Memorias de un ex separado

Fernando Corredor, el presidente del Club de Separados deja a sus compañeros colgados de la brocha. Renunció para casarse.

19 de abril de 1993

HACE APENAS UNOS MESES FERnando Corredor Gaitán era sólo un separado más. Su primer matrimonio, de 15 años y tres hijos, había fracasado. Su segundo matrimonio, de cuatro años y una hija, también. Era pues un desesperado separado que ahogaba en los cocteles la soledad vespertina y apaciguaba en la ciclovía la depresión dominguera. Un día comentó a unos amigos que deseaba reunir a todos los compañeros de infortunio y sacarle partido a su condición formando un Club de Separados.
A duras penas tenía la idea esbozada en la cabeza cuando Julio Sánchez Cristo se enteró de sus intenciones, Una mañana, el pasado septiembre, lo puso al aire en Viva FM para que le contara al país sobre su proyecto.
"En ese momento el único socio era yo. Pero como pude redondeé el cuento, en vivo y en directo". Lo que siguió fue una avalancha humana. En los días siguiente los teléfonos de la oficina de Fernando Corredor no pararon de repicar; en una semana recibió cerca de 200 fax y 500 cartas, de separados de todo el país que buscaban una mano amiga. Así nació el Club de Separados.
La primera reunión se hizo en un restaurante de la calle 82 de Bogotá. El establecimiento se llenó de hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales. De las primeras inscripciones que recibió, 391 eran de mujeres y sólo 23 eran de hombres. Las solicitudes llegaban de todos los departamentos del país e incluso de Venezuela. ¿Qué querían? Curiosamente no tanto encontrar pareja como compañía. "El grado de soledad de la mayoría de los separados en Colombia no se lo imagina nadie. Detrás de cada solicitud hay un drama personal". Corredor, quien había iniciado el proyecto un poco como "mamadera de gallo" comenzó a tomar el asunto en serio. Nombró una junta directiva, empezó a buscar una sede e inició los trámites para darle carácter legal a la entidad.
Todo esto iba viento en popa hasta cuando sucedió algo inesperado que dejó a los afiliados colgados de la brocha. Fernando Corredor se enamoró. El mes pasado contrajo matrimonio con María Fernanda Morales. Que el presidente del club hubiera desertado dejó todo el proyecto en el aire.
Por eso, a pesar de su felicidad, el remordimiento no lo deja dormir. Ahora busca afanosamente una persona emprendedora y dinámica que quiera hacerse cargo de organizar ese ejército de solitarios que respondieron a su llamado. Pero además, el conocer de cerca el drama de los separados, lo ha llevado a querer contar su experiencia. SEMANA lo entrevistó.

-¿Quién maneja mejor la soledad ?
La mujer. Es mucho más franca y echadas para adelante. El hombre es débil y se atortola.
-¿Cuál es el momento más dramático del día? Llegar a la casa a las siete de la noche y descubrir que no hay ninguna llamada en el contestador automático. Es un golpe mortal... Pero lo peor es el domingo. Es un suicidio.
-¿Usted qué hacía para combatir la soledad dominguera? Salía a la ciclovía. La depresión era total. Veía 100 viejas divinas y 800 tipos tratando de abordarlas. De ahí surgió la idea del club. Me di cuenta de que éramos muchos en el mismo problema pero no teníamos el valor de admitirlo y enfrentarlo, como hacen los alcohólicos anónimos.
-¿Cuál es el problema? Que el separado no tiene estatus. Ese es un inri, un estigma.
Aunque la gente le dice a uno: "Tranquilo, hoy todo el mundo se separa", el repudio es tenaz...
-¿Incluso de los amigos? Sí. Ellos cambian con uno. Al principio lo invitan por lástima, pero después sólo se acuerdan de las parejas. Uno se convierte en un estorbo. De los maridos, porque les genera cierta envidia que no confiesan, que uno pueda hacer todo lo que ellos no, como llegar a las dos de la mañana sin que lo regañen. Entonces insisten en resaltar todo lo que ellos sí tienen: una esposa, los hijos, un hogar.... Uno siente la energía del rechazo.
¿ Y la familia? Pasa lo mismo. Uno sabe que el domingo duran toda la mañana pensando si lo invitan a almorzar o no. Y cuando va acompañado, apenas presenta a la niña empiezan a quererla y a hacerle cierto ambiente -"¡Por fin se organizó Fernando"!-. Y si uno corta con ella, empiezan a preocuparse. Todo el mundo empieza a ubicar a alguien para organizarlo a uno, pero con el perfil de mujer ideal de los otros. Entonces uno tiene que aislarse.
-¿Y cómo son las relaciones con las mujeres? Por un lado están los levantes de un día que para convencerlas de irse un fin de semana uno tiene que prometerles que es para toda la vida y entonces se le instalan. De otro lado, están las "niñas" que le recomiendan a uno los amigos o la familia. Pero a esta edad ponerse uno a llamar a alguien es tenaz. Eso se haee a los 20 años pero no a los 40. Además las mujeres se volvieron de un ejecutivismo tal, que no quieren salir porque llegan rendidas del trabajo. Pero eso no es lo peor: uno llega al restaurante y empieza a contar cosas que a las mujeres les aterran, como que tiene cuatro hijos... Y si no hay empatía, la cuenta de whisky que uno pide para romper el hielo puede pasar de 50 mil pesos. Acaba uno contando su vida por 60 ó 70 mil pesos, cuando el siquiatra le oye el mismo cuento solo por 25 mil.
-¿Y con los hijos? Es terrible. La relación es más "de visita" que de padre a hijo. No es natural. El plan del domingo es ir a almorzar a un cream y luego a rodeolandia. Y todo el mundo lo mira a uno con lástima. Si es todo un fin de semana con ellos, es un drama. Uno no tiene paciencia, no sabe qué hacer si les da diarrea, le toca cuidarlos en la piscina... todo lo que antes hacía la señora mientras uno tomaba trago con los amigos.
-¿Cuál es el error más grande de los separados? Salir a buscar novia apenas se separan. Por inmadurez, por darle pique a la esposa. Ese es un acto de venganza interno que generalmente lleva a otro fracaso. Casi todos los hombres que se separan, al poco tiempo se casan.
Sin hacer lo que los siquiatras llaman "el duelo".
-¿Qué tipo de personas respondieron a su llamado? Había de todo. Desde gente sencilla hasta señoras encopetadas que escondían su identidad hasta saber quién estaba afiliado. El 90 por ciento de las solicitudes fueron de mujeres. A los hombres les da pena admitir que son separados.
-¿Qué lección le dejó esta experiencia? Que ser separado es una enfermedad que produce temor porque no está reconocida, pero que puede ser benigna...