comportamiento

La era de los metrosexuales

Hedonistas, vanidosos, compradores compulsivos y gourmets, así es esta nueva clase de hombres.

24 de noviembre de 2003

En una Epoca en que la imagen es lo más importante, el modelo de hombre descuidado por su apariencia que no se afeita ni se lava los dientes y toma cerveza mientras ve un partido de fútbol ha entrado en crisis.

Ahora una gran cantidad de varones quiere alejarse de ese típico esquema de macho dominante. Parte de esta nueva tendencia radica en que los hombres buscan encontrarse con su lado femenino e interesarse por cosas que antes eran asunto exclusivo de las mujeres como la moda, los cosméticos, las cirugías estéticas, la decoración y las joyas. Estos personajes, cada vez más comunes, han sido llamados metrosexuales. Son individuos que viven en grandes metrópolis y tienen capacidad económica suficiente para ir de compras a las tiendas más exclusivas; son clientes asiduos de gimnasios, clubes y spas así como de los más elegantes salones de belleza. También son obsesivos con su figura y su dieta. Se desayunan con papaya y yogur y almuerzan sushi y bebidas proteínicas.

Pero la definición de este personaje es más compleja de lo que parece y la controversia parece estar centrada en si son o no homosexuales. La definición más común los cataloga como heterosexuales vanidosos. Pero otros, como el escritor Mark Simpson, de la revista Salon, afirman que "pueden ser gays, bisexuales o heterosexuales, esto es irrelevante porque él se ha enamorado de sí mismo y su único objeto de placer sexual es su propio cuerpo". En otras palabras, se trata de seres exclusivamente narcisistas cuyo único fin es el placer y la belleza. Aunque están en constante contacto con sus emociones y su lado femenino no se trata de andróginos o transexuales.

Claro que no todo es superficial. Otras definiciones apuntan hacia posturas más profundas. Por ejemplo, Clara Mazzei, publicista del grupo

Eurorscg Worldwide en Argentina dice, con base en un estudio realizado en Estados Unidos e Inglaterra sobre el hombre del futuro, que el metrosexual no es tan sólo un hedonista. "Ya no buscan sólo la riqueza sino envejecer junto a

la mujer que aman", dijo Mazzei a la revista Nueva. Poco les atrae la liberación sexual, prefieren describirse en términos emocionales y no les avergüenza decir que son más románticos que sexys.

La metrosexualidad no es un fenómeno nuevo. Desde finales de los años 70 se encuentran casos de metrosexuales. Uno de los pioneros de esta tendencia es el rockero David Bowie, quien constantemente cambiaba su apariencia de hombre a mujer. Más tarde vino el grupo Village People que, según Simpson, impuso esa imagen de ambigüedad. De hecho casi todo el mundo creía que eran gays pero en realidad sólo uno de ellos lo era. Si bien en esa época eran casos marginales hoy muchas celebridades siguen este prototipo. David Beckham es el metrosexual por excelencia. Se pinta las uñas, usa los panties de su esposa y se viste de falda. Como capitán de la selección inglesa de fútbol mantiene su virilidad intacta a pesar de que visita al modisto y al estilista dos veces por semana.

En el mundo de los deportes hay otros casos similares aunque no tan evidentes: el tenista Patrick Rafter, el boxeador Oscar de la Hoya y el basquetbolista Denis Rodman. En Hollywood esta tendencia parece tener más adeptos que en ningún otro lugar. Brad Pitt, considerado el hombre más sexy, es un claro ejemplo de esto. Pitt gasta la mayor parte de su salario en gafas y ropa de marca: se rumora que sólo visteropadeValentino. Incluso las celebridades más jóvenes han adoptado esta tendencia. Igualmente, Justin Timberlake, el cantante y antiguo novio de Britney Spears tiene una fijación particular por las joyas y piedras

preciosas.

En la ficción también existen los metrosexuales. Uno de los casos más conocidos es el de Patrick Bateman, protagonista de la novela Sicópata americano, del escritor Breat Easton Ellis. Bateman es un exitoso corredor de bolsa obsesionado con sus músculos, su ropa, sus tarjetas de negocios y los

lugares de moda. Su fijación es tan grande que pierde la cabeza y se convierte en un sádico asesino. Otro de los ejemplos es el de la película El club de la pelea donde aparecen personajes cuya vida gira en torno a su belleza y sus posesiones.

Aunque la mayoría son modelos y artistas, hay metrosexuales en todas partes y se distinguen porque pasan la mayor parte del día frente al espejo, se hacen mascarilla cuando llegan de una discoteca y están demasiado centrados en sí mismos como para enamorarse de una mujer. Además viven en lugares exclusivos, muy bien situados y decorados, lo que les impide formalizar una relación pues esto implicaría desmejorar su estatus.

Un joven metrosexual bogotano afirma: "Prefiero pasar mis tardes libres decorando mi casa y haciendo floreros minimalistas que en una cita romántica".

La publicidad se ha encargado de promover a los metrosexuales. Basta con observar las propagandas de marcas como Calvin Klein, Hugo Boss y Abercrombie and Fitch en las que se idealiza la imagen de hombres cuya identidad sexual es ambigua.

Un estudio realizado entre hombres de Estados Unidos e Inglaterra señaló que 49 por ciento considera que es bueno hacerse una limpieza facial y el manicure, el 36 por ciento aceptó que se haría una cirugía plástica para verse mejor y el 44 por ciento confesó que se sentía más atractivo, viril y sexy cuando usaba una loción después de afeitarse. Estas cifras muestran que la tendencia no es aislada.

Los metrosexuales se cuidan por dos razones: para sentirse bien con ellos mismos y para conquistar a las mujeres, especialmente aquellas que han alcanzado éxito y poder y desean hombres atractivos, bien vestidos y acicalados alrededor de ellas.

Aunque este fenómeno tiene a los sociólogos y antropólogos ocupados no hay ninguna razón para pensar que sea una tendencia duradera. De hecho para muchos se trata de una estrategia publicitaria de las grandes marcas para cautivar más clientes entre la población masculina.