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La vida es bella

Dos investigadores aportan luces para saber cuál es la clave de la felicidad.

26 de febrero de 2002

Desde hace varios años los sicólogos se han interesados por entender el misterio de la felicidad desde la perspectiva de las personas que nunca logran conseguirla. Por eso llamó la atención el estudio realizado por los doctores Ed Diener, de la Universidad de Illinois, y Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, quienes prefirieron estudiar el mismo tema pero desde la perspectiva de quienes se sienten a gusto con la vida. Para adelantar su trabajo, publicado en el Journal of Psychological Science, ellos compararon tres grupos de estudiantes universitarios: uno de jóvenes muy felices, otro grupo con felicidad promedio y un tercero conformado por personas tristes.

Los expertos encontraron que los más contentos se diferenciaban de los otros porque eran más sociables, pasaban menos tiempo solos y estrechaban fuertes lazos afectivos, tanto con amigos como con una pareja. Además eran menos neuróticos que sus compañeros y casi nunca tenían ideas suicidas y evocaban con más frecuencia las experiencias positivas que las negativas. Pero lo curioso del estudio es que no se encontró una relación entre felicidad y comportamiento, que en el pasado se creía que estaban asociados con la sensación de bienestar. Los estudiantes felices no hacían más ejercicio, no dormían más y no eran más religiosos que el resto de la muestra.

Lo paradójico del informe es que tener buenas relaciones con otras personas, ya sea en el trabajo o en el estudio, no garantiza la felicidad. Así quedó demostrado en el grupo de los tristes, quienes a pesar de tener una vida social activa no estaban satisfechos consigo mismos ni con su entorno.

Ser individuos felices tampoco garantiza que se viva en un jardín de rosas. Las personas más optimistas también tienen malos días y bajos estados de ánimo, pero esto no debe tomarse como un problema sino como una prueba de que el sistema emocional está funcionando adecuadamente. Aun más, los momentos de tristeza son buenos en la medida en que obligan al individuo a cuestionarse su situación actual y buscar nuevas salidas.