Relaciones familiares

Los hijos ‘calavera’

Los niños rebeldes, conflictivos y que no cumplen con las expectativas de los padres son un problema hasta de las mejores familias. ¿Cómo nacen las 'ovejas negras'

20 de mayo de 2006

Hace unos días todo el mundo en Colombia se preguntaba cómo era posible que el hermano del general Óscar Naranjo, quien lidera la lucha antidrogas en el país, fuera capturado en Alemania por posesión de estupefacientes. El caso puso sobre el tapete una realidad más vieja y común de lo que se cree: que en la mayoría de las familias hay un hijo que no encaja en el modelo. Este personaje se conoce con diferentes nombres: el hijo díscolo o 'calavera', el loco de la familia, la 'oveja negra' o descarriada. Las tías se refieren a él con cierta compasión y dicen: "Es que él es distinto a los demás", y los vecinos murmuran: ¿Cómo es posible que de una misma casa salgan personas tan opuestas?

Más allá de los apelativos que se le dan, vale la pena preguntarse qué significa ser la 'oveja negra' de la familia. La respuesta es que no hay una definición exacta y los sicólogos lo entienden de una manera amplia. Puede ser el hijo con mayores conflictos en el hogar, al que le va mal en el colegio y quien además pelea por todo o hace pataleta desde pequeño. Pero también puede ser simplemente el hijo que es diferente a los demás hermanos o el que no cumplió con las expectativas de los padres. En una familia conservadora, la 'oveja negra' podría ser aquel que asume una posición más liberal ante la vida. En la definición también se contemplan aquellas personas frustradas en el sentido de que no han logrado cumplir con sus metas. Y está el patológico, que es el que tiende a los comportamiento disfuncionales como el consumo de drogas, el robo y, en general, la trasgresión de las normas.

Lo interesante es que difícilmente una oveja negra se crea de manera espontánea, y por lo general es el producto de su mismo entorno familiar. Tal vez por eso la sicoanalista Sara Patricia del Coral afirma que el hijo calavera debería ser llamado el chivo expiatorio, puesto que la familia proyecta en él su propia locura. "Por eso es el loco, el niño problema, porque las partes enfermas de todos están presentes en él. Hace de caneca de la basura de la familia". De hecho, esta persona no siempre tiene la patología, pero inconscientemente cumple con ese papel.

"Es como una profecía autocumplida", dice la sicóloga María Elena López. Puesto que le repiten continuamente que es el diferente, el inadaptado y el que no puede comportarse como sus hermanos, con el tiempo termina cumpliendo con ese rol. En palabras de la experta, "llena las expectativas que se han puesto sobre él".

Frank Sulloway, investigador del MIT y quien publicó un extenso estudio conocido como Rebeldes de nacimiento, afirma que los hermanos criados juntos pueden tener personalidades más opuestas que dos individuos de familias distintas. ¿Por qué? Hay muchos factores que influyen en esto, como el orden de nacimiento, la edad de los padres al momento de criar a uno u otro hijo y las características personales de cada cual. Sulloway asegura que cada hijo compite por los recursos familiares como el afecto de los padres. Éstos, a su vez, les otorgan un lugar o rol en la familia y a medida que van llegando los hijos, cada uno va ocupando un espacio. "Los hermanos adoptan diferentes patrones de conducta según los espacios que ocupan dentro de la familia", dice Sulloway.

Los primogénitos tienden a identificarse más con el poder. Son ambiciosos, mucho más seguros, celosos y defensivos de su autoridad. Los hijos menores, en cambio, tienden a ser más rebeldes. Para López, es claro que el orden de nacimiento determina gran parte del carácter que desarrollan los hijos dependiendo de las relaciones que se establezcan en la familia. Una posibilidad es que al mayor se le reconozca como el capaz, el mejor, y en él se depositen las expectativas familiares. En este caso, el hijo menor, para diferenciarse, puede tomar el camino opuesto. Así, si el mayor sobresale por ser un banquero exitoso, el menor podría dedicarse a una actividad totalmente opuesta, como la música o el arte.

Lo importante, según López, es que las diferencias no generen exclusión. Cuando a un hijo se le rechaza por su personalidad y sus decisiones es que puede convertirse en la 'oveja negra'. "El héroe del mal se destaca por lo negativo. Es su forma de existir en el grupo familiar porque el papá y la mamá le asignaron un rol que precisamente señalaba lo negativo", afirma del Coral.

La edad en la que se tienen los hijos también influye en las experiencias de éstos. No es lo mismo un padre de 24 años, tratando de conseguir sustento para su familia, que uno de 53, cercano a la jubilación, con más tiempo libre y menos preocupaciones económicas. Aunque también es cierto que una brecha demasiado grande entre las edades de padres e hijos genera otro tipo de problemas.

Los hermanos se parecen más por su herencia genética que por el entorno familiar. De hecho, se cree que las diferencias de carácter corresponden sólo en 40 por ciento a factores genéticos. El resto depende de la influencia del hogar. En otras palabras, la misma vivencia familiar afecta en formas distintas a cada uno de los hijos. Ilich Ramírez, mejor conocido como 'El Chacal', era el mayor de la familia y recibió la misma educación que sus hermanos. Todos eran hijos de un abogado marxista, pero Ilich fue el único que siguió la militancia política inculcada por su padre. Los demás fueron profesionales comunes y corrientes, como ingenieros y hombres de negocios. En palabras de Sulloway, "cuanto más viven los hermanos bajo el mismo techo, más diferentes se vuelven".

"Todo depende de la problemática que los padres depositaron en los hijos", dice del Coral. El caso de El Chacal muestra que, en un contexto marxista, los rebeldes terminaron siendo los hijos que no siguieron el camino revolucionario. También se puede dar el que la familia se incline a no cumplir con las normas de la sociedad. En este caso, el hijo que no comparte este comportamiento y tenga una conducta recta será el excluido.

Un niño no tiene por qué ser la 'oveja negra'. Los comportamientos riesgosos siempre se pueden ver desde la temprana infancia y si se observan, se debe acudir a un especialista para adoptar medidas necesarias. Ante todo, lo más importante es entender que el problema no es del niño sino de toda la familia.