educacion

Lectura en la cuna

Un novedoso sistema que fomenta la lectura desde los primeros meses prepara mejor a los niños para el colegio. Pronto llegará a Colombia.

5 de mayo de 2003

La semana, pasada mientras daba una vuelta por la Feria del Libro de Bogotá, Edwin Correa se llevó una sorpresa: una de las promotoras del stand de Fundalectura le dijo que el niño que llevaba en brazos podía leer. "Pero si es apenas un bebé de ocho meses. Ni siquiera sabe hablar", le contestó en medio de la incredulidad. No obstante el interés por ver de qué se trataba lo obligó a indagar más. No era, como había pensado en un comienzo, uno de esos "cursos rápidos garantizados para aprender a leer en seis meses, garantizado y si no le devolvemos su dinero". Después de la charla resultó que, efectivamente, su hijo sí podía disfrutar del placer de la lectura, pero en la medida de sus posibilidades, gracias al tiempo que él como papá le dedicara y especialmente a través de sus palabras. Al igual que la mayoría de los padres, Correa siempre había creído que la lectura en los niños era un asunto que cobraba importancia alrededor de los 4 ó 5 años y del cual se debía ocupar el colegio. Aunque en su casa nunca han faltado los libros infantiles no era propiamente el tema más prioritario en la crianza de su pequeño Juan. Pero debería serlo, al igual que la alimentación, las vacunas y los demás cuidados físicos. Eso es lo que propone 'Bookstart', un programa ideado por dos pedagogos ingleses que a simple vista consiste en un paquete con un libro infantil, una invitación a vincularse a la biblioteca local, un listado de obras recomendadas para los niños de acuerdo con su edad y una guía para padres sobre cómo compartir los textos infantiles con sus hijos. Aunque es una pequeña bolsa la filosofía del programa es enorme pues habla de la importancia de involucrar desde muy temprano al niño en el universo de los libros, no sólo para que en el futuro tenga un mejor desempeño en áreas como matemáticas y lenguaje sino también para establecer un lazo afectivo más estrecho con sus padres. No es de extrañar, entonces, que este programa haya tenido tanto éxito. Se inició hace 10 años en Birmingham, Inglaterra, y ya se ha implantado en diferentes países del mundo, como Australia, Japón, Nueva Zelanda y Canadá. Sus creadores, Maggie Moore y Barry Wade, fueron invitados por Fundalectura y el Consejo Británico para dar a conocer su programa en la Feria del Libro y estudiar la posibilidad de ponerlo en práctica en Colombia. El éxito del programa no consiste únicamente en ofrecer un libro. Es todo un plan que se basa en dos ideas. La primera es comenzar la lectura desde muy temprano, cuando muchos padres asumen que el niño es muy pequeño, no sabe leer y su atención es dispersa. "Yo no puedo decir cuándo es mejor, si a los 2 meses o a los 8. Lo importante es comenzar temprano y no cuando los niños estén en preescolar", explica Moore. La segunda es que el objeto libro como tal no es suficiente para generar hábitos de lectura. Hay que acompañarlo siempre en este proceso, lo cual implica leerle la historia en voz alta o inventársela, hacer los cambios en la entonación en forma adecuada e incluir mímica. Los investigadores tienen evidencia de que un pequeño de 4 meses puede quedarse por lo menos 15 minutos embebido mientras sus padres le leen un cuento, lo cual echa al traste la vieja creencia de que los niños tienen muy poca capacidad de concentración. En la guía los padres también aprenden que es necesario enseñar a los niños a sostener el libro, a pasar las páginas, a conocer cuál es la dirección de la escritura y a señalar y reconocer los dibujos, cosas que suenan muy simples pero que son muy importantes para prepararlos para leer. Contar la misma historia una y otra vez también es fundamental pues ayuda a los pequeños a memorizar textos y a conocer cómo funciona la gramática en un determinado idioma. Esto lo saben Maggie y Barry hoy después de haber evaluado el programa porque cuando nació 'Bookstart' lo único que tenían eran una corazonada. Los dos habían notado que en los hospitales el sistema de seguridad social les obsequiaba a las nuevas madres un kit que incluía crema, pañales, medicinas y otros artículos para suplir las necesidad físicas del niño. "Pensábamos que eso no era suficiente, que hacía falta algo para las necesidades afectivas". Basados en su propia intuición y en la lectura de ciertos reportes que mostraban que los niños tenían más capacidades visuales, cognitivas y auditivas de las que la gente sospechaba, pensaron en agregar un libro a aquella bolsa. La oportunidad sólo les llegó en 1993 cuando les otorgaron un fondo para financiar el proyecto. Sin pensarlo dos veces armaron su propio kit y lo entregaron a 300 familias, la mayoría de ellas con bebés de 8 meses, edad en la que los padres se acercaban a los centros de salud para hacerles un chequeo visual y auditivo a sus pequeños. En ese momento los estudios de observación mostraron que los niños involucrados en el programa 'Bookstart' se concentraban más, estaban más interesados en los libros y tenían más interacción con los adultos que el grupo control. Otras investigaciones realizadas años más tarde concluyeron que los niños de 'Bookstart' estaban más adelantados en matemáticas y lengua inglesa que los otros. Cuando terminaron el preescolar y tuvieron que presentar los exámenes oficiales los investigadores notaron que los resultados de los niños de 'Bookstart' eran consistentemente mejores que los de sus compañeros, no sólo en matemáticas y lengua inglesa sino también en todo el currículo. Los autores del programa explican que compartir los libros de manera temprana los ayuda a desarrollar su capacidad para enfocarse y concentrarse, dos elementos básicos para el aprendizaje. "Hay que tener en cuenta que si sólo dedican 15 minutos al día a leer cuentos a su niño, para cuando éste ingrese al preescolar ya habrá tenido 2.000 horas de lectura y de interacción con un adulto, lo cual los coloca en una ventaja frente a los demás", dice Maggie. Pero tal vez lo más interesante es que los niños de 'Bookstart' tienen un lazo afectivo más sólido con sus progenitores al parecer porque los libros les hablan de los sentimientos de otros y les enseñan a ver cómo la manera de pensar puede cambiar, dependiendo de las circunstancias de la vida. Todo esto, creen ellos, fomenta el desarrollo emocional del niño, los prepara para relacionarse con sus seres queridos y actúa como una vacuna contra la violencia. De hecho, Maggi y Barry sostienen que los niños de 'Bookstart' son expulsados menos de sus colegios y tienen un riesgo menor de asumir un mal comportamiento o de delinquir, una hipótesis que investigarán a fondo más tarde cuando estos sean adolescentes. Sobre todas esas bondades de 'Bookstart' tenía conocimiento Fundalectura, una entidad que está preocupada por aumentar el índice de lectores en Colombia pues, de acuerdo con una encuesta de hábitos, en el país cada vez se lee menos. También se alarmaron al ver que los padres ponían el énfasis de la lectura en la etapa escolar o después, cuando es mucho más difícil persuadirlos de apagar el televisor o el computador para que se sienten a leer un libro. Otro problema que ya está identificado es que la lectura en los niños escolares hace parte de las obligaciones académicas y no de actividades placenteras. "A ningún niño después de jugar fútbol le preguntan cuántas veces se le escapó el delantero que tenía que marcar o por qué cuando remató al arco le puso la pelota en las manos del arquero en lugar de apuntar a un ángulo", dice Carmen Barvo, directora de Fundalectura. Teniendo en cuenta estos obstáculos la institución ha realizado todo un programa para fomentar esta actividad, lo cual incluye hacer contactos con entidades gubernamentales para ver si el proyecto 'Bookstart' puede llevarse a cabo en Colombia. Mientras esto sucede los expertos señalan que en realidad no hay reglas. Lo importante es que se haga temprano, más de una vez al día, que el niño cuente con la compañía de su madre o de cualquier otro miembro de la familia y que se escojan los textos adecuados para cada edad. En los pequeños deben ser libros con rimas que tengan ritmo y repeticiones, o juegos. Pero tal vez lo importante es que este proceso nunca se detenga y que los niños se conviertan en adultos sin que sea necesario dejar de contarles historias. Porque, como dice Maggie, una de las grandes desventajas de envejecer "no son las arrugas ni el aumento de peso sino que ya nadie dedica tiempo a relatar historias en voz alta".