LOS 10+

Las 10 cosas más molestas de las busetas, lista final

El proceso de bajarse, toda una hazaña; la distribución de las sillas; el comercio misceláneo; “el señor de azul ¿me colabora hacia atrás?”; el roce social/sexual.

Andrés Alba Escamilla
22 de febrero de 2012

El proceso de bajarse, toda una hazaña
 
Cuando la buseta está absolutamente copada y aún falta una docena de cuadras para llegar al destino, es imprescindible empezar ese tortuoso proceso de bajada. Si se logra a tiempo reduciendo al mínimo el roce con la turbamulta y preservando la billetera y el celular, es toda una hazaña.
 
Tatiana González cuenta su experiencia: "Las bajadas hacen del trayecto una emoción inexplicable. La angustia empieza cuando uno ve que otros usuarios timbran y el timbre no sirve o simplemente no cumple con su función , pues el conductor no oye, lo ignora o va haciendo carreras. Pasar a través del bus, si uno está desde adelante implica empujar a los demás pasajeros, o en su defecto si va desocupado y adicionalmente rápido tratar de atinar en coger los agarrederos de las sillas para no caerse y finalmente encontrar el timbre y empinarse y ver cómo el lugar de tu parada pasa enfrente tuyo y lo ves en la ventana trasera del bus".
 
La distribución de las sillas y el diseño ‘económico’ del espacio

Es cierto que el promedio de estatura de los colombianos no es superior a 1,70m, sin embargo, no cabe duda de que los ingenieros y diseñadores (bien sean profesionales de universidad o empíricos de la industria) que idearon la repartición ‘económica’ de los asientos dentro de las busetas, pensaron de manera equivocada en vehículos para una sociedad de pigmeos.
 
Adrián Camilo Méndez asegura que lo peor es “el pésimo diseño interno y distribución de sillas. Desde mis 17 años alcancé el 1.80m que aparece en la cédula y me di cuenta de que no sólo eran las cuestiones de la adolescencia, simplemente no encajo en este sistema, y literalmente no encajo en las sillas de las busetas, forzando de forma poco saludable mis rodillas y asegurando ruptura doble de fémur en un choque, todo por ganar dos puestos. Esto pasa cuando los astros se alinean y logro encontrar un puesto vacío, de lo contrario el único lugar donde puedo acomodar medianamente mi humanidad es en las claraboyas de la buseta, donde practico fogueo de cabezazo a las barras”.

Que el conductor/cajero/administrador no tenga vueltas
 
No tener ‘sencillo’ no es necesariamente una situación premeditada por los usuarios de buseta. Sabiendo que al pagar el pasaje con un billete de alta denominación se corre el riesgo de ser víctima de una equivocación humana donde se pueden perder las ‘vueltas’, el dinero menudo es casi un requisito para utilizar el servicio. Sin embargo no siempre se cuenta con esa suerte.
 
"Si uno pasa un billete de más de 5.000 pesos el conductor sale con el clásico "¿no tiene más sencillo?", o "siga que ahora le doy las vueltas" (en espera que uno las olvide, a mí sí me ha pasado), y en el peor de los casos lo bajan de la buseta por no tener la cantidad adecuada”, dice Adrian Camilo Méndez.

El comercio misceláneo
 
Así sea informal, el trabajo no es deshonra, el trabajo dignifica, y frente a la complicada situación de empleo que existe en el país (y en el mundo), el rebusque y la recursividad para lograr algunos miles de pesos debería ser valorado. Sin embargo, el comercio misceláneo que abarrota a las busetas es para muchos una molestia más que una solución a la necesidad de un caramelo, un almanaque de cocina italiana o un espectáculo artístico.
 
Heriberto Martínez asegura que lo más molesto son "los vendedores que casi lo obligan a uno a saludarlos, a recibir el producto 'supermanoseado' o a aplaudir a los que hacen cualquier monería y tildan a los que no siguen la corriente de incultos y maleducados".

"El señor de azul ¿me colabora hacia atrás?"
 
Suponiendo que más allá de la estatura, en ‘anchura’ los colombianos somos supremamente estilizados, y que en realidad, en beneficio de la familia del conductor y del bolsillo del empresario del transporte la distribución ‘económica’ de las sillas es válida, aún así, no se justifica intentar meter ciudadanos donde físicamente no es posible. Por más que la fuerza de voluntad del conductor sea infinita, el bus, como cualquier espacio, tiene un límite.
 
Se trata de ese momento cuando luego de lograr subir al vehículo con dificultad y contra la propia voluntad porque no había otra opción para llegar a casa, en medio de la recua que más parece una barra brava, el conductor lo localiza por su vestimenta y le dice: "El señor de azul ¿me colabora hacia atrás?". En ese momento solo provoca invitar al chofer a hacer parte de los pasajeros para comprobar su tesis del espacio infinito.
 
La arbitrariedad de algunos conductores
 
Sin la intención de generalizar, la arbitrariedad de algunos conductores de buseta es sin duda una de las cosas más molestas. En ocasiones, pareciera que no son conscientes de que a sus espaldas llevan personas y que piensan que las normas de urbanidad no aplican para la calle.
 
Para el mayor Rodrigo Arturo Ramos, "lo peor de las busetas en Bogotá es la mentalidad de muchos de sus conductores que no sé por qué tienen la concepción errada de ser dueños de la vía y parquean, frenan, aceleran y hacen lo que se les da la gana".

El trasbordo no planeado

Que el vehículo se vare, eso le puede pasar a cualquiera, y no necesariamente el conductor es el culpable. Seguramente algo tendrá que ver el mantenimiento del bus y la normatividad para su circulación. Pero lo realmente molesto es el trasbordo no planeado que se debe realizar cuando un bus encalla en mitad de una avenida atestada de más buses, más gente y polución.
 
Juan Camilo Cuellar Mantilla describe así el episodio: "Consiste en estar plácidamente sentado (cosa curiosa en una buseta bogotana), cuando, de repente, se detiene el automotor y el conductor, de manera perentoria, solicita colaboración para que todos los pasajeros se trasladen a otra buseta con idéntica ruta. Al hacerlo, se pierde el asiento, se hacina la gente, y se viaja a velocidad de crucero, probablemente cumpliendo con las sugerencias de un controlador de ruta".
 
La música ‘guapachosa’ y la programación de la radio

Entre gustos no hay disgustos, pero es claro que cuando se trata de un espacio público, es preciso que todo sea un poco más democrático, incluyendo por supuesto la música. Que Colombia sea un país ‘sabroso’ en medio del trópico, no quiere decir que todos y cada uno de los ciudadanos son la reproducción cotidiana de los salseros, merengueros y reggeatoneros que se escuchan comúnmente en los buses.
 
Dice Anibal Poveda Estupiñán que “lo que más me molesta o mejor me irrita es que sintonicen esas funestas emisoras que tienen una programación propia para desadaptados, pervertidos sádicos, etc., porque los temas y los chistes que de allí salen al aire, van en contravía de lo que es un medio de comunicación que, además de transmitir eventos importantes, está en la obligación de promocionar la educación y la cultura, cosa que en la práctica no sucede”.
 
La cadena de pago, de atrás hacia adelante
 
La solidaridad debe ser máxima de vida en las relaciones sociales, y no cabe duda que cuando se puede ayudar a otro ciudadano, la posibilidad se convierte en un deber. Es el caso de las cadenas de pago, de atrás hacia delante, donde más allá de las molestias que puedan causar, no hay opción de no recibir esas monedas envueltas en billete de mil.
 
Esto sucede cuando luego de comprobar que la tesis del espacio infinito no funciona por delante, el conductor decide seguir invitando gente a la fiesta por la puerta trasera. Como no es posible atravesar la turbamulta para cancelar el servicio, el dinero debe hacerse llegar al punto de pago con la ayuda de la multitud.

El roce social/sexual
 
Muy probablemente, lo más molesto, incómodo e irritante de la aventura que suponen los viajes en busetas ejecutivas, es el roce social/sexual. Este momento, particularmente se da en toda la travesía: en la subida, durante la estadía, y como no, en la bajada. Así mismo, todos sin discriminación alguna a excepción del conductor, son víctimas del roce.
 
Es social, porque indiscutiblemente se llega a un nivel de integración que no se vive en ningún otro lugar, ni siquiera en el estadio donde las tribunas están divididas de acuerdo a la capacidad adquisitiva. El bus no discrimina de procedencia económica, cultural o religiosa. Es sexual, porque los miembros del cuerpo que fisiológicamente están destinados a la reproducción y al placer, viven aquí todo un festín, el problema es que el festín es obligado e indeseado.
 
 
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