C I E N C I A

La hormona de los ‘meros machos’

Un libro escrito por un sicólogo social muestra el poder de la testosterona para modelar gran parte de la conducta humana.

27 de noviembre de 2000

Desde 1934, cuando el científico alemán Adolf Butenandt sintetizó la testosterona por primera vez, nadie imaginó que esta pequeña molécula daría tanto de qué hablar. Recientemente el tema ha tomado un auge enorme ya que se sabe que su función no se limita a evitar que el mundo esté poblado sólo por mujeres. El efecto de la hormona comienza en la concepción, pues se requiere la testosterona para que un feto con un cromosoma ‘Y’ desarrolle las características físicas y mentales de un niño. Pero la sustancia en cuestión tiene una influencia mucho más grande en la vida de hombres y mujeres.

Según James Dabbs, autor del libro Heroes, Rogues and Lovers, la hormona ‘T’, como le dicen cariñosamente, está relacionada con temas tan diversos como la violencia criminal y hasta la manera como la gente ríe. También afecta la habilidad para el lenguaje, ayuda a predecir qué ocupación tendrá una persona, así como si se casará, será infiel o se divorciará. “La testosterona afecta nuestro comportamiento y la manera como pensamos”, dijo a SEMANA el experto, quien consigna en este libro el resultado de décadas de estudio sobre el tema.

Sin la testosterona probablemente no habría guerras ni crímenes. Pero al mismo tiempo es responsable de que existan hombres y mujeres. De modo que se trata de un elemento complejo, con ciertas desventajas —provoca la calvicie—, pero al mismo tiempo es una sustancia básica para el funcionamiento de la sociedad.

Se le ha relacionado con mayor autoestima, fortaleza y poder, pero Dabbs encontró que quienes tienen más altos niveles de esta hormona no son siempre los triunfadores. A menudo son desempleados, divorciados y personas con menos educación. Esto, de acuerdo con el especialista, se debe a que los altos niveles de la hormona llevan a la impaciencia e irritabilidad. “Esta gente no puede quedarse quieta y se aburre fácilmente, a tal punto que no puede persistir en procesos a largo plazo”.

Los estudios también han mostrado que los actores tienen más de esta hormona que los ministros. Los abogados litigantes, habituados a argumentar y pelear contra sus oponentes, tienen más testosterona que otros de sus colegas. Lo mismo sucede con los obreros, quienes tienen más carga hormonal que los ejecutivos de cuello blanco.

La hormona tiene su lado oscuro y se le nota cuando se relaciona con criminalidad y violencia. Un estudio de 1995 hecho con prisioneros hombres encontró que los asesinos y ladrones armados tenían más testosterona que otros delincuentes menores, como jaladores de carros y apartamenteros. Este vínculo, sin embargo, no es directo y los expertos sugieren que otros factores estarían involucrados en este tipo de comportamiento.

Pese a lo anterior la sociedad se beneficia con los altos índices de testosterona en ciertos individuos de la población. Un bombero, por ejemplo, que rescata a alguien de las llamas o aquellas personas que salvan del peligro a otras a sabiendas de que pueden morir en el intento han resultado con altos niveles de testosterona.

Uno de los grandes aportes de Dabbs es que no estudió la diferencia entre hombres y mujeres en relación con la hormona sino cómo variaban los niveles entre cada uno de los sexos. Encontró que la cantidad de testosterona en un hombre varía con el paso de los años y puede incluso declinar en un 50 por ciento a lo largo de la vida. Entre sus hallazgos está, además, que los hombres tienen más testosterona en la mañana y que estos niveles en general se afectan por cambios climáticos y otras experiencias a corto y largo plazo, como por ejemplo el matrimonio o un encuentro deportivo. En un estudio el científico examinó a 12 brasileños y a nueve italianos fanáticos del fútbol antes y después del partido final de la Copa Mundo de 1994 que Brasil le ganó a Italia. Los italianos produjeron menos niveles de testosterona después del encuentro mientras que los brasileños produjeron cifras altas. Por lo anterior, el científico deduce que los sentimientos positivos incrementan los niveles de testosterona y los negativos los reducen.

Algo muy similar sucede con los micos, especie en la cual ganar peleas incrementa el nivel de testosterona. Cuando un mico pierde una batalla sus niveles descienden. Los perdedores se ven deprimidos pero tener sexo o relacionarse con hembras amistosas les ayuda a volver a tener la cantidad normal de testosterona.

El sexo, obviamente, no podía faltar en este estudio sobre la hormona ‘T’. El especialista encontró que el nivel de la hormona se incrementa con la actividad sexual y ésta aumenta con la testosterona. Otros estudios también muestran que los hombres que tienen relaciones o matrimonios estables se les baja progresivamente el nivel de testosterona y, como consecuencia, el deseo disminuye también. Los machos con mucha testosterona, por el contrario, pueden estar más inclinados a coquetear con otras. Una investigación de 1993 mostró que quienes tienen altos niveles de la hormona por lo general llevan un matrimonio fallido a cuestas. Todo parece indicar que el compromiso funciona como una especie de matapasiones para asegurar que el marido se mantenga en el hogar protegiendo a sus hijos y no buscando otras mujeres.

Dabbs opina que la testosterona tiene una gran importancia desde el punto de vista evolutivo. El macho con menores niveles puede tener menos excitación y de esta forma proveer un apoyo más seguro y prolongado a su familia. Con todo, el experto asegura que quienes tienen un nivel normal de testosterona pueden llevar una vida sexual satisfactoria. Sólo la total ausencia de la hormona ocasionaría falta de deseo y de actividad sexual.

La hormona también afecta a las mujeres, pues ellas la producen en sus ovarios pero en muy bajas cantidades. Mientras una mujer tiene entre 40 y 60 nanogramos de testosterona por decilitro en el plasma de la sangre, un hombre normal registra entre 300 y 1.000. Lo interesante es que estos niveles varían entre ellas, generando diferencias en sus actitudes. Quienes trabajan tienen más altos niveles que las amas de casa, así como mayor confianza en sí mismas y mayor poder. En un estudio realizado en 1996 entre lesbianas, aquellas que dan la idea de macho tienen más testosterona que quien asume el papel de mujer.

Como se puede ver, el libro de Dabbs pone sobre la mesa las diferentes piezas que arman el complicado rompecabezas de esta hormona. Y para quienes siempre habían pensado que los seres humanos estaban muy lejos del resto de especies de la naturaleza, el libro es además un aprendizaje sobre ese aspecto animal que aún gobierna a la raza humana.