Genética

Humanos en proceso

Los cuerpos de los atletas de los olímpicos han generado el debate acerca de si se trata de seres más evolucionados.

23 de agosto de 2008

Durante los olímpicos, muchos se maravillaron con el cuerpo de Michael Phelps: piernas cortas, torso largo y pies gigantescos. Luego de demostrar su superioridad en el agua, el norteamericano suscitaba todo tipo de comentarios. "Ya tiene branquias en el torso" o "su piel debe tener pequeñas escamas". Incluso el New York Times se hizo esta pregunta: "¿Qué está pasando con el cuerpo humano? ¿Estamos presenciando un proceso evolutivo de la especie?" Pero Phelps no es un mutante que dará pie a una nueva especie -el 'homo phelpiens'-, sino un ser humano en los rangos de lo normal. Su fenotipo especial ha sido trabajado y moldeado para rendir de manera eficiente en un ambiente de alta competencia.

Sin embargo, el ser humano sí está evolucionando, sólo que es difícil observar el proceso, pues las grandes diferencias sólo se ven en escalas de tiempo muy largas. Sin embargo, hay características físicas visibles que lo comprueban. "La estatura promedio de mi generación, por ejemplo, es mayor a la de mi padre", explica el genetista Juan Yunis. Esto se debe, según el experto, a una mejor alimentación y a los medicamentos.

Se creía que la evolución de la especie se había estancado hace 50.000 años o más. Pero hoy la evidencia científica muestra que el proceso sigue, y de manera acelerada. La mejor manera de demostrarlo es al estudiar los genes humanos en el laboratorio, justo lo que hizo Bruce Lahn, de la Universidad de Chicago. En 2006 encontró que dos genes involucrados en el crecimiento del cerebro aparecieron entre 14.000 y 60.000 años atrás, y hoy se encuentran en el 70 por ciento de los seres humanos. Es posible que se conozcan muchos otros genes en el futuro con el genoma del chimpancé. Así los investigadores podrán catalogar los cambios que se produjeron cuando las dos especies tomaron rumbos diferentes, hace unos siete millones de años.

Pero algunos expertos sugieren que la selección natural, la que decide que los individuos más adaptados a determinado ambiente son los que sobreviven, ya no tiene tanto peso. "Sobrevivir ya no depende de los genes", dice el genetista Steve Jones, del University College London. "Hace 500 años un niño británico tenía el 50 por ciento de probabilidad de llegar vivo a la edad reproductiva. Hoy esa cifra es del 99 por ciento". Esto no significa que los genes no tengan papel alguno. Una prueba de ello es que en África ha habido un aumento del gen CCR5-32, que ofrece cierta protección contra el virus del VIH-1.

Muchos científicos son optimistas y creen que en 1.000 años el ser humano va a ser más inteligente, más simétrico, saludable y más estable emocionalmente. Pero otros creen que podría emerger una especie no necesariamente mejor. "Se podrían perder las habilidades sociales, la comunicación, el amor, la simpatía y la confianza hacia los demás. Y habría más problemas de salud, como resultado de un sistema inmune más débil debido a la dependencia de los medicamentos", dice el teórico evolucionista Oliver Curry, del London School of Economics. Agrega que la mandíbula será menos pronunciada porque el ser humano no tendrá que masticar tantos alimentos.

Para Yunis, estas no son más que especulaciones. "Se podría decir lo contrario, que las mandíbulas serán más desarrolladas porque nos tocó comer árboles debido a la crisis alimentaria", dice. La evolución también depende de cómo se reproduzcan las especies. Para Curry, la piel promedio de los humanos será café, pues las relaciones entre razas se acentuarán. Y los hombres serán mucho más altos y musculosos, si se considera que los individuos tienden a escoger a otros muy parecidos para procrear. En el caso concreto de Phelps, es más probable que tenga hijos tan o más veloces que él en el agua si sus genes se combinan con los de otra nadadora o atleta, cercana al perfil de Dara Torres, por mencionar un ejemplo, que si lo hace con una mujer de estatura baja y poco musculosa.

Todo es incierto. Lo único claro es que el proceso evolutivo de los seres humanos sigue adelante.