HAMBRE EMOCIONAL

La tristeza tiene apetito

Comer cuando se está estresado, triste o feliz puede llevar a desórdenes alimenticios. Expertos dicen qué hacer para evitar comer cuando los sentimientos son abrumadores.

10 de octubre de 2009

Hay niñas que después de una pelea con su novio sólo piensan en comer un helado de chocolate. Otros prefieren picar de una cosa y otra cuando están estresados. A las personas que comen según su estado de ánimo se les conoce como comedores emocionales. Según Jane Jakubczak, nutricionista de la Universidad de Maryland, estos individuos recurren a la comida por razones diferentes al hambre, especialmente para obtener o mantener un sentimiento. Las investigaciones han mostrado que hay gente que lo hace incluso cuando se siente eufórica.

La nutricionista Carolina Camacho ha hecho una clasificación de aquellos que se dejan influir por las emociones a la hora de comer. El impulsivo, según ella, está demasiado ocupado para prestar atención a la comida, es desordenado en sus hábitos alimentarios, pica mucho entre horas y come mientras realiza otras actividades. Señala que hay personas que comen por puro aburrimiento, a las que clasifica como vigorizadores. "Son las que utilizan la comida como estimulante para no estar desanimados", dice Camacho .

La situación no sería grave si estas personas comieran frutas o verduras en dichas circunstancias. Pero, según Brian Wanskink, director del laboratorio de alimentos de la Universidad de Illinois, los comedores emocionales buscan platos con alto contenido calórico durante esos estados de ánimo. "El helado es el primero de la lista", apunta. Y luego le siguen el chocolate y las galletas, que son los preferidos de las mujeres, quienes están en riesgo mayor de sufrir de este problema. En un estudio publicado en 2000 en American Demographics, Wamskink encontró que la gente feliz prefiere la pizza mientras que los tristes escogen el helado y la galletas para sobreaguar sus penas. Los que se sienten aburridos optan por las papas fritas. Otros estudios han hallado que los más estresados son asiduos clientes de las hamburguesas y bebidas alcohólicas.

Según Jakubczak, el 75 por ciento de los casos en los que la gente come de más se debe a algún sentimiento. El comer emocional, por lo tanto, supone un riesgo de obesidad en estas personas. De hecho, un estudio realizado por Aitziber Pascual Jimeno en la Universidad del País Vasco, encontró que cuando las emociones influyen en la dieta de una persona, hay gran riesgo de desarrollar un desorden alimenticio.

Los especialistas señalan que las comidas reconfortantes son remedios a corto plazo de los problemas emocionales. Debido a que tienen muchas calorías producen cierta satisfacción al aumentar el nivel de hormonas encargadas de producir calma y felicidad en el cuerpo. Esta conducta podría tener su origen en la infancia, si se trata de familias en las que se les ofrecían a los niños dulces y helados cuando estaban tristes.

Lo más importante es que los pacientes tomen conciencia del problema. Una manera es apuntar en un diario todo lo que come y asociarlo al sentimiento que impulsó esa ingesta. Lo ideal es aprender a manejar estos estados de ánimo con estrategias diferentes a comer de más.