Vejez significa haber vivido muchos años y eso no debería ser un asunto vergonzoso

INFORME ESPECIAL

La nueva longevidad

El crecimiento de la población vieja y el aumento de la expectativa de vida están cambiando la noción de vejez. Esta transformación plantea retos para todos.

28 de noviembre de 2009

En 2002, un periódico nacional publicó un aviso que anunciaba: "Se dictan cursos de computación en Internet para ancianos", y a renglón seguido se leía: "Matrículas abiertas para personas de 40 años en adelante". La anécdota la contó ese mismo año el periodista Arturo Guerrero en un coloquio organizado por el Ministerio de Comunicación y el Centro de Psicología Gerontológico (Cepsiger), para promover el periodismo en todas las edades.

Decirle anciano a una persona de 40 era acertado en 1900, cuando la expectativa de vida en el país era de 28 años, pero no ahora cuando está estimada en 75 años. Una persona de 40, en las circunstancias actuales, se encuentra en la mitad de la vida y difícilmente cabe en la categoría de persona vieja.

Pero esta confusión es común y se explica porque la sociedad está viviendo una transformación silenciosa, rápida y que ha tomado a casi todos por sorpresa, incluso al comediante George Burns, fallecido luego de cumplir 100 años y quien solía decir: "Si hubiera sabido que iba a vivir tanto, me habría cuidado más". Él y muchos otros de sus coetáneos son sobrevivientes sorprendidos , que "no esperaban vivir tanto y no se prepararon para ello", dice Gunhild Hagestad, profesora de Sociología de la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos.

Los expertos llaman a este proceso la revolución demográfica, un fenómeno que se expresa en cambios rápidos en la estructura poblacional, la cual se está modificando porque cada vez nacen menos niños, al tiempo que aumenta el grupo de personas que viven 60 y más años. Esta revolución también está dada por que la gente vive más gracias a los avances en salud, educación y a las condiciones de vida. Un hombre que en 1975 había cumplido 60 años tenía 16 más por vivir. En 2050, quienes tengan esa misma edad van a tener la posibilidad de vivir 82 años en promedio. Pero, además de la disminución de la natalidad y del incremento de la longevidad, en el país incide la migración de los jóvenes en la década de los 90, lo que está provocando que "la población vieja esté creciendo a un ritmo mucho más rápido que la población total", dice Héctor Maldonado, director del Dane. Y por esto, la famosa pirámide resultado de dicha estructura se ha ido desdibujando, para darles paso a otras formas. En 2050 es posible que sea más acertado hablar de la cebolla poblacional. Para ese entonces se estima que en Colombia habrá tres adultos mayores de 60 años por cada menor de 5.

Si bien esta situación es más pronunciada en países desarrollados, en los más pobres estos cambios se están dando en un tiempo más corto. "En Europa esta transformación duró 300 años, en cambio en Colombia se dio en apenas 30", señala Maldonado. Por primera vez en la historia conviven simultáneamente varias generaciones. Los niños de hoy tienen la oportunidad de vivir en un mismo momento con sus padres y abuelos, a veces con los bisabuelos e incluso, en situaciones muy particulares, hasta con sus tatarabuelos.

Esta "abundancia de vida", como Hagestad la llama, plantea una serie de retos para la sociedad no solamente para la salud, sino la educación, la economía y el régimen de pensiones y la seguridad social, la política y la cultura. Lo paradójico es que a pesar de estos cambios, persisten ideas caducas sobre la vejez, que todavía se asocia a enfermedad, pobreza y aislamiento. Tal vez estos mitos explican el miedo que buena parte de la sociedad le tiene a dicha etapa de la vida. Algunos mayores de 30 sienten pena de decir su edad, como si al hacerlo estuvieran confesando algo vergonzoso. Muchas mujeres se pintan el pelo para esconder las canas y se estiran las arrugas para tratar de parecer jóvenes. Se ensalza la juventud como sinónimo de éxito. En los medios de comunicación, los viejos escasamente tienen voz.

Un estudio hecho por la fundación Cepsiger concluyó que si bien hoy existe más información acerca de la vejez, ésta sigue siendo escasa y estereotipada. Todas esas creencias "desconocen que hay muchas personas que viven con bienestar y satisfacción porque previamente se han preocupado y ocupado por vivir con estilos de vida saludables", dice la sicóloga Elisa Dulcey-Ruiz, coautora del estudio. En artículos analizados entre enero y abril de 2001 en los principales diarios de Bogotá, se encontró que las noticias sobre la gente vieja tenían que ver con temas de seguridad social, problemas y desafíos socioeconómicos, con salud y enfermedad.

El gerontólogo y siquiatra Robert Butler acuñó hace unos años el término 'etarismo' para referirse a comportamientos discriminatorios de la sociedad en relación con a la edad. Por ejemplo, considerar las personas viejas como sabias, asexuadas, poco atractivas, enfermas, y a los jóvenes como exitosos y dinámicos, hace parte de esa visión llena de prejuicios.

El lenguaje refleja cómo en cada cultura se percibe la vejez y puede ser el obstáculo para ver esta etapa de la vida con otros ojos (ver recuadro). Para Dulcey-Ruiz, directora de Cepsiger, la visión de la sociedad sobre las personas viejas es importante porque estas creencias influirán en cómo se verá dicha etapa en el futuro: "Si yo considero que la vejez es terrible, de alguna manera contribuyo, aun sin darme cuenta, a que lo sea", explica.

La antropóloga Mercedes Borrero, asesora del Fondo de Población de las Naciones Unidas, considera que hay una gran ignorancia al respecto. "Los ancianos de hoy son personas más sanas, más educadas y más activas", señala. Es lo que se conoce como la nueva longevidad, "que no se puede equiparar a la de generaciones precedentes, pues se trata de un envejecimiento cualitativamente distinto", afirma el sociólogo y demógrafo José Olinto Rueda Plata.

Pero tal vez una de las principales equivocaciones sea confundir envejecimiento y vejez, explica Dulcey-Ruiz. El envejecimiento es un proceso que empieza al nacer y termina al morir. "Envejecemos los 365 días del año, pues no hay otra forma de vivir sino envejeciendo. La fase final de ese vivir-envejecer es la que denominamos vejez, un término que equivale a vivir muchos años", señala la experta.

La juventud, por lo tanto, debe entender la vida como un proceso que requiere una preparación permanente y una acumulación de capital y recursos de toda índole -físicos, intelectuales, emocionales, económicos- porque "todos estamos envejeciendo, y los jóvenes de hoy van a ser los viejos del mañana, si no se mueren antes", enfatiza la sicóloga.

Los expertos señalan varios desafíos. Hay que combatir la segregación por edad, es decir, que los niños se concentren en guarderías y los viejos se establezcan en internados. Lo ideal es propender por una sociedad que integre más a todas las edades para que sea posible que tanto las personas viejas como las jóvenes se nutran mutuamente de sus experiencias. Esta idea se extiende a los espacios públicos, pues tal como están las cosas actualmente, las calles y las normas de tránsito no están diseñadas para personas de todas las edades, incluidos individuos que caminan más lentamente o que no ven ni escuchan bien. El otro gran reto es entender la vida como un continuo y no un guión vacío. Según Hagestad, esto quiere decir abrir espacios y crear roles significativos para todos, para poder vivir la vejez con bienestar y satisfacción. "La necesidad de contribuir en la sociedad debe durar hasta el final de la vida", dice la socióloga. La idea es que, si bien se le han agregado años de vida a la existencia, "ahora hay que pensar en agregarles vida a esos años", afirma.

En ese sentido también es relevante que la educación se brinde no sólo en las primeras etapas de la vida, sino en cualquier momento para darles oportunidad de aprendizaje a aquellos que no la tuvieron de niños o para que la gente pueda reentrenarse en la adultez.

También se debería cuestionar el curso de la vida como dividido en tres partes separadas: la infancia y la juventud, para el aprendizaje; la adultez, para el trabajo, y la vejez, para el descanso. Esa visión impide ver la vida como una unidad que implica continuidad y en la cual se puede y se debe aprender, trabajar y descansar. Pero a menudo la gente siente que al desplazarse de una etapa a otra se encuentra en un esquema vertical lleno de tropiezos, y no en un proceso continuo. Las personas viejas pasan, muchas veces, de "una participación sin descanso a un descanso sin participación", señala Hagestad, quien convoca a pensar en una reorganización de la vida adulta para permitir a las personas integrar ocio, familia y actividades económicamente productivas en una línea horizontal, como un continuo que atraviese la vida. En fin, hay que modificar la sociedad, desmitificar conceptos, educar a la población para ese futuro y tomar decisiones políticas oportunamente. "De eso dependerá que la transformación demográfica favorezca el país", dice el sociólogo y demógrafo José Olinto Rueda.