LA FELICITOLINA

Prozac, la droga que más se usa para combatir la depresión, es acusada de cambiar la personalidad de la gente.

29 de noviembre de 1993

DESPUES DE CINco años de inventada, y de recetarse a un ritmo de 900 mil fórmulas al mes, Prozac, la droga antidepresiva más alabada del siglo, se ha puesto ahora bajo el microscopio de la ética en Estados Unidos.
Pero no por mala sino por buena.
Un siquiatra con elegantes diplomas de Harvard sostiene que la medicina es tan buena que no hay que descartar la posibilidad de que haya gente que la use para sentirse mejor, así su problema no sea de depresión.
La preocupación del médico viene de que varios pacientes atendidos por él experimentaron cambios significativos de su personalidad durante el tratamiento y no querían dejar la droga. Una mujer, que había caído en un profundo estado de ansiedad, había perdido su competitividad en el trabajo y no tenía amigos ni amigas, recuperó, en menos de 15 días de tratamiento, el ánimo y la autoridad, y empezó a salir con un promedio de tres hombres cada fin de semana... Un arquitecto que sufría una aguda depresión como resultado de la muerte de sus padres, tuvo un revés en sus negocios y un problema sexual con su mujer, se presentó en el consultorio del siquiatra Peter Kramer y le dijo eufórico que se sentía "mejor que bien".
Los efectos del Prozac en estos pacientes "me despertaron preguntas acerca de cómo debe ser una droga que altera la personalidad en una sociedad competitiva", escribe Kramer en un libro -"Escuchando a Prozac"- que lleva más de un mes en la lista de los más vendidos en Estados Unidos. Lo que a Kramer le preocupa, en pocas palabras, es que en un país como ese, donde cualquier esfuerzo químico que se le pueda meter a la cabeza o al cuerpo para "desempeñarse mejor" es bienvenido, Prozac, con su poder alentador, se vuelva una droga de bolsillo. Por eso se pregunta en su libro cual es la diferencia entre los efectos que causó la droga en sus pacientes y los que producen las anfetaminas, la cocaína o el alcohol.
Algunos ya han dado la respuesta: ninguna. En un foro electrónico de American On Line, la red que reproduce la revista Time en computadores domésticos, un suscriptor decía "Diga no a Prozac", parodiando el lema que acunó Barbara Bush en su guerra de palahras contra la droga.
Aunque no ha leído el libro, el debate ético le parece "ridículo" al doctor Jorge Liévano, siquiatra colombiano y profesor de siquiatría en la Universidad de Miami. La personalidad cambia con la droga porque antes el paciente sentía depresión y después de la droga no la siente", dice.
Más allá de la ética, en lo que la comunidad siquiátrica de Estados Unidos está de acuerdo casi unánimemente es en que Prozac es una droga efectiva para pacientes con depresiones no se veras. No produce dependencia química ni tiene efectos secundarios preocupantes. "Yo estoy asombrado de que se diga que una pastilla pueda hacer en cuestión de días lo que los si quiatras esperan, y casi siempre fracasan en obtener por otras vías, en el transcurso de los años", sostiene Liévano, quien dice que la pastilla no reemplaza al siquiatra. "Es sólo una co adyuvante de la terapia en la que entran en juego otros facto res como los biológicos, químicos y culturales".
Prozac parece darle al paciente habitualmente tímido un sentido de confianza social.
Al sensible le da coraza y al introvertido lo vuelve como un vendedor de enciclopedias, afirma Kramer. "Esta medicina -agrega el siquiatra- de la misma manera que un inspirado pastor de una iglesia o un grupo terapéutico, lo hace hablar de sus experiencias". Pero lo más importante para Kramer es que sus pacientes le han dicho que han aprendido más acerca de sí mismos bajo el tratamiento. Y de ahí el título de su libro. "Me gustaría ver que reportes científicos que comprueben eso", opina Marcela Pascualy, siquiatra colombiana de la Universidad de Was hington en Seattle."Cómo se puede saber si es la droga o la terapia la que produce el sentimiento de que se ha aprendido más de sí mismo?" dice.
"Es prácticamente imposible establecer cuanto ayuda la droga y cuánto la terapia. Ningún estudio podría determinarlo", señala el médico siquiatra Javier León, de la Fundación Santa Fe de Bogotá. Y explica que en Colombia el Prozac -al igual que otros genéricos del clorhidrato de fluoxetina- son ampliamente recetados para tratar la depresión así como el desórden ob sesivo-compulsivo. La dosis es una cápsula de 20 miligra mos diarios, pero en algunos casos extremos se formula la dosis máxima: 80 miligramos diarios.
"Es efectivo y seguro especialmente en las llamadas depresiones melancólicas, que se caracterizan por la pérdida de la motivación", dice el siquiatra. Y añade que el medicamento no produce un cambio de personalidad. "Es imposible que un medicamento tenga ese efecto. Lo que sucede es que la depresión es una enfermedad, y estar libre de ella mejora la calidad de vida de la persona y la hace sentir mejor. Es posible que el paciente, con el medicamento, presente menos inhibición o pesimismo, pero este cambio es algo muy sutil". Fi nalmente, el siquiatra señala que es absurdo comparar el Prozac con la cocaína o el alcohol "porque el medicamento no produce alteración a corto plazo; solamente alivio de los síntomas depresivos y obsesivos, y no crea dependencia.
Pero, al parecer, quienes más han aprendido de las bondades de esta medicina son los laboratorios EliLilly, que la producen. Una droga que se receta al ritmo de 12 fórmulas por minuto puede sacar de la depresión a cualquier empresa.

LOS PROZAICOS
PROZAC SALIO al mercado con la bendición de la FDA en 1987. En menos de tres años la cápsula verde y blanca se convirtió en una celebridad.
Fue portada de Newsweek y de New Yorker en 1990. Desde en tonces ha sido tema de discusión en varios programas de la televisión estadounidense.
Los enemigos del Prozac han citado informes, no compro bados científicamente, según los cuales la droga incita al sui cidio. El año pasado varios abogados criminalistas trata ron de usar sin éxito el argumento de que sus clientes es tán bajo el efecto de Prozac cuando cometieron sus fe chorías. A raíz del juicio en la Florida a la pareja Willets, en 1991, el abogado de la voluptuosa rubia que solía grabar en videocintas a sus amantes durante el acto sexual alegó que su cliente se había convertido en ninfomaníaca por cul pa del Prozac. Antes de presentar la débil defensa, los Willets se declararon culpables de prostitución.
Entre los clientes más famosos del Prozac en Estados Unidos están el ex candidato presidencial demócrata Gary Hart y el financista Donald Trump.