LOS HIJOS DEL DIVORCIO

De la actitud que asuman los padres separados depende la siquis de los hijos.

1 de junio de 1987

Si las proyecciones estadísticas no fallan y la tendencia mundial no hace una excepción en Colombia, no está lejano el día en el que en un salon de clases la mayoría de los alumnos serán hijos de padres separados.
Hasta hace dos décadas esta posibilidad ni siquiera se contemplaba. Cupido vivía en Colombia cobijado por la dulce ilusión de parejas compatibles, casadas para toda la vida por mandato sacramental, con discrepancias infinitas como telón de fondo, pero con sonrisas de felicidad en primer plano. Los hijos del divorcio, entonces, se podían contar con los dedos de las manos, incluido el dedo índice, usado sistemáticamente por la sociedad para señalarlos como si fueran niños diferentes.
Pero todo ha cambiado. Para empezar, se acabó la obligatoriedad del matrimonio católico lo cual ha hecho entrar un poco en desuso la epistola de San Pablo. Los matrimonios por lo civil, por Panamá, por Venezuela y por las ganas se han impuesto en Colombia y esa libertad condujo a que se despojara a las relaciones conyugales del peso enorme de aquel compromiso eterno: unidos hasta que la muerte los separe. Pero, más importante que el desmonte de esos formalismos, en opinión de expertos consultados por SEMANA, lo que ha producido la "cosecha" de hijos del divorcio, es el hecho de que en los últimos veinte años la mujer colombiana entró con todo ímpetu en el mercado laboral y, a partir de ahí, empezó a pensar como ser independiente, capaz de asumir la vida por sí sola, sin tener que soportar la mala relación que le prodigaba su pareja.

LAS CIFRAS NO FALLAN
Eran tan excepcionales los hijos de separados que no había necesidad de estadísticas. Se podían contar sin necesidad de censos y eran tan escasos que convocaban la curiosidad del barrio, la habladuría de las señoras, el morbo de los compañeros de colegio y la lástima general.
Pero el fenómeno ha crecido tanto que ahora sí hay cifras y proyecciones en todo el mundo. En Francia, por ejemplo, donde el arte del amor es mirado con lupa para sacarle todas sus consecuencias y sus placeres, las estadísticas son elocuentes: en la campiña francesa uno de cada cuatro matrimonios está separado. Y, en París, una de cada dos parejas optó por seguir caminos diferentes. Se estima que actualmente hay en Francia un millón de niños entre uno y siete años que son hijos de divorciados.
En Estados Unidos, donde los azares matrimoniales son tomados sin tanto romanticismo y con mucho mercantilismo, las cifras son tal vez más crudas: uno de cada dos muchachos hasta los 18 años es hijo de padres separados. Una de cada dos parejas es divorciada, y se estima que el 45 por ciento de los niños que nazcan de aquí a 1990 se enfrentarán al hecho de que sus padres ya no viven juntos .
Y en Colombia, donde los problemas del corazón son tomados sin romanticismo y sin mercantilismo porque no existen estadísticas oficiales, hay sin embargo estudios privados que hablan del aumento de los hijos del divorcio. En Cali la sicóloga Gracie Behar de Maya oriento un estudio sobre el tema y se encontró que entre 1976 y 1980 el número de pleitos entablados para separaciones matrimoniales aumentó en un 40 por ciento, en comparación con los años 62 a 76. Aunque la estadística fue levantada en Cali, su tendencia puede considerarse nacional, debido a la apertura ocasionada con la implantación del divorcio para los matrimonios civiles.

¿Y DEL TRAUMA QUE?
A la luz de estas cifras y al amparo de la tradición, se diría que hay un aumento en la legión de personas traumatizadas, pero no se diría bien. Si se han transformado las cifras, si se han incrementado los hijos de separados, también la sociedad ha cambiado al punto de asumir con naturalidad -y casi con provecho- esta proliferación de muchachos que no se sientan todos los días a la mesa con el papá y la mamá juntos.
Según estudios hechos en todo el mundo sobre la siquis de los hijos del divorcio, no es la separación la que puede causar problemas a los menores, sino el conflicto. "No hay hijos del divorcio sino hijos del conflicto" definió a SEMANA uno de los investigadores de este universo cada día más nutrido. En efecto, la conclusión más generalizada sobre este punto es que en una circunstancia de separación de sus padres, de la única manera en que salen perdiendo los hijos es en aquella en la que la seguridad, la claridad, la verdad y la amabilidad desaparecen. "Pero si la separación se hace civilizadamente, sin mentiras, con naturalidad, y sin chantajes, los hijos hasta salen ganando".
Pero sobre lo que también hay consenso es en que "no hay desamores felices". Con excepciones que confirman la regla, por lo general una separación deja heridas en la pareja y estas, casi que irremediablemente, van a formar parte del ámbito en que se desenvuelven los menores. En estos casos el punto de salvación, según los sicólogos, está en la manera en que los padres asuman la eventualidad, pensando mas en los hijos que en ellos mismos. El divorcio, por si solo no le pone fin al conflicto entre la pareja y cuando no hay conciencia sobre esto, el problema se eterniza y los niños empiezan a jugar el rol de manzana de discordia, de trompos pagadores.
"La ambiguedad, la confusión, la falta de claridad en la separación, se deben cambiar por la verdad y esto constituye para los ninos una ayuda del ciento por ciento", dice Gracie Behar de Maya, quien hizo su tesis de grado, junto con Consuelo Ocampo de Llanos y Rebeca Zeigen Tanura, sobre las expectativas de las relaciones sentimentales en los hijos de padres separados y unidos. Para varios de los expertos preguntados por SEMANA, este concepto de claridad frente al tema de la separación, se complementa con el hecho de que "se es padre para toda la vida, pero no marido ni esposa para siempre".
Como base general, pues, para evitar los traumas que pueda generar una situación de estas en los niños, están la claridad y la sinceridad. Según la investigación de SEMANA si al divorcio se le da un tratamiento natural y los padres lo destraumatizan, resulta llevadero para los hijos. "Es mil veces preferible para los hijos un matrimonio separado que un matrimonio unido pero en disgusto permanente", concluyeron los expertos consultados.

EDAD, REGION, SEXO
Cuando se dieron las primeras cosechas de hijos del divorcio en el mundo, sicólogos y siquiátras radicaron en la más tierna niñez la edad más susceptible de traumatismos. Se aseveró durante muchos años que, ciertamente, quienes más resultaban afectados por la separación de sus padres eran los niños entre los dos y los seis años. Pero, según investigaciones recientes en distintos países del mundo, la edad del trauma ha cambiado: ahora se establece que en la franja de los seis a los doce años es en la que se sufre más y, dentro de ésta los más frágiles son los que bordean los ocho años.
Esta teoría, generalmente aceptada por los estudiosos de la siquis de los infantes y pre-adolescentes, tiene, sin embargo, sus detractores. Para muchos de ellos el aparente trauma que causa el divorcio,en esas edades, es tomado por los hijos para su provecho, ya que desarrollan al máximo sus facultades de adaptación y construyen un sólido sistema defensivo.
El fenómeno de hijos de separados ha producido en Colombia estudios como el de la socióloga Ligia de Ferrufino, especializada en antropología social. En un trabajo sobre la familia colombiana dedicó una parte a analizar, con estadísticas, el tema de los hijos de parejas divorciadas. Y, dentro de ese estudio, sacó conclusiones sobre cómo asumen el hecho los colombianos según el lugar del país de donde sean. "En Colombia es muy difícil generalizar porque es diferente el comportamiento de los paisas, de los costeños y de los pastusos, por ejemplo", dice la socióloga de Ferrufino. "En nuestras dos costas parece que no existiera ningún conflicto con hijos del divorcio porque han aprendido desde siempre a convivir con hermanastros y las uniones libres se dan sin traumas. En otras regiones, en cambio, hay relaciones más formales y más frías que sí provocan, por lo menos, una actitud distinta".
La investigación del grupo de sicólogas caleñas con hijos de separados y de unidos revelo tambien un comportamiento distinto de los hombres y las mujeres. "La consulta la hicimos personalmente con 130 personas, divididas en grupos de ocho a doce jóvenes de los estratos medio-bajo, medio-medio y medio-alto, de ambos sexos", cuenta la doctora Behar de Maya. La actitud ante la separación es distinta en hombres y en mujeres. "Los hijos hombres de padres divorciados asumen el rol de papá. Las mujeres, en cambio, siguen siempre buscando un modelo masculino para tener como símbolo y se refugian en abuelos, tíos y amigos de la madre para ver si ahí está un padre sustituto", agrega.

NIÑOS AVISPADOS
Para muchas personas que vivieron la separación de sus padres, el beneficio más rápido que se obtiene es el de una ampliación del universo. Algunos personajes entrevistados por SEMANA (ver encuesta en recuadro) manifestaron que, ciertamente, esa separación los enriqueció porque pasaron de tener una sola casa a tener dos (la de la mamá y la del papá, por separado).
A pesar de esas afirmaciones, en la investigación hecha por el grupo de sicólogas caleñas, se descubrió que los hijos de la separación suelen sacarle el cuerpo al tema cuando se habla de él. "Salvo uno de los hijos de separados, que hablaba con propiedad y frescura, el resto se reservaba su opinión, al parecer porque les preocupa el qué dirán", dice la doctora Behar.
Esa especie de "tema prohibido" se da, en buena parte, porque los padres se han encargado de enredar un hecho tan común como la separación. De no ser por ese tabú con que suele disfrazarse el tema, los hijos del divorcio, ciertamente, podrían encontrar, en la desventaja de tener padres separados, la ventaja eventual de dos mundos en los cuales aprender, disfrutar, asimilar y comparar.
Contra la mayoría de los pronósticos -y a pesar del mal manejo que los padres separados y en conflicto le dan al tema-, los hijos del divorcio siguen confiando en la relación de pareja. "Ellos aspiran, de todas maneras, a tener una buena relación de pareja. Confían en ello. Creen en el amor", dice la sicóloga Behar de Maya en su tesis de grado sobre las expectativas amorosas de los dos grupos de hijos. "Tanto los de separados como los de unidos son aptos para el amor".
De todas maneras, su experiencia los ha hecho más escépticos ante el tema del matrimonio. Y esa actitud, en algunos casos, puede resultar útil."Los hijos de padres separados consideran que los motivos por los cuales se acabó la relación son celos, peleas frecuentes y falta de sinceridad. En cambio para los hijos de padres unidos las razones para una eventual separación serían la incompatibilidad de caracteres, dificultades económicas e infidelidad".

LA GUERRA DE NERVIOS
Aunque el sentido común daría para tomar la separación como algo que puede suceder y que no significa el fin de todas las cosas, en Colombia hay millones de casos en donde el traumatismo llega por la posicion que asumen los cónyuges en conflicto y la transmiten a sus hijos, convertidos casi siempre en lo que está dicho antes: en el trompo pagador.
Sobre esta guerra de nervios que se desata cuando la manida "incompatibilidad de caracteres" se declara, SEMANA habló con un grupo de abogadas y trabajadoras sociales dedicadas al derecho de familia. Ligia Galvis, María Eugenia Pérez, Gloria Galvis y Helena Páez de Tavera consideran que la mayor parte de la gente que llega en busca de orientación lo hace desde la orilla jurídica. "Esta posición determina que cientos de parejas separadas, aparentemente civilizadas e inteligentes, terminen de enemigos irreconciliables", sostienen como una de las conclusiones.
La ley colombiana entrega a la madre la patria potestad hasta los siete años y, se supone, es hasta esa edad que el menor debe vivir con la mamá. A partir de ahí, si es necesario, el hijo puede elegir con quién vivir, dilema que en Colombia no se planteaba hasta hace unos cinco años. "Hasta entonces aquí lo natural era que el hombre descolgara vestidos, empacara y se fuera. La mujer quedaba en la casa con los niños y a partir de entonces empezaba un verdadero calvario para hacer responsable al hombre de sus hijos. Ahora hay en eso una variación: ya son muchos los hombres que piden vivir con sus hijos", cuenta el grupo de profesionales que en Bogotá integra el colectivo "Respuesta" para darle atención jurídica, sicológica y social a hombres y mujeres que se encuentren envueltos en el traumatismo y las dificultades de una separación.
Para la trabajadora social Marta Lucía Pérez el principal problema que enfrentan los hijos del divorcio es el conflicto de lealtad con el padre y la madre. "Cuando un niño se ve de un momento a otro ante una separación de las dos figuras más importantes de su vida, la situación se le torna angustiante, crítica y el desajuste es aún mayor si la relación de los padres ha sido armónica y de pronto se separan. Es muy difícil generalizar, pero sí se puede afirmar que de la madurez con que los padres asuman su separación y el control de los niños, dependerá la estabilidad y el futuro de estos".
En Francia, Estados Unidos y casi todos los países desarrollados, el problema de la separación es algo que se resuelve de una vez y para siempre al contrario de lo que sucede en Colombia, por ejemplo, donde los divorcios parecen un juego de muñequero. Como dijo a SEMANA un observador de la vida, "la diferencia es que en Norteamérica una pareja se separa y no se vuelve a ver ni en las curvas. Aquí, en cambio, el uno vive en un apartamento y la mujer en una casa a diez cuadras de distancia".
Es cierto. En Colombia, por razones sociales y jurídicas, la vinculación de la pareja continúa incluso después de que resolvieron no dormir más juntos. La legislación que existe es interpretada a su amaño por cada uno de los cónyuges y la ley solo actúa con frecuencia para obligar al padre a pagar lo que se llama "alimentos". Esos casos -en los que un juez de menores o Bienestar Familiar obliga al padre a pasar determinada suma de dinero a sus hijos mensualmente- son los litigios más comunes en Colombia. Pero sigue sucediendo que los hombres, una vez tomada la decisión de no vivir bajo el mismo techo, cierran la puerta y se pierden material, física y sicológicamente.
En cambio no hay muchas demandas para reglamentar las visitas. Generalmente es la mujer la que queda con los hijos y ella es la que pone las condiciones: cuándo pueden salir, a qué hora deben entrar, qué vacaciones pueden tomar. Se supone que en el régimen colombiano el padre que ve economicamente por sus hijos tiene unos derechos adquiridos de poder estar con sus hijos dos fines de semana al mes y la mitad de los periodos de vacaciones. Se supone, solamente se supone, porque a pesar de ser una especie de norma de oro, la madre-guardiana impone su criterio, el cual solo puede modificarse judicialmente, en orden a obtener una sentencia que hace reconocimientos de simple sentido común.
Estos litigios, que en Colombia duran y duran como cualquier pila de transistor -o más-, han desaparecido en otros países, en parte por la conciencia de las madres de que los padres deben también responsabilizarse de la formación de los hijos y en parte porque la aplicación de la ley es rápida y certera. En Francia, por ejemplo, exactamente en Versalles, existe una curiosa organización: la de padres y madres separados. Y, desde esa organización, se han lanzado propuestas para reformar el régimen de visitas. La idea que más ha calado -y que parece imponerse- es la de que el padre -no- guardián tenga derecho (mejor, obligación) a estar con sus hijos dos fines de semana cada mes, empezando los viernes hasta el lunes por la mañana. Y, además, que pase los miércoles junto a ellos, a partir del martes por la noche.
Según uno de los especialistas consultados por SEMANA, "esta guardia dividida no es catastrófica ni contraproducente, siempre y cuando no se hagan promesas, ni se modifiquen los marcos de referencia". Pero Gloria Galves, del colectivo "Respuesta", sostiene que, de todas maneras, el sistema "está distorsionando el papel de los padres porque a la madre le tocan las labores aburridas, grises, como levantarlo, obligarlo a lavarse los dientes, a comer, a hacer tareas, a no ver televisión, a acostarse temprano. En cambio a los padres de fines de semana les corresponde lo gratificante: el sol, los paseos, las buenas comidas, la locha".
De todas maneras, las estadísticas tienden a demostrar que el 90 por ciento de las madres son las que viven con los hijos del divorcio. En Estados Unidos las investigaciones, en cambio, caminan hacia que los adolescentes, en un 25 por ciento, quieren es vivir con los papás. En Colombia donde, en efecto, ya no son raros los hijos de separados; donde, al contrario, son legión que poco a poco va conquistando mayorías, no hay estudios que digan en qué sentido marchan las tendencias. Lo que se sabe -como lo oyó SEMANA en el curso de esta investigación- es que para los niños cada día es menos tenaz la separación de sus padres.
La desmitificación de los traumas,que el divorcio de los padres deja en los hijos, podría sintetizarse en una sola y contundente frase. Según Juana Uribe, una hija del divorcio, entrevistada por SEMANA (ver recuadro), "cuando mis padres se separaron yo tenía nueve años y fue como si se me hubiera quitado un dolor de muela".

LA VOZ DE LA EXPERIENCIA
¿Qué tan traumática es la separación para los niños? ¿Cuánto sufren los hijos del divorcio? Con estas preguntas SEMANA buscó algunos personajes -separados o hijos de separados- para encontrar en ellos testimonios sobre este tema. Sus respuestas están aquí.
JUAN SEBASTIAN BETANCUR. Ex presidente de Telecom. Actual asesor de empresas. Separado hace siete años. Tiene tres hijas, de catorce, de nueve y de ocho años:
Las separaciones siempre generan traumatismos en los hijos pero sobre todo si el hecho se presenta de una manera conflictiva. Mis hijas reflejaron pocos problemas precisamente porque tratamos de evitar que la separación constituyera un nuevo conflicto. Lo importante es que siempre ha existido un respeto mutuo entre la pareja y una relación permanente con las niñas. La frecuencia de los momentos que se comparten con los hijos debe reducirse a lo menos posible. Cuidando estos aspectos la separación no resulta tan grave. Me atrevo a dar estas opiniones públicamente por cuanto pueden tener alguna utilidad".

LINA BOTERO, presentadora de televisión, hija del pintor Fernando Botero y de Gloría Zea:
"La separación de mis padres resultó una experiencia positiva para mí desde todo punto de vista. Me imagino que lo ideal es no ser hijo de separados, pero en realidad no sé qué es eso, puesto que esta etapa de mi vida se suspendió cuando tenía dos años de edad. A partir de ese momento fue como si hubiera quedado con dos padres y con dos madres, ya que ambos resolvieron contraer matrimonio con personas maravillosas, con quienes siempre me entendí muy bien. Yo creo que lo importante es manejar la situación con mucha inteligencia. Solo así los niños pueden comprender estos sucesos sin traumatizarse".

VICKY OSPINA, fotógrafa de la Agencia Reuter y la revista Diners. Separada hace cinco años, tiene un hijo de dieciséis y una hija de catorce:
"Curiosamente, para mis hijos la separación no fue muy grave al comienzo. Como estaban acostumbrados a no ver a su padre, que solo aparecía de repente, no extrañaron. Esa fue una de las causas de la separación. El problema ha sido ahora, pues no hemos podido resolver la situación legal. Las demandas, mis depresiones, los abogados, la inseguridad. Eso sí ha sido traumático. Los hijos deben saber que cuentan con sus padres y que ellos tienen una buena relación de pareja así no vivan juntos".

JORGE ALI TRIANA, director de teatro de televisión y de cine. Separado dos veces. Del primer matrimonio tiene un hijo de 21 años y del segundo una niña de siete:
"Siempre mis relaciones emocionales están vinculadas orgánicamente con mi vida. Considero que las separaciones son traumáticas para los hijos, además de dolorosas pero no solo para ellos, sino mucho más para los padres que han compartido un periodo de sus vidas. En mi caso personal, la relación con mis hijos después de las separaciones siempre han estado en primer plano. Hemos tratado con mis dos ex esposas de no ponerlos como pretexto de nuestros conflictos personales. Afortunadamente mis mujeres y yo hemos sido inteligentes y hemos sabido delimitar nuestro conflicto sin involucrar demasiado a los hijos. Mis relaciones con ellos siempre han sido muy amigables. A pesar de las separaciones, me considero un excelente papá".

JUANA URIBE, especialista en guiones cinematográficos con estudios en Roma, funcionaria de Focine. Sus padres se separaron cuando tenía nueve años:
"Aun cuando fue hace tanto tiempo alcanzo a recordar que sentí un gran alivio. Como cuando se le quita a uno un dolor de muela. Todo ese ambiente tenso se cambia por una situación en la que uno comienza a chantajear: si la mamá lo regaña o no le compra lo que uno quiere se le dice me voy con mi papá que él si me da gusto. Y así. Ahora ya mayor al ver que tanto mi madre como mi padre han formado dos nuevos hogares ambos muy bien establecidos lo único que no me cabe en la cabeza es que alguna vez hubieran formado una pareja. Lo más traumático para nosotras (tres mujeres) fue que tan pronto como sucedió la separación nos expulsaron del Gimnasio de Nuestra Señora, del cual es directora Helena Cano Nieto".

ROSARIO DEL CASTILLO, "Camándula", conocida periodista radial en las horas de la madrugada. Separada hace once años, tiene dos hijas de quince y de catorce años:
"Cuando me separé mis hijas estaban muy pequeñas y en realidad les costó mucho trabajo aceptar el hecho. Los traumas van desapareciendo pero, siempre queda la ilusión de reconstituir un hogar. Actualmente ellas deciden con quién quieren vivir, todo dentro de la mayor cordialidad".

MADY SAMPER, directora de cine. Separada hace tres años, tiene una hija de dieciséis años y un hijo de doce:
"La separación origina hijos rebeldes les crea una actitud combativa ante la vida, los afecta en sus estudios y puede incluso trasformarles la evolución normal de su adolescencia. La realidad de que la pareja ya no existe ocasiona un gran vacío. Mi madre también se separó. Yo espero que esta lección repetida le sirva a mis hijos para no cometer los mismos errores. A partir de la separación me hice más amiga de ellos. Su padre también. La verdad es que siempre han tenido mucho apoyo de ambos. Esto es lo más importante, no los sicólogos. Los problemas se deben solucionar en el hogar: hablando y llorando mucho".

LA DECANA
Carlina Uribe de Bretón bien podría ser la decana de las mujeres separadas de Colombia. Su separación se produjo, por iniciativa propia, en una época en que tal actitud era absolutamente inusual. En efecto, la mujer era prácticamente un apéndice legal y social del marido, pues carecía hasta de la capacidad para contratar sin su consentimiento. En semejante ambiente, lo que se esperaba de una mujer ante un fracaso matrimonial era que agachara la cabeza, y por ello la decisión de la señora Uribe, de tomar las riendas de su propia vida, no solo era una locura, sino que le trajo consigo la desaprobación de la sociedad, en aquel entonces mucho más refractaria a las reivindicaciones de la mujer.
SEMANA habló con doña Carlina para conocer, desde su privilegiada posición en la vida, sus opiniones sobre la separación y el efecto sobre sus niños. Así pudo saber que su decisión, por paradójico que parezca a primera vista, fue tomada con el principal propósito de buscar el bien de sus hijos, quienes en 1939, cuando se produjo la separación, estaban en las primeras de cambio. "Lo primero que se me presentó fue la necesidad económica, que debería resolver de alguna manera. En esa época era muy raro que la mujer trabajara, así que yo no estaba preparada para eso, ni siquiera se me había pasado por la mente. Pero pensé que nadie estudia para ministro, y por fin conseguí un puesto en el sector oficial. Fue entonces, cuando recibí mi primer sueldo, que descubrí dónde estaba la superioridad del hombre".
La señora Uribe, mejor conocida para sus amistades como Meneca, afirma que, a pesar de que pasó por las duras y las maduras para salir adelante con sus hijos, su decisión fue lo mejor para ellos. "En el tiempo en que yo me separé la sociedad era muy severa, y por ello tuve el rechazo de la mayoría de mis amistades, que veían con malos ojos que una mujer se independizara. Varias amigas mías me quitaron el saludo, y solamente me lo devolvieron cuando empezaron a ver a muchas de sus hijas, con el paso del tiempo, separándose de sus maridos. Aunque cada matrimonio es diferente, y no se puede generalizar, yo sí creo que la separación, cuando es inevitable, a quienes más beneficia es a los hijos".
Con su experiencia de tantos años, y con la distancia que da el tiempo, Meneca afirma que el trauma de los niños con la separación es puro cuento. "Estoy perfectamente convencida de que mi separación fue lo mejor para mis hijos. Hoy en día son gente grande, hasta con nietos, y su característica es que tanto el uno como la otra son personas muy de su hogar que lo que menos querrían en su vida sería separarse en su matrimonio".
A pesar de su visión optimista del problema, la señora Uribe hace énfasis en la necesidad de salvar el matrimonio, siempre que esto sea posible. "Yo creo que todas las parejas que están en problemas deben agotar todos los recursos para evitar separarse, porque hacerlo de todas maneras es una desgracia, que a mí, por ejemplo, me tocó en suerte, hasta el punto que duré separada cuarenta y cinco años. Hace dos soy, si cabe la expresión, viuda; pero en los últimos años, con las vueltas que da la vida, me convertí en el soporte moral y afectivo de mi ex marido".
Antes de terminar la charla, la señora Uribe de Bretón hace hincapié en un último punto: "Lo que sí me parece traumático para los muchachitos es lo que hacen muchas parejas, que le ocultan la verdadera situación del matrimonio y luego se vanaglorian de haberse separado sin que los hijos jamás hubieran sido testigos de sus dificultades. Esa falsa sensación de seguridad, destruida de la noche a la mañana, sí me parece sumamente perjudicial".