Finanzas personales

Las trampas del dinero

La fuente más habitual de conflictos en las parejas es el manejo de la plata. Según un estudio, hay que evitar cuatro errores claves.

2 de julio de 2011

En la guerra, como en el amor, todo vale: la cuota del apartamento, las tarjetas de crédito, el colegio de los niños, los servicios públicos. Y muchas veces las parejas tienen conflictos serios sobre cómo asumir estos gastos, porque casi nunca se detienen a discutirlo en serio. ¿Tener cuentas separadas? ¿Quién paga qué? ¿Mejor ahorrar? ¿Cuáles son las prioridades financieras? Estas y otras preguntas que nunca se ponen sobre la mesa salen a la superficie en forma de frustraciones, reclamos y resentimientos en la relación, cuando las parejas no tienen un sentido de empresa en el matrimonio y cada uno gasta por su cuenta.

Por eso, no es raro que los psicólogos digan que el dinero no lo es todo en el matrimonio, pero cuando causa conflictos, lo puede acabar. "El manejo del dinero y la familia política son hoy los dos grandes conflictos que generan rupturas", señala Álvaro Sierra, consejero matrimonial y autor del libro Pero si nos queríamos tanto. Un estudio hecho por la firma Patrimonio Consulting Services corrobora esta visión. El trabajo encontró cuatro trampas en el manejo del dinero en las que caen con mucha frecuencia las parejas colombianas.

La primera y más frecuente trampa es la infidelidad financiera, en la que alguno piensa que esconder dinero de su pareja es una ganancia. Ocultar cuentas o dinero en efectivo, o no reportar una deuda o una compra importante hacen parte de esta categoría. "Es la causa de rompimiento número uno, -señala Bonnie Eaker Weil, psicoterapeuta y autora del libro Financial Infidelity- porque es sutil y nadie cree que está haciendo algo malo al asumir ese comportamiento". En este error también incurren quienes no revelan su sueldo a su cónyuge ni dejan que sus cuentas lleguen a la casa por temor al escrutinio.

El estudio de Patrimonio Counsulting también revela que en este error caen tanto hombres como mujeres, y lo hacen por miedo a que sus parejas critiquen sus gastos o por desconfianza de la manera como el otro maneja la plata. Esto los lleva a hacer ahorros a escondidas para tener un territorio asegurado en caso de que las cosas vayan mal o a hacer inversiones sin contar con el voto del otro porque no creen que su opinión sea calificada. A veces lo hacen por simple egoísmo. "Las parejas tienden a seguir viviendo en este aspecto como solteros, porque se les dificulta ver el matrimonio como una comunidad de bienes", señala Sierra.

Según el informe de Patrimonio, esto es perjudicial porque el matrimonio debe ser visto como una empresa, y para que prospere, su junta directiva, en este caso, la pareja, debe tener una visión conjunta y debe llegar a consensos, para lo cual un panorama financiero exacto es crucial. "Estos dos socios no pueden funcionar como ruedas sueltas", señalan los autores del trabajo. Además, cuando se esconde el dinero se atenta contra la confianza del otro, porque es una forma de mentir que puede ocasionar incluso infidelidad sexual.

De la mano de esta situación está la segunda trampa: creer que el que gana más o el que sostiene con su sueldo el hogar tiene el control de las decisiones familiares. Segun Jeff Opdyke, autor del libro Love and Money, muchos saben que el dinero no es sinónimo de poder, pero paradójicamente en la vida diaria, maridos y esposas asumen tácitamente que quien trae el pan a la mesa merece ciertos privilegios. "Tengo libertad de comprar lo que quiera, es mi dinero" es uno de los argumentos más frecuentes que esgrimen quienes ganan más que sus cónyuges. Otros asumen que por sostener el hogar ya están contribuyendo suficiente al matrimonio y se sienten eximidos de las demás obligaciones hogareñas. En ese esquema, el que gana menos debe asumir toda la carga de la vida doméstica, lo cual es injusto. "Eso contribuye a sentir frustración y resentimiento. El cónyuge inconforme evita discutir el tema por temor a sonar poco agradecido", señala Opdyke.

De acuerdo con el estudio de la empresa Patrimonio Counsulting, anular la voz y el voto de un miembro de la pareja porque no tiene un trabajo bien remunerado o porque está dedicado al hogar es una muestra de menosprecio y arrogancia. El informe señala que en Colombia algunos maridos que son proveedores totales en el hogar ofrecen una mesada para los gastos. Pero lo ideal es que ambos, tanto el que está en casa como el que trabaja, tengan las mismas facilidades de gasto y compartan una misma cuenta bancaria. Ante todo, debe primar la confianza. "Lo que se busca es que ambos se sientan parte de un mismo equipo". En caso de que alguno trabaje pero gane menos, que es la situación de buena parte de las parejas colombianas, se aconseja que ambos aporten al hogar en porcentajes acordes a sus sueldos.

La tercera trampa es tratar de llevar un nivel de gastos que la pareja no pueda sostener solo por guardar las apariencias. En el informe de Patrimonio, los expertos aclaran que progresar es bueno y debe ser una de las metas en un matrimonio. El error consiste en gastar desmedidamente para gozar de un estilo de vida alto, sin pensar en construir un patrimonio. Mientras la familia tenga un ingreso fijo con el que pueda sostener ese estatus, no hay problema. El lío surge cuando uno de los dos es despedido de su cargo. En estas circunstancias, bajar el ritmo de gastos ya no será una opción, sino una obligación. Es cuando muchos lamentan no haber sigo precavidos. Según el estudio, esto sucede en parte por falta de un plan financiero familiar que contemple no solo metas que se alcancen a mediano y largo plazo, sino también la disposición de sumas mensuales para ahorros que ayuden a sobreaguar este tipo de contingencias.

La familia política también pone contra la pared a la pareja frente al dinero. Hay varias modalidades. Una de ellas se da cuando intervienen demasiado y le dan a la pareja dinero para que viva holgadamente o la llenan de regalos para que no le falte nada. Pero al hacerlo, estos padres se sienten con derecho a opinar sobre lo que deben o no hacer. Según Sierra, las madres que han criado solas a sus hijos son más proclives a intervenir en el matrimonio de ellos debido a que tienen una relación de apego muy fuerte y quieren seguir vinculadas aun cuando ya se han ido de la casa.

En otras ocasiones son los suegros lo que meten las narices cuando invitan al yerno a participar en algún negocio familiar, aparentemente con una intención sana y generosa, pero en la práctica terminan ejerciendo, consciente o inconscientemente, cierto control en favor de la hija. "Yo les recomiendo a los jóvenes que se casan que pongan una distancia con sus padres y reclamen autonomía financiera para que no haya forma de control", dice Sierra.

En el estudio de Patrimonio, otra manera como los familiares dificultan el manejo del dinero en la pareja es cuando hay que ayudar al sostenimiento de un hermano, primo o sobrino que está en la olla. La situación se torna más difícil cuando el familiar en problemas es el de la pareja que no trabaja. Lo ideal, según los expertos, es ofrecer una ayuda financiera por un tiempo limitado, pero exigir a cambio una estrategia por parte del familiar para salir adelante. "No se puede dar el pescado, sino ayudar a pescar", dicen los autores del trabajo. Pero lo más importante es que la ayuda, cualquiera que sea, debe ser acordada previamente por ambos.

La clave en este tema es entender que el matrimonio, además de una convivencia, es un consorcio económico y las decisiones que cada uno tome con el dinero, así sea producto del sudor de su frente, afectan a los otros miembros del clan. Los expertos señalan que para evitar problemas las parejas deben hacer un fondo común con un porcentaje de su sueldo y establecer una cantidad específica para gastos personales, rubro del que cada cual podría disponer como a bien tuviera. El resto de gastos, señalan, debería ser siempre por consenso. Y hay algo de razón. No más hay que imaginar qué pasaría si su pareja, sin contarle nada, firmara unos pagarés para ayudar a su hermano en una inversión, desgraciadamente quebrara y tuviera que asumir la deuda. Y como no previó nunca este desenlace, ahora no tiene con qué responder. ¿Solución? Hay que vender el carro, que usted utiliza para movilizarse hacia su trabajo. Como lo dice Sierra, esa pequeña firma que se hizo sin consultar al otro y sin medir el riesgo podría ser "una fuente inagotable de conflictos".