LOS VIUDOS DEL PODER

Cómo viven los expresidentes

9 de agosto de 1982

Una mansarda tapizada por un desorden inconmensurable de montañas de papeles, libros y revistas en cinco idiomas por lo menos. Un escritorio viejo sobre cuya superficie tampoco cabe un documento ni un libro más. Libros de los más variados temas y estilos. La gama oscila entre los compendios más intrincados de economía política y los relatos más detallados de los romances tormentosos de los grandes de la historia. En cualquier rincón, un tomo de "El Tiempo"--cuyas hojas ha dejado amarillentas el paso de los años-- abierto en la primera página de una edición que circuló a fines de junio de 1943. Sobre una mesa auxiliar junto al escritorio, una greca eléctrica repleta de café caliente. Al lado, una vieja máquina de escribir de teclas accionadas casi siempre. Detrás, un hombre en su pijama que se esconde bajo un buzo de cuello alto y lana vino tinto y una bata de paño café, un hombre que siempre esta leyendo, investigando y luego golpeando las teclas de su máquina para producir, semanalmente, en promedio, unas cincuenta cuartillas con las cuales casi llena todas las páginas de su revista, y otras tantas con las cuales cumplirá, con meses de retardo, su compromiso de elaborar la "Historia Económica de Colombia", contraído con el Círculo de Lectores.
Y ese hombre no sólo se levanta a las siete, lee la prensa nacional y después escribe en pijama todas las mañanas de la semana y todas las tardes de los lunes, martes y miércoles sino que, también se arregla para atender en su casa en los ratos libres, a los amigos, funcionarios y embajadores que le piden audiencias para escuchar sus opiniones. Además, contesta los cerros de cartas que le llegan, le pasa a casi todo el mundo al teléfono y, por las noches, después de comer, ve televisión (no perdía capítulo del "Hijo de Ruth") y luego se desvela leyendo, hasta las tres de mañana, los libros que comenta en su revista y las publicaciones extranjeras a las que está suscrito: "L'Europeo", "The Guardian", "The Economist", "Manchette", "Cambio 16", "L'Express", "Le Nouvel Observateur", "Le Monde", "El País" y la edición dominical de "The New York Times".
--¡ Usted trabaja demasiado y eso le hace daño!--
--Sí, a veces pienso que debería cerrar "Nueva Frontera". Pero le confieso que me da mucho miedo quedarme sin oficio --contestó él, Carlos Lleras.
Y Alberto Lleras, quien antes de enfermarse pasaba horas enteras en su casa, ante su máquina de escribir eléctrica, produciendo cuartillas llenas con un lenguaje bello, impecable, y ahora solo lee, recibe a unos pocos amigos que le cuentan en detalle los últimos acontecimientos y sale a caminar en compañía de sus detectives por las carreras quinta y sexta en los alrededores de la calle ochenta y seis, recientemente le comentó a un visitante:
--¡Qué bueno para Carlos que tiene esta revista en qué entretenerse!--
Pastrana Borrero
Misael Pastrana, por su parte, luego de levantarse a las siete, leer "El Tiempo" y "El Espectador", vestirse y desayunar solo en el comedor, baja a su despacho de inmensos ventanales tras los cuales se observa el bellísimo bosque que constituye el jardín de su casa y se entretiene leyendo además "El Colombiano", "La República", "El Siglo", "El País", "Le Figaro","Le Monde", "The Finantial Times", "L'Express", "Le Point", "The Foreing Affairs", "Time", "News Week", y "National Review". A la una y media sube a la salita contigua a su cuarto y, casi siempre solo, come el almuerzo que le lleva su valet y sale a caminar acompañado por su detective para luego regresar a tomarse el café y volver a su despacho, para continuar leyendo. También escribe, semanalmente, los editoriales de su revista "Guión" y le invierte parte de su tiempo, a la Fundación Simón Bolívar, de la cual depende un Instituto de Capacitación y Educación Política, y al Comité de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, del cual es Presidente. Como no tiene secretaria, él mismo hace sus llamadas y contesta la correspondencia. Igual que los demás ex-presidentes, recibe a los amigos que van a contarle los detalles de los últimos acontecimientos y a los políticos y funcionarios que desean escuchar sus consejos. Permanece en su despacho hasta las siete de la noche. Sale si tiene algún compromiso. De lo contrario, sube a la misma salita del medio día, come en compañía de su esposa y se acuesta a las diez de la noche para seguir leyendo.
López Michelsen
Finalmente, Alfonso López, a quien el ajetreo electoral le había hecho olvidar hasta hace poco su condición de ex-presidente sin oficio, se despierta muy temprano, lee la prensa, sintoniza en la radio las principales emisoras extranjeras para escuchar las últimas noticias, llama por teléfono, se arregla y va al despacho que tiene en su casa. Su secretaria, desde el piso contiguo, le pasa múltiples llamadas de amigos, funcionarios y atractivas admiradoras. A menudo le dicta a ella sus cartas memorables y ;os artículos que escribe para la "Agencia Latinoamericana (ALA)", como le ha dictado igualmente, la mayor parte de sus libros. López se entretiene, además, leyendo el "Latin American Times", "Le Monde", "L'Express", "La Opinión"y "La Estrella de Panamá". Lee también buena literatura, recibe las visitas de sus amigos y de sus amigas, acaricia de vez en cuando a su famosa perra dálmata y juega golf dos veces por semana. Ahora se dedicará a poner en orden su biblioteca para lo cual antes según él, no le había quedado tiempo.
--Ser expresidente es como viajar a Europa en barco-- comentó López recientemente--. Se sienta uno a esperar que le sirvan el almuerzo, y luego a esperar que le sirvan la comida, porque no hay nada más que hacer --agregó.
A mediados de 1976, a raíz de la presentación ante el Congreso del proyecto que prohibía la re-elección presidencial, López declaró en una entrevista que los ex-presidentes eran como los muebles viejos. Esa frase según él, no es suya sino del Presidente Truman. Poco después, el Dr. Carlos Lleras escribió sobre el asunto en "Nueva Frontera":
"... El Dr. López Michelsen habló de que los ex-presidentes de la república son algo así como esos muebles viejos recuerdos de familia a los cuales se sigue profesando ciertos vagos afectos pero que nadie sabe dónde poner". Como el primer mandatario no excluyó su propio, inevitable destino, nadie criticó la intención desobligante de sus palabras. Se las tuvo como un rasgo más de su peculiar ingenio, de su característico "humor arsenical".
Por esa época el gobierno presentó también, ante el Congreso, el proyecto de la Constituyente. En el mismo editorial, titulado "Un Lugar para los Muebles Viejos". Lleras comentó:
"La Asamblea Constituyente dará a los ex-presidentes el carácter de miembros de ésta. Se ha encontrado, por fin, un lugar para los muebles viejos".
Pero como finalmente la Corte tumbó el mencionado proyecto, el drama de los ex-presidentes sin oficio continúa.
Y ese drama, hablando sin exageraciones, es bien grande: mientras que cualquier ciudadano que no tenga el aburrido honor de ser ex-presidente, cuando se retira, puede concurrir a matiné, poner algún negocio, salir a tomar café con los amigos, comentar con ellos sobre los contornos de las muchachas que pasan por ahí, ir a fútbol o dedicarse a la fotografía, estos respetabilísimos señores, de quien todo el país está pendiente, solo pueden encerrarse a leer y a escribir porque cualquier cosa que hagan es de una categoría inferior a la que ya hicieron: ser Presidentes de la República. Y si salen a la calle --a caminar, a dictar una conferencia, o a asistir a alguna reunión social-- sólo pueden hacerlo acompañados por sus inseparables detectives, por sus espías de cabecera.
Es evidente que en Colombia, donde el poder de los presidentes es casi absoluto, pasar al asfalto luego de haber estado cuatro años en la cumbre del mismo, tiene que producir una inmensa soledad. El ocio al que anhelan tantos se convierte, entonces, en un peculiar martirio.
Y es evidente, además, que ese ocio es el que lleva a los ex-presidentes a intervenir en política, a aspirar a la re-elección.
Por ahora, el Presidente Turbay ha dicho que tomará unas "merecidas vacaciones", que defenderá su obra de gobierno y que recorrerá el país como simple ciudadano. Estando en el asfalto, de ahí al lanzamiento de su candidatura, no hay más que un paso.
Y si Turbay, impulsado por el ocio que, en el caso de los ex-presidentes, adquiere las características de una tragedia griega, decide darlo, inevitablemente lo derrotarán...
De lo que hará Belisario Betancur cuando abandone el Palacio, es prematuro hablar todavía. Hoy solo puede adelantarse que si va a trabajar dieciseis horas diarias en lugar de ocho, como él lo ha afirmado, cuando sea ex-presidente sera aun mayor su soledad.--
Patricia Lara