La Organización Mundial de Salud recomienda que los bebés reciban lactancia exclusiva durante seis meses y que luego el suministro de leche materna se extienda junto a la alimentación complementaria hasta por lo menos los dos años. | Foto: A.F.P.

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¿Todavía le das leche?: Por qué cuesta tanto aceptar la lactancia prolongada

Aunque cada vez más madres dan pecho a sus bebés, todavía muchos ven mal que niños más grandes, que hablan y caminan, tomen leche materna. ¿Es tan difícil entender que la teta no solo provee alimento sino también es un vehículo importante para el apego entre madre e hijo?

Carolina Vegas *
17 de febrero de 2018

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La teta es mágica. Lo juro. Hace unos meses, después de que sometieran a mi hijo a un procedimiento quirúrgico pequeño, lo pude reiterar de primera mano. Al despertar de la anestesia, Luca, al igual que los demás niños en la sala de recuperación estaba desorientado, ansioso, nervioso. No quería quedarse quieto, jalaba constantemente de la manguera del suero que tenía inyectada en su mano. Mi presencia y mis palabras tampoco le traían consuelo. Estaba fuera de sí. “Mamá, teta”. “¡Tetica!”. Era lo único que lograba pronunciar, con dejo de borrachito. Al verlo tan desesperado le pregunté a la anestesióloga si podía darle. “En diez minutos, mamá”, me contestó.

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Seguí las manecillas del reloj con el rabillo del ojo, mientras trataba de abrazar a mi bebé pulpo que parecía sacar brazos de todas partes con tal de zafarse de mí para arrancarse la cánula del suero. Pasaron los minutos eternos y entonces la doctora dio la señal. Luz verde. Me monté en la camilla, me subí la bata y enchufé a mi hijo a su pezón codiciado. De inmediato se calmó. A los pocos minutos entró en un sueño profundo y reparador del cual despertó casi tres horas más tarde. Todo el tiempo estuvo recostado sobre mi pecho, agarrado a su teta, chupando consuelo. Las enfermeras que pasaban frente a nosotros preguntaban: “¿Cuánto tiene el niño?”. “Dos años y seis meses”, contestaba orgullosa. “¿Y todavía le da?”. “Sí”. “Pues qué bueno. Mire cómo lo logró calmar y que durmiera después de la anestesia, eso se va a mejorar rapidísimo de la cirugía”. En efecto. Lo operaron el sábado y el lunes estaba como si no le hubieran hecho nada, hasta fue al jardín.

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En esa sala de recuperación entendí que a pesar de todos los comentarios imprudentes y las miradas desconcertadas, había tomado la mejor decisión para mi hijo y para mí al darle teta durante más de dos años. Porque a pesar de que muchos médicos me habían dicho que después del año mi leche ya no era nutritiva, o que mi hijo ya no necesitaba el pecho, yo tenía claro que el acto de amamantar va más allá de un tema alimentario. ¡La teta es amor! Y eso no me lo inventé yo para que usted ahora haga clic y comparta este artículo con sus amigos de Facebook; o me insulte porque cree que las tetas están bien en las vallas de cerveza o en las revistas para hombres, pero no en la boca de un niño en la mesa de al lado suyo en un restaurante. La afirmación de que la teta es amor la hizo también el papa Francisco en enero de este año durante la misa de bautizos que celebró en el Vaticano. “Si los bebés comienzan a llorar porque no están cómodos, tienen calor, o tienen hambre, dadles de amamantar, sin miedo, porque también esto es un lenguaje de amor”.

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The stare. The latch. The bliss.

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La Organización Mundial de Salud recomienda que los bebés reciban lactancia exclusiva durante seis meses (solo leche, ni sopas, ni compotas) y que luego el suministro de leche materna se extienda junto a la alimentación complementaria hasta por lo menos los dos años. Pero la realidad es que ningún país en el mundo cumple con estas recomendaciones. En Colombia, por ejemplo, solo el 43 por ciento de los bebés reciben lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses de vida, según reveló un informe de Unicef, el Colectivo Mundial para la Lactancia y la OMS en 2017. De ese 43 por ciento solo el 59 continúa recibiendo leche materna después del primer año de vida. Y solo el 33 por ciento de estos niños sigue tomando teta hasta los dos años.

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Ahora, dar pecho no es tan fácil ni tan natural como lo pintan. El proceso es complicado e implica una avalancha hormonal. “La lactancia es un proceso duro. De arrancada es doloroso. Porque es tener la saliva del bebé en contacto con el pezón, y pues esa piel, aunque venga preparada y tenga unas glandulitas entre la aureola y el pezón para lubricar, algunas veces no son suficientes. Y eso se convierte en algo que es doloroso, traumático y debe haber unos meses de esa lactancia para que ese ‘chupo’ que se vuelve el pezón se pueda curar. Esa situación se puede volver poco tolerable y puede llevar a que se renuncie al proceso”, aseguró el doctor Alejandro Orózco mastólogo y cirujano de seno. Por algo existen unas enfermeras y doulas expertas en asistir con el tema a las madres recién paridas. Y también hay muchas que deciden renunciar a lactar, y están en todo su derecho. A nadie se le puede obligar a nada, mucho menos cuando se trata de algo que le provoca dolor e incomodidad. Por eso es que estar a favor de la lactancia no es una crítica a las madres que deciden que ese no es el camino que quieren transitar. Gracias a los avances científicos vivimos en una época en que la vida de un bebé se puede sostener perfectamente por medio de las leches de fórmula. ¡Aleluya! (Les recomiendo esta hermosa crónica que escribió la autora colombiana Margarita García Robayo al respecto).

También está el tema de que en nuestra sociedad la lactancia sigue considerándose un acto que se debe llevar a cabo en privado, razón por la cual muchas madres no sienten apoyo para sacar adelante una lactancia prolongada y exitosa. “Muchas madres no se han criado dentro de una cultura de amamantamiento, es decir, no han visto a sus familiares dar el pecho, ni tampoco a sus amigas, la referencia de la duración y/o de amamantar en sí, podría ser casi nula y convertirse en un factor inhibitorio”, piensa Valeria Calderón abogada con énfasis en derechos relacionados con la salud sexual y reproductiva; educadora prenatal y postnatal certificada, blogger de portales infantiles y fundadora de BabyAyu. Y, obviamente, no se puede ignorar el hecho de que para que se dé una lactancia plena la madre necesita tener tiempo con su bebé, y muchas madres trabajadoras, por cuenta de los largos trayectos, los horarios laborales y la falta de apoyo (sí, una hora de lactancia hasta los seis meses no es apoyo suficiente), deben dejar de dar el pecho porque ya no producen suficiente leche, o simplemente sienten que es demasiado estrés y prefieren recurrir al biberón.

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Pero, cuando una madre decide seguir el camino de la lactancia, superar los pezones lacerados, el dolor de la bajada de la leche, y llega un momento en que se siente cómoda y plena al alimentar a su criatura, ¿por qué nos empeñamos en hacerla sentir anormal, amoral o enferma, por llevar a cabo, con toda naturalidad, un acto para el que su cuerpo fue diseñado? “Me dicen que lo hago a propósito (dar teta) para que la niña se apegue a mí. Mis hermanas también me dicen que ya se ve feo. Pero no me importa, es un espacio que mi hija y yo disfrutamos”, aseguró Sandra la mamá de Eva, que ya está a punto de cumplir 3 años. Cada vez que oigo que un pequeño es demasiado apegado a su madre me pregunto: ¿Y eso por qué es malo? ¿A quién se supone que debería ser apegado entonces?

Yo también he tenido que oír comentarios así. Más de una vez me compararon con Lysa Arryn, la dama del valle de Game of Thrones, a quien muestran por primera vez en la serie dando pecho a su hijo Robin, quien ya claramente es un niño pre púber. Pero el comentario que más tuve que escuchar, sobre todo de varios médicos, es que después del primer año mi leche ya no era nutritiva y que mi hijo ya no necesitaba de mi pecho. “La leche materna es nutritiva siempre”, explicó la doctora Clara Abello, que es pediatra. “Desde el punto de vista médico, las defensas que aporta la leche materna no las tiene ninguna fórmula. La parte afectiva y emocional también es súper importante. (Un niño amamantado) es un niño que siempre tiene confianza en sí mismo, auto aceptación y una gran relación con la mamá”. Y es que la hormona que juega el papel más importante en la relación madre-hijo-teta es la oxitocina, que además de ser la encargada de ayudar a generar apego (que se necesita para asegurar la supervivencia de la cría), es la que nos hace sentir felices y enamorados. Por eso dar pecho es un momento de conexión única que además ayuda a que tanto el bebé como la madre se tranquilicen, se sientan plenos y en paz el uno con el otro. Además lactar también tiene beneficios comprobados para la salud de la madre. “La lactancia per se trae un beneficio de disminución del riesgo de cáncer de mama, claramente demostrado por estudios. ¿Cuánto es el tiempo mínimo para que empiece a producir beneficios? De seis a ocho meses, mínimo. Entre más tiempo lo tengas ahí, mayor podría ser el beneficio”, dijo el doctor Orozco, experto en cáncer de seno.

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Una madre que decide dar la teta sin fecha de caducidad lo hace porque le nace y puede hacerlo. Porque el acto de dar el pecho a su hijo les trae bienestar a ambos. Porque es una herramienta maravillosa para dar alivio a un golpe en el parque, para acompañar una noche de fiebre, para arrullar y llamar fácil y rápido el sueño. “No creo en el término lactancia prolongada, porque pienso en el término prolongar que es hacer que algo dure más tiempo de lo regular o algo que dure más tiempo de lo que debería. En mi opinión la lactancia dura lo que tiene que durar de acuerdo a las necesidades de mamá y bebé”, dijo Ana Hanssen mamá de Lulu y Vito a quienes amamantó durante más de tres años. Y creo que la clave está ahí, en que este es un tema que concierne a una madre y a su cría, y a la relación que tienen los dos. En una negociación entre ambos cuánto debe durar y cómo se ha de dar, y eso no tiene por qué escandalizar a nadie.

*Editora de SEMANA y autora de las novelas Un amor líquido y El cuaderno de Isabel (Grijalbo).

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