida a un estudio riguroso de cuatro años por parte de la FDA, el cual reveló que no se podía relacionar con efectos secundarios de comportamiento violento o suicida. La situación ha llegado al punto de que en Indianapolis, Estados Unidos, donde funciona la casa matriz de los laboratorios Lilly, productores del Prozac, se ha instalado un pool de abogados con el fin de atender todas las dudas en torno a su uso. Para el doctor José Manuel Rodríguez, director médico de Lilly en Colombia, el problema radica en que los medios no han logrado un punto medio a la hora de referirse a la droga y la ven en sus extremos, como la panacea o como veneno: "Prozac no es la droga de la felicidad, sólo debe ser usada por personas que sufran problemas de depresión. Algunos creen que si están normales y toman Prozac se van a sentir felices y no es así".la defensa Según el doctor Muñoz, las compliaciones sólo se presentan en personas con una predisposición a la droga y no en todos los casos. "El problema surge cuando las personas se automedican y comienzan a tomar drogas sin ningún tipo de control. En Colombia esto es muy grave pues aquí cualquiera puede comprar remedios en un droguería sin ningún problema", añadió. A pesar de las explicaciones científicas, existen quienes siguen viendo con recelo la manipulación de la serotonina y de otros neurotransmisores como la dopamina, la norepinefrina y la acetilcolina. Para el doctor Germán Aguirre, neurosiquiatra, el descontento obedece a que "la gente común y corriente está cansada de que los médicos y científicos reduzcan los problemas a aspectos puramente biológicos y físicos, dejando a un lado factores tan decisivos como el social y el sicológico". Al limitar el problema a la falta de una sustancia en el organismo, se pasan por alto otros factores ligados a la personalidad del paciente que podrían explicar un determinado comportamiento. "Ninguna molécula puede dar la felicidad. Este estado es el resultado de varios sucesos que se presentan en la vida de una persona y que hacen parte de su historia", agregó el doctor Aguirre, para quien la droga debe ir acompañada de un completo estudio clínico del paciente que permita establecer si realmente necesita el medicamento o no.
Según un estudio realizado por la OMS y la Universidad de Harvard, la depresión figura como la cuarta enfermedad a nivel mundial y se anticipa que será la causa número dos de enfermedad para el año 2020. El informe añade que cerca del 25 por ciento de la población mundial, sin distinción de sexo, padecerá de depresión durante el transcurso de su vida. Con semejantes expectativas, es fácil suponer que el debate sobre la manipulación de los neurotransmisores apenas comienza. Pero mientras no se demuestren contundente y científicamente sus efectos nocivos, la gente con problemas seguirá consumiéndolas para poderle poner fin a sus caras largas.