| Foto: Javier de la Torre Galvis / Semana

SOCIEDAD

La familia en Colombia está en crisis

Según un estudio hecho en 47 naciones Colombia es el país donde la gente se casa menos, apenas la mitad de los hogares tienen a los dos padres y 40 por ciento de los niños vive con otras personas además de su familia.

19 de julio de 2013

Tradicionalmente la familia ha sido la célula básica de la sociedad. Pero actualmente ese núcleo se encuentra en proceso de transformación y lo sorprendente es que, en el mundo,  la colombiana es la que más cambios está sufriendo. Esto se puede concluir a raíz del Mapa Mundial de la Familia 2013, realizado en 47 países por el Child Trends Institute y la Universidad de Piura en Perú. 

El reporte muestra que si se compara al país con el resto de América Latina, el matrimonio en Colombia, ya sea civil o religioso, ha perdido terreno frente a la unión marital de hecho. De los adultos entre 18 y 49 años apenas el 19 por ciento está casado y el 39 por ciento vive en relaciones consensuales, lo que representa el más alto porcentaje de todos los países estudiados.

La fecundidad ha disminuido en todo el mundo pero significativamente en América Latina. En Colombia es de 2,4 hijos por mujer, una cifra muy cercana al nivel de reemplazo poblacional que es de 2,1. Es apenas lógico que con la disminución de la nupcialidad, la proporción de niños que nacen fuera del matrimonio haya aumentado en el país a más del 80 por ciento de los nacimientos vivos, un tema en el que Colombia vuelve a tener el más alto índice del mundo, según el trabajo. 

En cuanto a la estructura familiar, los grupos conformados por los padres y sus hijos, es decir los hogares biparentales, le han cedido espacio a la familia extensa, conformada por abuelos, tíos y otros familiares. El estudio muestra que en Colombia el 53 por ciento de los niños vive el con sus padres, el 35 por ciento habita con solo uno y 12 por ciento vive sin ellos.

Estas cifras coinciden con las arrojadas anteriormente por otros investigadores. En febrero de este año, la revista The Economist en su edición ‘El mundo en cifras’ destacó que el país ocupa el primer lugar en el mundo en donde la gente menos se casa, con apenas 1,7 matrimonios por cada 1.000 habitantes.

Adicional a lo anterior, el estudio Fecundidad y Familia en Colombia, realizado por Carmen Elisa Flórez, analiza cómo se ha transformado esa institución a lo largo de 20 años con base en datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud. Encontró que la fecundidad a nivel nacional ha pasado de siete hijos por mujer en 1990 a 2,1. 

Pero en las ciudades principales, como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, el promedio es 1,4. “Colombia es uno de los países con mayor reducción de su tasa de fecundidad”, dice Claudia Gómez, directora de investigación de Profamilia, una de las entidades que patrocinó dicho trabajo.

El panorama estaría incompleto si no se hablara de los hogares unipersonales y los monoparentales, conformados por un padre y un hijo, que han ido creciendo a costa de los tradicionales. La investigación de Flórez mostró que el hogar unipersonal particularmente pasó del 3 por ciento al 12 por ciento entre 1978 y 2008. De hecho, uno de los puntos más visibles de esta investigación fue la ruptura entre el matrimonio y la sexualidad y la crianza. 

Esto significa que las mujeres ya no esperan a casarse para iniciar su vida sexual ni tampoco para tener hijos. Aunque el madresolterismo siempre se asocia a las jóvenes, y es un tema crítico porque para ellas puede ser una trampa de la pobreza, cada vez más mujeres adultas deciden ser madres de manera autónoma. 

Para muchos estos datos son alarmantes y sugieren que la familia está en una crisis y en esta situación los únicos perjudicados son los niños.  A Álvaro Sierra, profesor investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, institución que participó en el trabajo de Child Trends, le preocupa la baja nupcialidad y la poca importancia que tiene hoy la figura del padre, pues para nadie es un secreto que la mayoría de los hogares monoparentales está en cabeza de las mujeres.

“El madresolterismo ha llevado a que los niños crezcan sin padres, y es preocupante que las mujeres desconozcan el rol de ellos en la crianza. Muchas veces los niños crecen con los abuelos o con otros familiares que pueden abusar de ellos”, dice el experto.

También preocupa el efecto que esta nueva estructura puede tener en el desempeño académico de los niños. Según el estudio, los estudiantes con dos padres tienen mayor probabilidad de seguir en el colegio y de alcanzar mayores niveles de comprensión de lectura, si se compara con aquellos que solo viven con uno o con ninguno.

Sin embargo, en América Latina, a diferencia de Estados Unidos y Europa, los niños no tienen tantas desventajas en retraso escolar, posiblemente debido “a la contribución en el proceso educativo de la familia extensa que aún se ve en estas regiones”, señala Cristian Conen, investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana. 

Algunos expertos señalan que lo ideal es que los hijos vivan con sus padres biológicos, pero advierten que estos estudios no necesariamente implican que los niños que por algún motivo no lo hacen estén en desventaja. Se ha encontrado que un factor que incide en la excelencia académica es que los padres les lean por las noches a sus hijos desde temprana edad.

“Y esto pesa más que el estado civil de ellos”, señala un experto que pidió reserva de su nombre. Así mismo, algunos creen que el matrimonio no garantiza un buen ambiente familiar tanto como las buenas relaciones afectivas, la sana convivencia y la capacidad de resolver conflictos y diferencias de manera pacífica.

En este tipo de informes, que muestran transformaciones sociales, es interesante indagar por qué se presentan. El estudio no responde esas preguntas, pero en el caso de la baja nupcialidad, Nelly Rojas de González, psicóloga de parejas, afirma que el visible rechazo actual al matrimonio puede estar asociado a que las nuevas generaciones están desilusionadas de la institución debido a que vivieron en carne propia los divorcios de sus padres.

También cree que los jóvenes de hoy son seres globalizados. “Un día están aquí y pasado mañana en Cafarnaum” y esas opciones que brinda ese mundo moderno les impide generar compromisos prolongados. Ante ello,  optan por el facilismo de las relaciones tipo ‘amigovios’. “Si algo va mal se van”, dice.

Para Sierra el matrimonio dejó de ser una opción para muchos desde que se estableció que las parejas en unión marital de hecho tenían los mismos privilegios legales de las casadas. En su opinión esto es grave porque en este tipo de convivencia “el hombre no asume responsabilidades y abandona a la mujer y a sus hijos en cualquier momento”. 

No siempre es así, claro está. Antonio, un politólogo de 30 años que vive con su mujer desde hace seis años y tiene dos hijos,  no se casa porque no le gustan esas fiestas y considera que “el compromiso con mi familia no necesita pasar por la firma de un papel”.

A la vista de algunos, la tendencia a tener más hogares monoparentales significa contar con pilares más débiles para sostener la sociedad. Sin embargo, otros creen que este mapa es parte de las transformaciones normales que se viven hoy y que reflejan nuevas maneras de asumir la vida. 

“Estos cambios no son ni buenos ni malos”, dice Claudia Gómez, quien cree que la familia no está en vías de extinción pues se trata de un espacio vital en el que los miembros de una sociedad encuentran no solo apoyo emocional sino económico.

Para Nelly Rojas los estudios muestran una fotografía de las circunstancias de la época actual. “Son realidades que no se pueden negar”, dice. Pero en lo que algunos de los expertos coinciden es en que la sociedad colombiana necesita una campaña para que dentro de estos grupos familiares primen valores como el amor, la comprensión y la bondad y “se oriente a la población sobre la importancia de la presencia de ambos padres en la crianza de los niños”, dice Sierra.