IMPLANTE A LA VISTA

En Colombia están aplicando un moderno implante ocular que permite al paciente mover el ojo artificial en coordinación con el natural.

21 de agosto de 1995

ADEMAS DE LA pérdida de la visión, las personas que han perdido un ojo viven el trauma de llevar una prótesis que es fácilmente detectable. Uno de los mayores inconvenientes que presentan los ojos artificiales que tradicionalmente se implantan en el mundo es que no tienen ninguna movilidad. Sin embargo, la biotecnología ya ha creado una moderna versión de implante ocular que si bien no permite recuperar la visión sí mejora ostensiblemente la apariencia estética de los pacientes.
Este fue creado en Estados Unidos a finales de los 80 y desde hace dos años está siendo colocado en Colombia. Se trata de una esfera hecha de hidroxiapatita o fosfato de calcio, la cual se inserta en la órbita del ojo para recuperar el volumen perdido. Pero esta esfera -y ahí está lo más novedoso del descubrimiento- se articula a una prótesis exterior que permite al paciente mover el ojo artificial al mismo tiempo que el natural, explica el médico oftalmólogo Carlos Alberto Calle, especialista en oncología orbitaria, quien ha sido pionero en estos implantes en Colombia y en Latinoamérica.
Aparentemente el mayor logro de este invento es que, a diferencia de los implantes tradicionales, le da al ojo una apariencia estética casi normal. Pero esa no es la única ventaja. El implante ocular de hidroxiapatita es mucho más liviano y estable que los otros, lo cual permite que una vez insertado en la cavidad del ojo no se desplace. Además está elaborado en un material que es asimilado por el organismo humano, lo cual evita su rechazo.
El novedoso implante ocular es el fruto de muchos años de investigación derivada de las frecuentes quejas que surgían entre los pacientes. Entre las más frecuentes estaba el rechazo del organismo hacia el material sintético en que estaban hechos y el deterioro físico de la cavidad ocular debido a su excesivo peso. Estos dos factores fueron superados por el doctor Arthur Perry, en Estados Unidos, quien encontró un material que no sólo era liviano sino también biocompatible con el organismo humano. Se trata del fosfato de calcio, el cual se extrae de tres especies particulares de coral marino. Por su gran porosidad, este elemento ya era usado ampliamente en los campos de ortopedia y odontología para hacer reemplazos de hueso.
Esta esfera de coral, pulida y forrada en colágeno se coloca en la órbita del ojo y se liga a los músculos mediante una cirugía. Las características del material hacen que una vez insertado en la cavidad ocular sea fácilmente aferrado por los vasos sanguíneos y el tejido fibroso sin que se presente rechazo. A los seis meses, en un procedimiento menos complicado, se perfora para introducir una especie de alfiler grueso, sobre el cual va articulada la prótesis exterior que da el anhelado movimiento al ojo artificial.
En el país existen 103 pacientes con el nuevo implante. En Estados Unidos el número de casos asciende a 250. Y hasta el momento no se conocen efectos secundarios de este tipo de procedimiento, señala el oftalmólogo Carlos Alberto Calle. El implante es ideal para pacientes que han perdido un ojo por trauma -como sucede en el 70 por ciento de los casos- o por patologías derivadas de enfermedades del ojo, como glaucoma y otras enfermedades. "Sólo hay dos casos en los que no se recomienda: cuando el paciente ha sido irradiado o cuando la órbita del ojo no tiene suficiente vascularización", explica el médico. "En estos casos la estabilidad de la prótesis es menor". El oftalmólogo agrega que tampoco se observan muy buenos resultados estéticos cuando el paciente ya ha tenido durante muchos años un ojo artificial fijo. "En estas personas el movimiento de la nueva tecnologìa puede ser limitado. Esto ocurre debido a que los implantes antiguos no requerìan el uso de los músculos, por lo tanto estos terminan atrofiándose", indica el médico.
El mecanismo, que es considerado como el implante del siglo, ha sido tomado como modelo para nuevas investigaciones que están encaminadas a crear una especie de ojo biónico. Se espera que en el órgano artificial del futuro sea incrustado un microship o sensor que estaría a su vez conectado a la corteza occipital. De esta forma, emitiría señales en blanco y negro al cerebro, lo cual permitiría a la persona alguna percepción visual, como captar muros y detectar objetos.