Algunos estudios señalan que las mujeres hoy son más infelices que en los años setenta

GÉNERO

La trampa del feminismo

Un artículo escrito por una alta oficial del gobierno estadounidense levantó ampolla al decir que aún es imposible combinar el trabajo y la familia para una mujer.

30 de junio de 2012

El viejo debate que las mujeres han dado durante décadas acerca del balance entre el trabajo y la familia volvió a revivir la semana pasada por cuenta de un artículo en la portada de la revista The Atlantic. La nota titulada 'Why women can´t have it all' ('Por qué las mujeres no pueden tenerlo todo) fue escrita por Anne-Marie Slaugther, que hasta hace un año y medio era la directora de Planeación Política del Departamento de Estado, bajo el mando de Hillary Clinton. Era la primera mujer en ocupar ese cargo, lo que la obligaba a viajar todos los lunes desde Trenton hasta Washington y devolverse los viernes para estar con su familia durante los fines de semana. Pese a tener un esposo que se hacía cargo de sus dos hijos adolescentes, Anne-Marie decidió dejar este demandante trabajo por uno que le permitiera estar más cerca de sus hijos.

Después de esta experiencia, la exfuncionaria decidió escribir este artículo y denunciar las trampas del feminismo. "Es hora de dejar de engañarse: las que logran altas posiciones de poder son supermujeres, ricas o dueñas de sus propias empresas y si se quiere darles igual oportunidades a ambos sexos, muchas cosas en la sociedad deben cambiar".

El ensayo tuvo eco en los medios de comunicación escritos y digitales de manera viral, no solo en Estados Unidos, sino en otros países. Solo tres días después de haber sido publicado tenía más de 7.000 visitas únicas, más de 1.500 comentarios, 126.000 'me gusta' en Facebook y cientos de debates en Twitter.

Y es que es difícil que muchas no se sientan identificadas con la historia de Slaughter. Ella dice que las mujeres de generaciones anteriores les enseñaron a las más jóvenes que era posible combinar la profesión con la familia, pero lo que no mencionaron es que muchos de los sacrificios que ellas hacen no existen para los hombres. En ese sentido, las mujeres se han dicho verdades a medias. Todo esto, expuesto por una profesional que era vista como un modelo a seguir, pues supuestamente combinaba a las mil maravillas su vida privada con el trabajo, ha caído como un baldado de agua fría.

Sorprende, además, que las mujeres lleven años y años hablando de este mismo tema bajo diferentes rótulos. Algunas señalan el desequilibro como un techo de cristal con el que chocan cuando están subiendo en la escalera corporativa. Es el mismo debate, pero con otro nombre, lo que podría indicar que o bien las mujeres se quejan mucho o en realidad los esfuerzos por acabar el desequilibro entre ambos sexos en el trabajo han sido modestos.

Cuando comenzó su carrera, a Slaughter le dijeron que lograr el balance entre hogar y trabajo era cuestión de compromiso profesional, pero solo ahora se ha dado cuenta de que eso no es cierto: todo depende del tipo de trabajo que se tenga y de otros factores, como qué clase de esposo se consiga y el jefe que le corresponda. Porque si el marido también quiere desarrollar al máximo su carrera, es más probable que la mujer tenga que sacrificar la suya para conseguir el anhelado balance. En ese sentido, para Slaughter la discusión no ha sido honesta entre las mujeres, pues no se ha hablado de las barreras reales y las fallas que existen en el sistema, a pesar de las oportunidades que ellas han heredado.

Las consecuencias de este desequilibrio se pueden medir fácilmente. De 190 jefes de Estado, nueve son mujeres. De todos los parlamentarios en el mundo, apenas 13 por ciento lo son y en la arena corporativa, apenas el 16 por ciento de ellas están en posiciones de poder. "Las mujeres no están llegando a la cima", dice.

Para ella, las que lo logran son superdotadas, extremadamente talentosas, fuera del común, mientras que no todos los hombres que llegan al poder necesariamente son los más brillantes.

Una medida interesante de los sacrificios que las mujeres en el poder hacen por sus carreras es la proporción de ellas que no tiene hijos ni familia. "Cada hombre en la Corte Suprema de Justicia tiene familia, pero dos de las tres mujeres en ese grupo no tienen hijos ni esposo". Condoleezza Rice, la primera y única mujer consejera de Seguridad de ese país, es también la única en ese cargo sin familia propia. Slaughter también señala que las jóvenes salen dispuestas a tomarse el mundo, pero en el momento en que empiezan a pensar en casarse y tener hijos "dejan de alzar la mano y empiezan a retraerse" porque saben que trabajar más y ser promovidas implica alejarse del sueño de establecer una familia.

Otras lo han logrado porque tuvieron sus hijos cuando tenían entre 20 y 30 años, de modo que para cuando ellas cumplieron 40 ya ellos estaban grandes y eso les ayudó a continuar su ascenso hacia posiciones de poder. O porque tienen cómo pagar niñeras o cuentan con esposos cuyos trabajos son más flexibles y se hacen cargo de los hijos. Pero actualmente las mujeres se casan y quedan embarazadas más tarde, lo que dificulta que puedan seguir con la misma intensidad su carrera. Aun más, muchas son madres solteras y no tienen las opciones de sus congéneres más privilegiadas, que han tenido una educación permanente y la suerte de casarse con maridos que apoyan sus carreras. "A mí me tocó criar mi hijo por teléfono, desde la oficina", dice una madre cabeza de familia.

Precisamente, uno de los cambios que ella propone es que la sociedad deje de valorar el tiempo presencial que los empleados pasan en las oficinas. Slaughter cree que se pueden resolver asuntos de Estado desde la cocina de la casa y que hay que aprovechar la tecnología para hacer más teleconferencias y menos viajes. También propone enlistar a los hombres en el mismo ejército de las mujeres para luchar por esa misma causa. Las expectativas de ellas, además, deben ajustarse a la realidad y, en lugar de una carrera escaleras arriba, lo que deben esperar es un camino más irregular "con mesetas periódicas e incluso descensos", que representarían las promociones que muchas de ellas dejan de aceptar por quedarse al lado de sus familias. La sociedad, además, debe empezar a valorar la familia sobre el trabajo para evitar que en las compañías el modelo a seguir sean aquellos que trabajan de sol a sol porque no tienen hijos ni compromisos.

Como era de esperarse, el artículo también ha tenido toda suerte de críticas. Lori Gottlieb, autora del libro Marry Him y colaboradora de la misma revista, la tildó de infantil, pues señala que nadie, ni los hombres ni las mujeres, pueden pretender tenerlo todo "simplemente porque cada decisión que se toma implica dejar atrás una opción". De hecho, Gottlieb señala que el papel de los hombres en la sociedad también se ha ido transformando a tal punto que ellos hoy también están viviendo las mismas limitaciones. Con ella coincide James Joyner, fundador del blog Outside the Beltway, que señala que la mayoría de hombres profesionales están casados con mujeres que tienen su propia carrera y muchos son menos exitosos que sus parejas, tanto en salario como en posición. Agrega que siempre habrá cargos que exigen mucho más que otros y que esa es una realidad a la que se enfrentan todos los trabajadores cuando sopesan sus ambiciones profesionales frente a las personales.

El debate continuará, de eso no cabe duda. Slaughter recalca que sí cree posible que las mujeres lo tengan todo, incluso que lo logren simultáneamente. "Pero no hoy y no de la manera como la sociedad está actualmente estructurada". Y el primer paso para generar los cambios depende de qué tanto las mujeres que hoy ocupan cargos de alto rango estén dispuestas a decir la verdad sobre cómo lograron llegar allí.