LA REBELION DE LAS GORDAS

Las mujeres que han decidido dejar de ser víctimas del peso ideal, viven orondas y felices.

15 de octubre de 1990


Desde su punto de vista, el mundo está lleno de escuálidos seres atormentados por las privaciones y torturados por el ejercicio. Ellas en cambio, han superado la barrera física y sicológica del cuerpo ideal y han comprobado que el mundo del sobrepeso no es tan cruel como las revistas lo pintan. Su ideal de belleza no es Bo Dereck, sino la colosal estatua de la Libertad, las gordas de Botero y las madonas de Rubens. Y su objetivo es liberarse de una vez por todas de la opresión de la delgadez dominante.
La rebelión de las gordas ha empezado a sacudir al mundo. Hace unos meses, en una multitudinaria manifestación por los derechos de las minorías realizada en San Francisco, desfilaba un grupo de mujeres entradas en carnes con una gran pancarta que rezaba: "No más dietas". Era el grito desesperado de quienes han decidido dejar de ser víctimas del 90-60-90. Hastiadas de leer sobre la vida maravillosa que depara el mundo a los delgados, de recibir mensajes acerca de los peligros de la obesidad y de seguir cuanto consejo escuchan para adelgazar, han decidido imponer la variedad y demostrar que se puede ser feliz siendo gorda.
Convencidas de que los únicos alimentos que adelgazan son los que se quedan en el plato, parecen estar de acuerdo con el humorista Art Buchwald en que la palabra "dies" se deriva del verbo "to die" . Pueden dar fe de la fatiga, el tedio y la angustia que produce una vida de sacrificios y negaciones que, a la postre, la única reducción que logra es la del presupuesto. Por eso, han resuelto asumir sus voluminosas figuras y dejar de sentirse culpables por asaltar la nevera a medianoche. Pero la batalla no es sencilla.
Sus mayores enemigos no son sólo los medios de comunicación con toda la onda "lighs", también los estilistas, los modistos y los dietistas, pretenden que vivan a punta de lechuga y no conciben que se vistan con algo diferente de talegos grises de bolsillos. Aburridas de buscar su ropa en el poco surtido rincón de las "tallas especiales" han decidido deshacerse de las fajas y dejar de lado todas las recomendaciones sobre prendas y estilos que las hacen ver más delgadas para ponerse todo lo que les gusta. "No hay nada prohibido en la moda para las tallas grandes", dice Dora Luz Saldarriaga, quien tiene un almacén de ropa para "Gorditas", donde hasta las mujeres con la cintura de dos reinas -120 cms- encuentran desde vestidos de baño hasta bluejeans o atrevidos estampados.
"Si formásemos un ejército, sería imbatible; sin embargo, estamos sometidas a las presiones de una pequeña mayoría", señala la escritora española Rosa Oliva, quien luego de varios años de someterse a las más estrafalarias o populares dietas, de haber sudado la gota en los más prestigiosos centros de adelgazamiento y de haberse sometido incluso a los más sofisticados métodos sicológicos para controlar su apetito, decidió claudicar en su intento de adelgazar y empezar a mirarse como una "gorda maciza y erótica y no como un ser blando y nauseabundo" . Y para hacerle la contraparte a la avalancha de publicaciones sobre reducción de peso, escritas en primera persona por expertos que prometen resultados milagrosos, ella también ha recogido su experiencia de fracasos y frustraciones en un libro titulado "La rebelión de las gordas", que apareció recientemente en España y que promete convertirse en un suceso editorial como el vademécum de las gordas.
También sus representantes empiezan a aparecer en el hasta ahora esbelto · mundo del cine y la televisión, donde la presencia de actrices de "grueso calibre" es cada vez más frecuente. Roseanne Berr, una mujer de 110 kilos, es hoy la estrella de televisión más popular en los Estados Unidos, protagonista de una serie que cuenta las aventuras de una familia de gordos. Marianne Sagebrecht, la nueva revelación del cine alemán, ha cautivado a medio mundo con su inmensa humanidad.
Luego del éxito de su primera película, "Zuckerbaby" (bomboncito), en la que interpreta a una triste y solitaria gorda que se convierte en una atractiva y sexy conquistadora, su gordura, alegre y asumida, ha dado al productor Percy Adlon el material ideal para contar otras historias cinematográficas de gordas felices.
SEMANA entrevistó a algunas colombianas, encantadoras y felices, que también han decidido decirle adiós a las dietas y sacarle partido a sus kilos.

La gorda feliz de "Sábados felices"
Fabiola Posada es una de las abanderadas de la "rehabilitación" de las gordas. Simpática y extravertida, desde hace dos años ingresó al elenco del programa "Sábados felices" gracias a su desparpajo para hacer chistes sobre su figura. Con 27 años y 115 kilos de peso, señala que es una mujer feliz desde que, hace cuatro años, decidió mandar al diablo las dietas.

"Hacer dieta es lo único que me amarga la vida y me pone susceptible.
Aunque por cuestiones de salud no como mucho dulce, la verdad es que me doy gusto comiendo todo lo que me provoca. Siempre he sido gorda, desde chiquita -naci pesando 11 libras y no me ha importado ni he vivido envidiando la figura ajena. Sin embargo, no es fácil lograrlo, por las presiones de la gente. Aunque a mí no me importa que me digan "tractomula", durante el noviazgo sí me preocupaba que las presiones de la gente hicieran sentir incómodo a mi parejo. Pero por fortuna mi marido me quiere tal como soy. Y hasta me cela. A los colombianos les gustan las gordas porque tengo un éxito increíble. Mi fuerte son los conductores de las busetas. Eso sí, todas las mujeres que pasan por mi lado me dan sus secretos para adelgazar.
Yo les contesto que estoy contenta como soy y que si adelgazo, de pronto me quedo sin trabajo. Lo que sí me gustaría es poder cambiar esa imagen caricaturesca de la señora gorda que siempre le está pegando al marido" .

La "buena" de las telenovelas
Excelenle actriz, hija de una de las grandes figuras de la televisión, Chela del Río, Lucero Gómez le ha sacado partido a su figura como la bondadosa hermana Dominga de la telenovela "Música Maestro" y quien ha conquistado al público en su extraordinario y divertido papel de esposa en la comedia musical "La mujer del año".

"Mucha gente me dice que no podría imaginarme flaca. Y eso que alguna vez lo fuí, cuando era adolescente, pero después del primer hijo me engordé -llegué a pesar 100 kilos-, después, nunca he podido bajar de los 80 kilos. A mí eso no me preocupa. La gran ilusión de mi vida no es precisamente ser flaca. Aunque trato de no comer dulces porque soy propensa a la diabetes, como todo lo que me gusta.
Cuando me he puesto a dieta lo único que pierdo es el buen genio. El problema es que tengo una tiroides loca, que me mantiene subiendo y bajando de peso. Por eso, nunca más volví a subirme a una balanza. Creo que por eso los gordos tenemos fama de ser gente de buen genio, porque no llevamos una vida de privaciones. Tampoco soy vanidosa y prefiero la comodidad ante todo.
Lo único que me molesta de ser gorda es que en los ensayos de la comedia musical, en los que los ejercicios de calentamiento son a la par con los de los bailarines, me canso antes que los demás. Por eso, siempre hago ejercicio, pero más por disciplina mental y agilidad que por el deseo de adelgazar. En cuanto a mi trabajo, tal vez nunca seré la protagonista de una telenovela, pero mi figura encaja perfectamente en una amplia gama de personajes. Generalmente, papeles cómicos, que inspiran ternura. Porque al parecer, se tiene la idea de que a los gordos no nos van los papeles dramáticos".

Vanidad y figura...
Los televidentes recuerdan su imponente figura envuelta en una boa de plumas. Tan divertida como vanidosa, Silvia Gómez señala que es capaz de decir su edad pero no los kilos que pesa. Ella fue la primera mujer de talla mayor en incursionar como presentadora de un programa y con mucho exito. Ahora se ha alejado de la pantalla para dedicarse a la decoración.

"No puedo decir que no me preocupa mi figura. He tratado por lodos los medios de adelgazar pero ya me di cuenta que es inútil. Y si ahora hago dietas y camino todos los días es más por salud que por vanidad. Cuando se nace con chasis de camión no se puede vivir aspirando a tener chasis de biciclela" .

"Lo que la gente no entiende es que la gordura es una cuestión orgánica y genética. Yo como la misma cantidad que muchos flacos, lo que sucede es que a mí me engorda. Y aunque tengo voluntad, y he resistido hasta dos meses a régimen en los que he llegado a bajar 10 kilos, después boto la toalla porque es inhumano pretender vivir a punta de lechuga lavada. Además no hay nada más aburrido que las personas que viven pendientes de lo que pueden o no pueden comer"
"Confieso que me gustaría tener menos peso y más pesos, pero la gordura no me amarga. Siento verdadera pasión por los chocolates y ante un apetitoso plato se me olvidan las buenas intenciones; sin embargo, mantengo una disciplina para compensar. Además he aprendido a sacarle partido a mi figura, me encantan las cosas llamativas y los colores vivos. Porque lo único que no concibo una gorda desaliñada".

La gorda de oro
De los cinco hijos del empresario Roberto Echeverry, un peso pesado del espectáculo, la única que heredó su profesión fue María Lucía, pero también heredó su tendencia a la gordura.
Simpática, descomplicada y dinámica, Lulú es para muchos artistas internacionales -como Serrat y Le Luthiers" -La gorda de oro de Colombia".
"Todos los lunes inicio una dieta pero el jueves ya he claudicado porque tengo voluntad de merengue. Sin embargo, puedo dar fe de que las dietas funcionan, lo que pasa es que no hay quien las resista. La primera, la hice a los veinte años. Era salvaje: Tres vasos de leche caliente al día fue lo único que comí durante tres semanas. Bajé 20 kilos, pero cuando volví a comer, subí el doble de lo que había perdido. Desde entonces he hecho todas las dietas que se han inventado y he comprado todas las revistas que sacan artículos de cómo adelgazar o de las ventajas del ejercicio.
Lo que sucede es que me gusta todo lo que engorda y hace daño. Y no sé hasta dónde se justifique vivir cinco años más pero privándose de todo durante toda la vida. Por fortuna ya no siento remordimiento por comer: soy de las que pide hamburguesa, papas fritas y "mi dietética" o me tomo el tinto con un pastel pero uso sacarina. Con mi papá estamos esperando el día que se inventen una pastilla para regular el metabolismo, así como se inventaron un unguento para que le salga pelo a los calvos ."