religion

Jalón de orejas

A pesar del alboroto el Papa no dijo nada novedoso cuando amonestó a los fieles divorciados que viven en una nueva unión.

28 de abril de 2003

Si el papa Juan Pablo II hubiera dicho en medio de una celebración eucarística en cualquier lugar de Colombia que los católicos divorciados por lo civil que tenían una nueva unión eran pecadores muchos habrían tenido que salirse de la fila de la comunión.

Eso fue lo que dijo el Santo Padre el pasado Jueves Santo en Roma. Un tema casi tan viejo como la Iglesia misma pero que todavía provoca controversia entre los católicos.

Aunque en Colombia no existen estadísticas sobre el tema los abogados se atreven a decir que 80 por ciento de los divorciados que se han casado por este culto han contraído una segunda unión sin haber anulado el vínculo religioso. Tal vez por eso el mensaje papal causó tanto revuelo y, aunque la encíclica del Jueves Santo hablaba de muchos temas, el que más llamó la atención de los medios de comunicación fue el de los divorciados que viven en pecado.

En efecto, en el discurso del Papa no hubo nada nuevo. La mayoría de católicos practicantes saben que el matrimonio es un sacramento muy importante y que una vez se echa la bendición empieza a regir la frase "lo que Dios une que no lo separe el hombre". Según el padre Luis Alberto Robayo el mensaje del Papa debe ser interpretado como un llamado de atención para que los fieles vivan de acuerdo con la doctrina católica. La comunión es para quienes viven en gracia de Dios y las personas que tienen asuntos sin resolver no lo pueden hacer. En ese sentido el mensaje es muy similar al del secretario de tránsito de una ciudad cuando advierte a los conductores que si manejan embriagados pueden perder su pase.

El mensaje tampoco modifica cosa alguna en la práctica. La Iglesia siempre ha mantenido su posición de no concebir la ruptura del vínculo matrimonial a no ser que se cumpla alguna de las causales para la anulación. Tampoco genera ningún efecto civil pues las personas que se casan por la Iglesia pueden tramitar el proceso de cesación de los efectos civiles del matrimonio católico, lo cual les permitiría contraer un matrimonio civil que no tendría ningún problema ante los ojos del Estado pero sí ante los de Dios. "Es un problema espiritual y abstracto, dice el abogado Alvaro Pinilla. Los curas no piden la partida de bautismo a la hora de la comunión para ver quién tiene los papeles en regla y quién no, lo cual deja ver que el dilema está entre la persona y su conciencia".

Y es probable que tampoco genere cambios en el comportamiento de la gente. Quienes son verdaderos practicantes de la fe católica por lo general no se separan, y si por cualquier razón lo tienen que hacer tramitan un proceso de nulidad antes de contraer segundas nupcias. La sensación de los abogados es que a los católicos que se han casado por segunda vez sin anular su primer vínculo no les preocupa el tema de vivir en pecado.

El padre Robayo piensa que el mensaje del Papa debe interpretarse como un llamado de atención pero aclara que en ningún momento se está expulsando a la gente de la religión sino todo lo contrario. La idea es invitar a los fieles que viven con este pecado a que resuelvan el problema con un proceso de nulidad si el caso lo amerita. Según la abogada canónica María Inés Castro pueden ser razones de tipo sicológicos o vicios en el consentimiento al contraer el matrimonio. "Son causales muy humanas, no tienen que ser cosas del otro mundo", dice. Además del jalón de orejas el sacerdote piensa que el mensaje del Papa tiene otra intención, y es la de servir de advertencia en los jóvenes para "evitar que el matrimonio se convierta en un producto más de la sociedad de consumo y que se tome como una realidad que exige responsabilidad y compromiso".

Algunos vieron un tanto exagerado que se señalara con el dedo acusador a muchas personas que lo único que han hecho es enderezar su vida afectiva con un segundo matrimonio y que se les impida comulgar, poniéndolos en el mismo nivel de asesinos, mafiosos y otros delincuentes. Otros lo interpretaron como una muestra más de lo poco conectada que está dicha institución con las necesidades actuales de sus fieles. Otros más se preguntan por qué en algunos temas se muestra liberal pero en las cuestiones del amor sigue siendo muy conservadora. Aún así, la Iglesia está en su derecho de recordarles a los que se matricularon en ella que deben cumplir con los deberes y principios que aceptaron no por obligación sino por convicción.