LOS FANTASMAS DEL TITANIC

Expedición tripulada explora los restos del transatlántico, mientras se despejan mitos y leyendas que rodean el naufragio

8 de septiembre de 1986

Si las primeras fotografías de los restos del legendario Titanic, que se hundiera el 14 de abril de 1912, tomadas gracias a una sonda submarina que descendió a 4 mil metros de profundidad en septiembre pasado, sorprendieron al mundo, las últimas maniobras realizadas por un equipo de la marina americana, que logró descender la semana pasada a bordo de un minisubmarino y explorar durante 12 días el esqueleto del barco, han desilusionado por lo poco que revelan sobre uno de los naufragios más famosos de la historia.
Las razones de esta desilusión son sencillas. Allí, a 4 kilómetros bajo la superficie, reina la más absoluta oscuridad y el agua es demasiado sombría para permitir tomar fotografías a una distancia suficiente para captar un plano general del barco. Sin embargo, han sido tomadas suficientes fotos desde diferentes ángulos como para poder armar un mosaico que permita reconstruir, como si se tratara de un rompecabezas, una imagen del estado actual del naufragio. Una de las fotografías más impresionantes ha sido la de un balde de cobre que descansa sobre la superficie de la embarcación hundida y que ha sorprendido por su extraordinario brillo. El balde ha sido pulido por partícula flotantes y por fuertes corrientes submarinas, que en varias oportunidades amenazaron con hacer estrellar al minisub contra el Titanic.
Pero en el caso del Titanic, no sólo se han removido las aguas que bañan los restos del majestuoso barco. Como titulara el Herald Tribune hace pocos días, "No todas las leyendas que rodean al Titanic, deben despejarse bajo el agua". El hecho de que una reciente expedición haya bajado a las profundidades para explorar y fotografiar los escombros del transatlántico, no sólo ha revivido el interés por los detalles del naufragio, sino que ha avivado la polémica en torno a las leyendas sobre quienes se salvaron y quienes murieron en la tragedia.
LUCHA DE CLASES
Probablemente, uno de los mayores mitos es el que concierne a los pasajeros de primera clase, que representaban la crema de la sociedad y la industria norteamericana y británica. Las versiones históricas indican que los hombres ayudaron caballerosamente a las mujeres y a los niños a abordar los pocos botes salvavidas que muchas esposas optaron por permanecer al lado de sus maridos (tres lo hicieron); y que parejas en elegantes trajes de noche bailaron pieza tras pieza hasta que el barco se hundió bajo los acordes de "Más cerca, mi Dios, de ti".
El autor de "El hundimiento del Titanic y otros grandes desastres marítimos", publicado en 1912, escribió: "En ese momento, cuando se habían desvanecido todas las ilusiones sobre la posibilidad de un rescate, el heróísmo humano a bordo del Titanic llegó a su altura más sublime".
Sin embargo, los hechos no respaldan estos mitos. Y por el contrario, demuestran que el interior del Titanic fue escenario de un cruel enfrentamiento de clases, que determinó que los pasajeros que viajaban con los tiquetes más económicos, tuvieran que ceder a la fuerza, los pocos botes que había, a los pasajeros más ricos.
El porcentaje de hombres sobrevivientes de primera clase fue mayor que el de niños sobrevivientes de tercera clase. Los pasajeros de la clase económica fueron víctimas de un número anormal de casualidades adversas, principalmente porque la tripulación los encerró bajo cubierta, hasta el final. Sólo los más recursivos y afortunados se las arreglaron para subir a cubierta antes de que los botes salvavidas fueran lanzados al mar.
De las 179 mujeres que iban en tercera clase, 81 murieron, en contraste con 4 de las 143 que viajaban en primera clase (incluyendo las tres que prefirieron permanecer al lado de sus esposos) y con 15 de las 93 mujeres que viajaban en segunda.
Sólo un niño de los 29 de primera y segunda clase no apareció entre los sobrevivientes. 53 de los 76 de tercera clase se hundieron con el Titanic.
LA LEYENDA DEL CAPITAN
Mucho se ha hablado del comportamiento de la tripulación, y todas las historias indican que el capitán de la embarcación, Edward J. Smith, fue un héroe. Aunque es verdad que varios miembros de la tripulación dieron muestras de valentía y competencia, estas características no fueron generales: muchos de ellos, incluso, abandonaron sus puestos.
En lo que respecta al capitán, la historia dice que este hizo lo que correspondía a su honor: hundirse en compañía de su barco, rechazando los ofrecimientos de abordar un bote salvavidas. Pero la verdad es que por órdenes suyas el Titanic avanzaba a grandes velocidades, en épocas en las que no existían el radar o el sonar, y a pesar de las repetidas advertencias de buques cercanos en el sentido de que había multitud de icebergs en la zona. La presunción histórica indica que quería romper el récord de velocidad de un transatlántico, y por ello no atendió las advertencias. Un año antes, el capitán Smith había sido procesado por una corte naval británica por la colisión del hermano pequeño del Titanic, el RMS Olympic, que él comandaba, contra un crucero británico.
Los historiadores han catalogado el hundimiento del Titanic, ocurrido durante su viaje inaugural en 1912, como el final de una era de ostentación. Los pasajeros de primera clase pagaban tanto como US$4.350 por cada una de las lujosísimas suites de la embarcación. En contraste, las tarifas actuales de primera clase en el lujoso yate Queen Elizabeth II arrancan de menos de US$3.000. A pesar de 74 años de inflación, la tarifa más costosa en el QE II es de alrededor de US$6.850.
Las 190 familias que viajaban en primera clase del Titanic estaban acompañadas por 23 criadas, 8 valets e innumerables enfermeras e institutrices, así como cientos de camareros y azafatas entre una tripulación de 860, atentos a cada deseo de los pasajeros.
Era la época en la que John Astor, quien regresaba de su viaje de luna de miel en Egipto, y quien se decía que poseía una fortuna avaluada en 150 millones de dólares, pagó US$800 por una capa de encaje para su esposa, de 19 años, que compró durante una parada del Titanic en Queenstown, Irlanda.
Otras víctimas del Titanic incluían a Benjamín Guggenheim, un financiero cuya fortuna se calculaba en US$95 millones; Isidor Strauss, copropietario de Macy & Co.; el asesor militar del presidente norteamericano William H. Taft, el mayor Archibald Butt; el constructor del puente de Brooklyn, y el presidente del ferrocarril Grand Trunk.
El total de víctimas del desastre es todavía impreciso, porque nunca ha habido acuerdo sobre la cantidad de personas que abordaron el barco, en particular las de tercera clase. Las posibilidades oscilan entre 1.490 y 1.635. Todos los cálculos coinciden en que hubo 705 sobrevivientes.
Estos son algunos de los detalles reales acerca del hundimiento del Titanic, que no están precisamente bajo el océano y que revelan aspectos más dramáticos sobre la verdad que las románticas películas y libros que se han hecho sobre su leyenda. Una leyenda llena de actos heroicos, pero también de miseria humana, que apenas comienza a salir a flote.-