Los antibióticos, utilizados por primera vez en la década de 1940, constituyen uno de los grandes avances de la medicina.

MEDICINA

Los antibióticos pierden la batalla

La aparición de una superbacteria resistente a cualquier medicamento reabrió el debate sobre la posibilidad de que en el futuro no haya forma de combatir las infecciones.

21 de agosto de 2010

La noticia divulgada la semana pasada sobre la propagación de una bacteria con capacidad para producir una enzima resistente a los antibióticos más poderosos alertó a la comunidad científica. La enzima en cuestión es conocida como NDM-1 (Nueva Delhi Metallo). La revista especializada The Lancet Infectious Diseases informó sobre el riesgo "claro y aterrador" de que se produjera una infección endémica y puso sobre el tintero un interrogante que tiene pensando a muchos: ¿será este el final de los antibióticos?

Aunque algunos expertos consideraron que el cuestionamiento era exagerado y dijeron que las superbacterias siempre han existido, no quiere decir que se trate de un problema menor. Según César Arias, infectólogo de la Universidad de Texas, la resistencia antibiótica es un problema prioritario para la Organización Mundial de la Salud y constituye una de las causas por las cuales la humanidad está en peligro. Jorge Cortés, presidente de la Asociación Colombiana de Infectología, explica que el inconveniente con las bacterias es que pueden mutar e intercambiar material genético que les permite sobrevivir no solo a los antibióticos, sino a condiciones difíciles de crecimiento. "Es simple evolución de Darwin -dice Cortés-. Creamos antibióticos que matan bacterias, y mientras más se usan es más probable que adquieran resistencia. Así entramos en un ciclo hasta que los antibióticos se acaban", dice.

Si bien aún no se debe hablar del fin, Arias sí considera que el mundo está en una situación crítica debido a la ausencia de alternativas para tratar este tipo de infecciones. La fabricación de un antibiótico puede demorar entre cinco y seis años, y la mayoría de las industrias farmacéuticas han abandonado la investigación porque no es tan rentable como otras drogas. "Las compañías están más interesadas en medicamentos que se van a tomar de por vida, como los relacionados con fallas cardiacas o el VIH, que en antibióticos que se usan por corto tiempo", dice Arias.

Cortés comparte esta preocupación y señala que desde hace 20 años no se ha invertido seriamente en este campo, y mientras hace 40 años se creaban varios antibióticos al año, hoy la producción es muy pequeña (entre uno y tres). "En nuestro país solamente uno o dos grupos han intentado identificar productos naturales con efecto antibiótico", anota. El problema es que no existe otra alternativa para combatir infecciones de este tipo y el tránsito constante de personas entre los países amplía la posibilidad de que las bacterias se trasfieran de un lugar a otro y que una persona sana desarrolle infecciones en cualquier tejido del cuerpo hasta matarlo. De hecho, la preocupación de estos días surgió cuando científicos de la Universidad de Cardiff descubrieron que bacterias con la enzima NDM-1, originaria de India y Pakistán, estaban en hospitales del Reino Unido y habían infectado a más de 50 personas que viajaron para someterse a procedimientos quirúrgicos.

Por otro lado, parte de la resistencia que desarrollan estos microorganismos se debe al uso inadecuado de los antibióticos, como el abuso o el consumo incompleto de las dosis. En muchos países en vías de desarrollo, como India, la gente puede comprar antibióticos sin prescripción, y en otras ocasiones son los mismos médicos quienes los recetan sin necesidad. "En los hospitales debería haber programas de uso racional de antibióticos, y la formulación debería ser dirigida por infectólogos", dice Cortés.

Para Arias, una de las salidas a este problema es fomentar la investigación en resistencia antibiótica y unir esfuerzos entre el gobierno y la academia para que las farmacéuticas aceleren la producción de este tipo de medicamentos. "De lo contrario -expresa Arias-, el pronóstico es muy malo y volveríamos a aquellas épocas, antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando las personas se morían por una simple infección".