LICENCIA PARA CASARSE

La Iglesia Católica se puso las pilas con los cursos<BR>prematrimoniales, con miras a evitar los divorcios.

29 de agosto de 1994

Los fines de semana muchos novios en vísperas de matrimonio tienen ya un programa definido. No se trata de ir a cine o a discoteca. Van muy puntuales a cumplir con el requisito de asistir a un curso prematrimonial, indispensable para contraer matrimonio católico. Las parejas acuden el viernes en la noche, y el sábado y domingo a las parroquias a escuchar charlas que pretenden prepararlos para asumir el nuevo compromiso. Aunque los cursos existen desde hace casi dos décadas, lo cierto es que la Iglesia ahora se ha puesto las pilas para tratar de evitar el fracaso de esas uniones.
Una de las instituciones dedicadas a esta labor es el Centro de Pastoral Familiar para América Latina (Cenpafal). Según el sacerdote Gilberto Gómez Botero, director de esta entidad, estos cursos -de cuatro días consecutivos- son dictados por parejas casadas y un sacerdote, a grupos que por lo general están compuestos por 35 parejas. "Se enfatizan tres aspectos: hacer ver el matrimonio como una relación viva que hay que crear y mantener sana; el principio del matrimonio no como un contrato sino como un sacramento, y el concientizar a la pareja de que la relación pasa por muchas etapas y cada una tiene su propio reto". Aunque muchos podrían pensar que a estas alturas las parejas de novios tienen una expectativa real acerca del matrimonio, la experiencia de quienes dirigen estos encuentros demuestra que no es así. "Muchos piensan que el matrimonio les ofrecerá toda la felicidad del mundo, sin tener en cuenta que éste sólo brinda lo que ellos mismos le aporten", señala el sacerdote. El otro lado de la moneda es el temor al fracaso. "El problema es que todas las parejas tienen la convicción de que ya se los han dicho todo y que entre ellos no hay ningún secreto, cuando en realidad es más lo que esconden que lo que revelan", sostiene Gilberto Gómez. Para superar todos los miedos, los orientadores enfocan gran parte del encuentro en darles a las parejas un espacio para que lleguen a un verdadero conocimiento de la persona con quien van a casarse. Esto supone un ejercicio de crítica y de autocrítica, además de la discusión sobre la manera como ven el matrimonio y el comportamiento que asumirían en determinadas situaciónes conflictivas típicas, como son la intervención familiar o los problemas económicos. Además de esta materia, las charlas están encaminadas a romper viejos patrones de comportamiento familiar -como el machismo, la infidelidad y el maltrato- que pueden ser considerados como normales por la experiencia vivida en sus hogares. "El principal objetivo es erradicar comportamientos que con el tiempo son la causa de problemas y conflictos. Lo importante es concientizar a la pareja de los acuerdos fundamentales del matrimonio y sus implicaciones en el comportamiento social, la relación familiar, el sexo, los hijos y en el manejo de la parte económica", dice el sacerdote.
Estos cursos no están destinados únicamente a novios en vísperas de contraer. Muchos de los asistentes son parejas casadas por lo civil que piensan hacerlo por lo católico. Pero también se encuentran recién casados que están repitiendo el curso porque quieren mejorar su vida matrimonial. Lo cierto es que son miles las parejas que asisten cada año a los encuentros destinados a prevenir el divorcio. Solamente a Cenpafal acuden aproximadamente 450 parejas al año. Pero no todas aprueban el curso. Después del encuentro, no son raras las parejas que deciden desistir del matrimonio o posponerlo. Según el sacerdote, "muchas entienden, a tiempo, que al pensar en casarse no lo han hecho seriamente. Se han preocupado más por los requerimientos sociales, que por el sacramento del matrimonio y sus implicaciones".
Algunas parroquias han decidido hacer un seguimiento de las parejas. Dentro de esta línea está la de San Diego en Bogotá, que cuenta con un equipo integrado por un sacerdote, un médico, un sicólogo, un abogado, una pareja de casados y una orientadora espiritual. Además del fin de semana, los asistentes cuentan con la asesoría permanente de los integrantes del equipo. Cada pareja deja sus datos y después de tres o cuatro años, la parroquia se encarga de verificar si verdaderamente los alumnos aprendieron la lección. "La idea es que compartan sus experiencias y vivencias con el grupo y que en caso de problemas tengan la ayuda para superarlos", afirma Piedad de Jiménez, coordinadora del encuentro.
La opinión de los expertos es que los jóvenes no han sido educados para el matrimonio. "Si para determinada profesión u oficio necesitamos de un tiempo de preparación, mucho más para asumir un compromiso como el matrimonio", dice Piedad de Jiménez. Elementos reales -como el manejo del dinero, una vida sexual sana, orientación sobre planificación familiar- que pretenden darles las claves para formar un matrimonio más sólido. "No presentamos ni una fantasía, ni un ideal, por el contrario, tratamos de hacerlos aterrizar resaltando la importancia de la aceptación del uno al otro".
Según datos recopilados por Gómez, 21.000 parejas contraen matrimonio católico cada año en la capital. Sólo en la parroquia de San Diego los registros indican que durante el año pasado se celebraron alrededor de 600 matrimonios. Mientras tanto los informes consultados en tres notarías de Bogotá, coincidenen cifras de 15 y 20 parejas que contraen matrimonio civil por primera vez. Lo que indica que los jóvenes siguen prefiriendo el matrimonio católico al civil.