JUGANDO A DIOS

Científicos buscan los genes indispensables para que haya vida.

22 de marzo de 1999

Los científicos se plantean una pregunta sencilla de formular pero difícil de responder: ¿Qué
es la vida? Los biólogos pueden enumerar las cualidades que caracterizan a los seres vivos: la capacidad
de reproducirse y de aprovechar la energía del mundo, la capacidad de crecer y de excretar los desechos.
Pero esa enumeración es insatisfactoria, al punto de que muchos _incluyendo a unos pocos científicos_ se
aferran a la idea de que debe existir una chispa que le infunde a la materia inerte el hálito vital. Sin embargo
dicha noción parece estar ya condenada a desaparecer. Los investigadores están a punto de determinar cuál
es el número mínimo de genes que la vida requiere para constituirse como tal. Para sustentar su hallazgo en
forma contundente los científicos del Instituto para la Investigación del Genoma (TIGR, en inglés) van a hacer lo
que unos han soñado y otros temido pero que sólo la ciencia ficción se había atrevido a plantear: crear vida en
un tubo de ensayo.
El TIGR, Localizado en Rockville, Maryland, ha identificado más genomas que cualquier otra entidad y tan
pronto avista su siguiente presa la caza indefectiblemente. Su fundador, J. Craig Venter, inventó a
mediados de los años 90 un procedimiento para descifrar todo el repertorio genético (el genoma) de una
bacteria, y el año pasado se comprometió a ganarle a un grupo de científicos financiados por el gobierno en
el desciframiento del enigma más grande y difícil de todos: el genoma humano. Entre tanto el TIGR ha
formulado la secuencia de los genomas de 11 microorganismos, incluyendo el de la bacteria que causa la
sífilis, las úlceras y la enfermedad de Lyme. "La pregunta que resultó de todo esto _dice la presidenta de
TIGR, Claire Fraser_ es si todos esos genes son realmente esenciales". Para responder ese interrogante
Fraser y su equipo se pusieron a trabajar con un parásito llamado Mycoplasma genitaliu, que tiene el
genoma más pequeño que se conoce: 470 genes (los seres humanos cuentan con cerca de 80.000). Los
investigadores comenzaron por eliminar genes del Mycoplasma y le inyectaron trozos de ADN que actúan
como un niño que se pone a jugar con un procesador de palabra. El ADN invasor intercala señales erradas en
un gen, de tal manera que la nueva secuencia no puede ser leída y el gen se destruye. Luego los científicos
observaron cuáles ejemplares de Mycoplasma sobrevivieron. Bajo condiciones ideales de laboratorio, en
las cuales el Mycoplasma se mantiene tibio y bien alimentado, TIGR descubrió que cerca de 170 de los
genes del parásito no son indispensables. Si se destruyen, el microbio sigue vivo.
Pero el hecho de que la criatura no muera si carece de un gen, no significa que pueda vivir si le faltan todos
los 170 genes que no son indispensables tomados individualmente. Para descubrir el 'conjunto mínimo de
genes' necesario para la vida, tendrían que añadir uno por uno los genes hasta llegar a un punto en que la
adición de un determinado gen convirtiera a un conjunto de componentes químicos en un ser viviente. El
doctor Venter, responsable de esta investigación, creyó entrar en territorio peligroso. "Decidimos pedir
asesoría ética antes de crear vida en el laboratorio".
Se pusieron en contacto con el bioético Arthur Caplan, de la Universidad de Pennsylvania. Caplan reunió a
20 personas, entre teólogos, filósofos, abogados y expertos en ética, que emitirán su recomendación en
pocos meses. "Tratamos de establecer si la creación de vida en un tubo de ensayo violaría prohibiciones
religiosas y si eventualmete podría utilizarse indebidamente", dice Caplan. Probablemente se descubrirán
muchos genomas mínimos, es decir, conjuntos de genes capaces de producir vida, de modo que lo que
TIGR descubra no constituirá la fórmula de la vida. Sin embargo, probablemente la fórmula funcionará. "Creo
que su descubrimiento constituirá una amenaza para aquella visión que plantea la existencia de una fuerza
externa que crea lo que llamamos vida", dice Caplan. Un día de estos, un científico de TIGR pondrá en el tubo
de ensayo el gen número 297, luego el 298, el 299... y así sucesivamente, hasta que de pronto
¡Abracadabra! y aquello que estaba inerte hasta este instante cobrará vida. La criatura será la forma de vida
más simple posible, pero estará viva. Sus creadores serán humanos y la habrán obtenido mezclando en un
tubo de ensayo una serie de productos químicos tomados de los anaqueles. A partir de ese momento ya no
habrá marcha atrás.