‘Mea culpa’

Un estudio realizado en Gran Bretaña confirmó que el sentimiento de culpa baja las defensas del organismo y puede provocar enfermedades.

22 de mayo de 2000

Si durante la pasada Semana Santa usted fue de los que se tomó unos cuantos tragos de más y convirtió la semana de pasión en siete días de sexo, comida y alcohol no se dé golpes de pecho. Según un reciente estudio realizado en Gran Bretaña lo mejor es dejar a un lado la culpa pues, de no hacerlo, el remordimiento podría vulnerar el sistema inmunológico y ponerlo en riesgo de resfriados y enfermedades infecciosas.

El sicólogo Geoff Lowe y un médico compañero suyo de la Universidad de Hull, en el Reino Unido, encontraron que la culpa, además de paralizar emocionalmente, puede causar enfermedades en el organismo. En el estudio los dos científicos midieron los índices de placer y culpa en 30 estudiantes voluntarios. Los participantes hicieron una lista de actividades, entre las que se incluían el sexo, comer chocolates, tomar o fumar, y luego las calificaron en términos de placer y culpa. Al mismo tiempo tomaron muestras de la saliva para medir los niveles de inmunoglobulina A, un índice de la fortaleza del sistema inmune y de su capacidad para combatir los males. Los investigadores encontraron que los niveles de la inmunoglobulina A eran más bajos en aquellas personas cuyos placeres estaban acompañados de más sentimientos de culpa. “Estos hallazgos son consistentes con investigaciones previas que muestran que la gente con menos sentimientos de culpabilidad acuden menos al médico y reportan menos casos de gripas y de virus”, dijo Lowe.

Como la investigación se concentró en la relación entre culpa y placer en actividades diarias, los expertos no pueden determinar si estos resultados también se apliquen a culpas ‘mayores’ que sienten quienes han cometido faltas más graves como matar. Esto sucede porque no todo el que asesina siente culpa ya que muchas veces no se tiene la estructura moral para determinar que ese acto es malo.

Pero lo que nadie duda es que las sociedades muy religiosas tienen cimientos morales basados en la culpabilidad. El pecado original es un ejemplo más que elocuente. Los colombianos no son la excepción y conviven con estos sentimientos, que unas veces surgen por pensamiento, palabra y obra y otras por omisión. Entre esos pecadillos de la vida diaria por los cuales se sienten grandes remordimientos está comerse ese helado de vainilla con arequipe y salsa de moras después del almuerzo, retirarse del trabajo antes de la hora reglamentaria, no dedicarles suficiente tiempo a los hijos, haber peleado con la mamá o engañar a la pareja.

Es bueno aclarar que para los médicos no siempre la culpa es mala. “Probablemente necesitamos los sentimientos de culpa para cambiar nuestro comportamiento y dejar de hacer cosas que son dañinas para los demás, dijo Geoff Lowe a SEMANA. Sin embargo muchos se sienten culpables por comportamientos que no le hacen daño a nadie”.

Según la sicóloga María Elena López, ese es el lado oscuro de la culpa pues actúa en contra de la misma persona. Está fundamentado en la dicotomía entre el deber ser y el querer ser. El primer aspecto se interioriza muy temprano en la infancia de acuerdo con los valores de crianza transmitidos por los padres y el segundo responde a necesidades auténticas de la persona. Así, aunque la gente no quiera ser tan desprendida, siente que debe ser muy generosa, y aunque le fascine la soledad se siente mal porque debería ser más sociable. “En estos casos la culpa es una atadura a los deberes que se convierte en una tiranía”, dice la sicóloga.

En ciertas sociedades la culpa está mucho más arraigada debido a las pautas de crianza y patrones culturales. Según María Eugenia Pérez, para los padres es mucho más fácil señalar con el dedo y culpar a los hijos que comprometerse con su desarrollo. ‘Cómo pudiste’, ‘en qué cabeza cabe’, ‘usted siempre la embarra’, ‘es el colmo’... en fin, esas reprimendas que parecen ser edificantes resultan ser nocivas porque vulneran la autoestima del niño. Como se mencionó antes, la religión ha jugado un papel importante en esta situación y, según Pérez, es la ‘culpable’ de volver culposa la sexualidad. “El sexo no ha sido manejado como algo bello sino como algo necesario para la procreación, dice. Las mujeres, especialmente, no se dan ciertos permisos sexuales porque creen que es malo”.

A manera de consejo Lowe afirma que la gente debería enfocarse en los aspectos positivos del placer, anticiparse a lo gratificante que pueden ser para que luego, cuando llegue el momento de vivirlos, se pueda saborear cada minuto. Y recomienda tener en cuenta que lo más importante para una persona es no sentir culpa por disfrutar las cosas que quiera realizar. Así no sólo mantendrá buenos recuerdos sino un organismo saludable.