LA PELEA ES PELEANDO

Discutir es saludable en el matrimonio, pero hay que saber pelear.

27 de marzo de 1989

Como cualquier boxeador que suene con ser campeón, las parejas de ahora en adelante tendrán que entrenarse en conciencia y aprender la técnica de la pelea. Para vivir armoniosamente en pareja no es suficiente aprender a ser ordenado, a tapar la crema de dientes, a recoger la ropa, o aprender a soportar la crema de dientes sin tapa y la ropa en el suelo, ser generoso y comprensivo.
Un estudio que apareció recientemente en la conocida publicación norteamericana Journal of Clinical Psychology, demuestra que una de las cosas más importantes para que el matrimonio funcione es aprender a discutir constructivamente. Es más, el estudio parece concluír que, aunque suene paradójico, la diferencia entre un matrimonio que mejora con el tiempo y uno que se deteriora con el paso de los años, parece estar en la habilidad con la que la pareja pelee.
Los nuevos estudios contradicen la antigua teoría que afirmaba que las parejas más infelices son las que más pelean. Esta idea de que las parejas deben aprender a pelear fue muy popular en los años setenta, cuando las parejas asistían con frecuencia a encuentros matrimoniales donde sacaban al aire todo los trapos sucios. Pero la moda de los encuentros pasó y los terapeutas parecieron dejar esta idea en el cajón. Incluso hoy algunos terapeutas tienden a creer que las peleas frecuentes son un síntoma de que algo anda mal y que hay que evitar que las parejas peleen.
Obviamente hay peleas que son perjudiciales para la relación. Generalmente son aquellas que llevan a una de las dos personas a ponerse a la defensiva, en las que alguna de las dos lloriquea, se aisla y deja que sus emociones quiten objetividad a el juicio. El nuevo estudio demostró que las actitudes que hacen que una pelea perjudique la relación son:
- Ponerse a la defensiva o inventar disculpas, en vez de aceptar la responsabilidad por cualquier error que se haya cometido.
- Decirle a la pareja únicamente lo que debe dejar de hacer y no lo que debe seguir haciendo.
- Atribuír erróneamente motivos por los cuales la otra persona se debe sentir culpable.
- La terquedad que impide que puedan dialogar o llegar a un acuerdo.
-Insultar despectivamente a la otra persona.
- Tratar de exponer todo lo que le disgusta y hacerlo en medio de lloriqueos que impiden tener claridad sobre el problema.
Las peleas más fructíferas son las que permiten que las dos personas puedan participar y exponer sus argumentos, sin que la discusión se acalore y se salga de las manos. Aunque parezca extraño, la ira es un sentimiento importante dentro de la vida de la pareja, siempre y cuando sea controlada. Pero es importante que las dos personas se puedan poner bravas sin que la otra persona se sienta atacada personalmente. De igual manera, ambos cónyuges deben sentirse comprendidos y escuchados para poder lograr finalmente una resolución, en la que probablemente los dos tendrán que ceder.
Las peleas que sólo solucionan los conflictos a corto plazo sin llegar al fondo del problema, son eventualmente muy perjudiciales para la relación. Lo mismo se puede decir de las parejas que pretenden que todo anda divinamente pero en el fondo sienten una gran insatisfacción. Lo cierto es que tarde o temprano los problemas salen a relucir, y es mejor hacerlo antes de que se hayan herido o acumulen resentimientos.
Hay parejas afortunadas, que poco pelean porque han comprendido que las pequeñas discusiones no siempre tienen que pasar a mayores; generalmente están compuestas por personas satisfechas con lo que su vida es. Es tan poco lo que este tipo de parejas pelea, que en los experimentos realizados en laboratorios de sicología es prácticamente imposible crear entre ellas unas discusión. En cambio, las parejas que son cínicas y guardan gran hostilidad, generalmente pelean hasta por problemas insignificantes.
Los sicólogos aseguran que las discusiones son naturales durante la segunda fase del matrimonio, cuando ya el romanticismo del primer tiempo ha pasado. "Durante esta fase, las parejas pelean frecuentemente porque es el momento en el cual están buscando lo que no obtuvieron dentro de su niñez. Si tienen las herramientas para resolver los conflictos, éstos desaparecerán con el paso del tiempo": explica el doctor Harville Hendrix, autor del libro titulado "Obteniendo el amor que usted espera" .
Aunque comúnmente se cree que a la hora de pelear las dos personas son igualmente importantes, lo cierto es que el papel de la mujer es muy importante. "Ellas son las administradoras de las emociones en la mayoría de los matrimonios. La que generalmente expone sus insatisfacciones y hace que la pareja confronte sus problemas", asegura el doctor Gottman. Lógicamente su papel es difícil de desempeñar, porque debe saber exponer los problemas sin dejar que sus emociones le impidan ser objetiva ya que si esto sucede es probable que el marido ignore sus críticas.
Pero, ¿qué deben hacer los maridos ante las quejas de sus mujeres? Los expertos aseguran que la mejor respuesta que un marido puede dar a su mujer es demostrarle que respeta lo que ella le está diciendo, y reconocer que existe un problema que debe ser resuelto .
Afirmar que es muy importante que la pareja aprenda a pelear puede resultar sorprendente incluso para los terapeutas y sicólogos. Pero es posible que con este estudio no queden dudas de que lo malo no es cazar la pelea sino no saber darla.
ANATOMIA DE UNA PELEA MATRIMONIAL
CONSTRUCTIVA
Primera fase: empieza la pelea
Cuando se inicia el desacuerdo entre la pareja uno de ellos admite el punto de vista del otro, así no lo diga. Pero escucha y da señales de que lo que está diciendo es válido.
Segunda fase: al rojo vivo
Incluso en el momento más acalorado, una de las dos personas trata de ponerse en el lugar de la otra.
Tercera fase: la negociación
La pareja acepta modificar sus puntos dé vista y los dos ceden aunque sea un poco.
DESTRUCTIVA
Cada queja de uno de los dos es refutada por el otro. Ninguno de los dos da indicios de que el punto de vista del otro es válido.
Alguno de los dos malinterpreta a su pareja y la ataca por cualquier cosa que diga.
Cualquier cosa que se proponga es refutada por la otra persona.