En algunos casos, los hombres se enfrentan con un sentimiento de rechazo hacia esa nueva situación, impulsada por una cultura que le dice que ese no es un trabajo masculino. | Foto: .

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Los hombres ahora son los amos de casa: con el delantal bien puesto

Cocinan, lavan, planchan y cuidan la casa. Cada vez más hombres se encargan del hogar mientras sus esposas trabajan.

4 de febrero de 2013

César Hernández, licenciado en filosofía y letras, siempre ha compartido las responsabilidades domésticas y económicas con su esposa, pero desde que hace cuatro meses perdió su empleo está de tiempo completo en casa.

Se levanta a las cinco de la mañana. Mientras su compañera se prepara para salir a trabajar, él hace el desayuno y lava los platos. A las siete lleva a su hijo de cuatro años al preescolar y vuelve para asear la casa, hacer el almuerzo y preparar las clases de apoyo pedagógico que da dos veces por semana. A la una de la tarde recoge al pequeño y cuando llega su esposa, después del medio día, trabajan juntos en sus proyectos independientes.

Y es que mientras las mujeres salen de sus hogares en busca de oportunidades laborales, algunos hombres están volviendo a sus casas a ser los gerentes de la familia. Lavan a mano las prendas delicadas, tienen un menú diferente para cada día, cambian pañales y hacen rendir la plata. Todo porque quieren romper estereotipos o porque el desempleo los lleva a este nuevo trabajo.

Nancy Prada, investigadora del Grupo Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad Nacional, explica que en los últimos años las mujeres han salido más a los espacios públicos y es fundamental que los hombres, al mismo tiempo, entren al espacio doméstico. “De lo contrario, las mujeres seguirían teniendo dobles jornadas”.

Aclara que aunque muchas veces los hombres no asumen las labores del hogar voluntariamente, hay un avance cultural porque hace unos años, por muy desempleados que estuvieran, no encaraban ese rol.

En algunos casos, los hombres se enfrentan con un sentimiento de rechazo hacia esa nueva situación, impulsada por una cultura que le dice que ese no es trabajo de hombres. “Puede producirle daños en su autoestima o sentirse menos hombre, porque la sociedad sigue reforzando el mensaje de ubicar en la casa sólo a las mujeres” explica Prada.

César asegura que aunque extraña su salario y siente angustia de que toda la carga económica recaiga sobre su esposa, está feliz por compartir momentos irremplazables con su hijo. “En esta situación ayuda que siempre he tenido una mirada muy diferente sobre la mujer. No crecí con pensamiento machista”.

Acepta que su familia, que según él tiene una forma errónea de entender los roles sociales, critica su situación. Pero él y su esposa, que define como una mujer líder, no permiten que los comentarios interfieran con su tranquilidad. “Tenemos una relación armoniosa, pero distante, para poder vivir a nuestra manera”, dice.

La investigadora asegura que el éxito de este nuevo rol que asumen unos pocos hombres está en entender que el mundo del trabajo está dividido en productivo y reproductivo. El segundo genera las condiciones que posibilitan el primero: el cuidado, la alimentación, la preparación del hogar y el cuidado de los hijos. “Para salir a realizar un trabajo remunerado, necesitamos bienestar en el hogar y condiciones adecuadas”.

Explica que ese cambio cultural al que se apunta y del que todavía estamos muy lejos, se traduciría finalmente en la igualdad de géneros, sin roles específicos para cada uno. Hombres y mujeres pueden cuidar al bebé o pagar las cuentas. Aún así, sería más positivo que este proceso estuviera dado por decisiones de la pareja y no por causas externas como el desempleo.