S I Q U I A T R I A

A largo plazo

Muchos abandonan en forma prematura el tratamiento de la depresión. Aparece una droga que busca que los pacientes se mantengan en él.

5 de noviembre de 2001

Aunque en el lenguaje coloquial se usen como sinónimos, tristeza y depresión son dos términos muy diferentes. El primer sentimiento es normal y pasajero. El segundo es una enfermedad que el paciente debe tratar con un especialista para que pueda curarse. En Colombia se estima que una de cada cinco personas sufre de esta problema. Se manifiesta con síntomas muy concretos que permanecen por más de una semana: ánimo bajo, pérdida de gusto por las actividades diarias, falta de sueño y de apetito, pérdida de memoria, sentimientos sobre la muerte.

En Colombia menos del 50 por ciento de quienes sufren depresión han sido reconocidos como tales y sólo la mitad de los deprimidos reciben alguna forma de tratamiento. Esto se debe a la creencia generalizada de que los medicamentos antidepresivos vuelven adictas a las personas. También es un obstáculo la idea generalizada de que la depresión es un problema de debilidad y fragilidad de estas personas. Esta percepción hace que los familiares y amigos del enfermo no le brinden el debido apoyo. “Les piden que pongan de su parte, les echan la culpa”, afirma el medico siquiatra Javier León. Pero si pudieran hacer algo no estarían deprimidos, agrega. La depresión es un padecimiento biológico que se cree surge debido al desequilibrio de sustancias químicas en el cerebro —como la serotonina— que son responsables del estado de ánimo y las emociones, entre otras cosas. La función de los medicamentos es restablecer ese desequilibrio. El tratamiento de la depresión tiene dos etapas: la primera consiste en solucionar los síntomas y la segunda, también conocida como etapa de continuación, tiene como propósito impedir que el paciente tenga una recaída. Las drogas actúan incrementando la cantidad de serotonina disponible para las células del cerebro.

Pero aun cuando el paciente reciba un diagnóstico y un tratamiento existen obstáculos para que éste tenga un óptimo resultado. De acuerdo con el doctor León muchas veces los pacientes son tratados con dosis que están por debajo de lo normal. Muchos de ellos, además, en cuanto se sienten bien dejan el medicamento porque ya no tienen los síntomas. “No entienden que la droga no es sólo para hacerlos felices o quitarles los síntomas sino para recuperar la química del cerebro”. Por eso dejar el tratamiento a mitad de camino es un error pues quienes lo descontinúan en forma prematura tienen mayores probabilidades de sufrir una recaída entre los siete y 24 meses de la iniciación del mismo.

Los medicamentos antidepresivos que se usaban antes de 1980 eran efectivos pero tenían efectos colaterales desagradables. Pero en la década de los 80 aparecieron los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, o Isrs,que son eficientes y mucho más tolerables para el organismo. No son sedantes y han demostrado ser eficaces para restablecer la energía en pacientes deprimidos que se encuentran cansados, sin motivación y sin energía.

Entre este grupo de fármacos se encuentra el Prozac, que fue el primero de esta nueva clase de antidepresivos. La compañía farmacéutica Eli Lilly, que lo descubrió y lo produce, lanzó la semana pasada en Colombia una nueva presentación de su medicamento para lograr que los pacientes se adhieran más fácilmente al él. Se trata de Prozac Durapac, una pastilla básicamente con el mismo producto —clorhidrato de fluoxetina— pero con una dosis mucho más alta que la de la pastilla diaria. Este medicamento se va liberando poco a poco en el cuerpo, lo que permite que la persona sólo tenga que tomarla una vez a la semana. “Con esto se espera que el paciente tenga un mejor apego al tratamiento pues sólo debe tomarla cuatro veces al mes”, asegura León. Esta nueva presentación está recomendada para la fase de continuación.

Aunque este es un gran esfuerzo por eliminar los obstáculos para que los pacientes se adhieran mejor a su tratamiento todavía queda pendiente el del costo de los mismos. Un tratamiento mensual puede estar en el orden de los 100.000 pesos, lo cual deja a muchos enfermos sin mayores posibilidades de curación.

No obstante el primer y mayor mito que debe destruirse es que la depresión es un problema sin solución y que responde a falta de fuerza y motivación de la persona. Por eso la mejor recomendación es que quien tenga estos síntomas consulte a un médico para que éste pueda diagnosticarlo correctamente y darle el tratamiento que se merece.