| Foto: Pablo Andrés Monsalve/Semana

VIDA MODERNA

Modelos webcam ahora pagarán impuestos, conozca cómo funciona este oficio

Está ubicada en Medellín. Juan Bustos, su creador, asegura que en el país hay más de 30.000 personas dedicadas a este trabajo y que ahora que con la Ley de Financiamiento han decidido gravar el oficio de modelo web, la industria podrá ser más visible y regulada, lo que sería positivo para las modelos.

Daniel Rivera Marín
13 de noviembre de 2017

Se calcula que en Colombia hay unas 30.000 modelos web: mujeres —en su mayoría— que atienden a través de una cámara a un cliente que quiere satisfacer su deseo voyeur. Debido a que es un negocio millonario en el que una modelo profesional puede ganar hasta 30 millones de pesos y una amateur puede ganar hasta 3 millones, el gobierno ha decidido gravar el oficio con la Ley de Financiamiento.

Juan Bustos, director de la Universidad Juan Bustos —institución donde se aprende el oficio de modelo web—, cree que la decisión del gobierno sacará de un limbo jurídico el oficio: "Esta indutria ha estado satanizada de manera moral y penalizada por no haber normas, un ejemplo muy claro está cuando una modelo trata de abrir una cuenta, pues cuando en el banco se dan cuenta de dónde viene el dinero le cierran todos los productos, entonces a estas mujeres les toca guardar el dinero debajo de la cama y cuando quieren comprar un carro o un apartamento les toca llegar con una bolsa llena de dinero. Si el gobierno ha decido cobrarle impuestos a la industria va a tener que legalizarla, tendrán que investigar cómo funciona este trabajo, que es una labor digna y que es profesional".

Una muy buena modelo puede ganar hasta 30 millones de pesos, una super profesional gana entre 12 y 20 milones y una semi entre 4 y 10. Las amateurs entre 1 y 3. En Colombia hay unas 30.000 modelos.

La universdad de modelos web

Valentina Arango —caleña, piel morena, ojos grandes, los senos generosos, las caderas amplias— le explica a unas ciento cincuenta mujeres que el cerebro, chicas, tiene dos hemisferios, en el izquierdo está todo lo racional, las matemáticas, lo que desarrollamos en el colegio y en el lado derecho la creatividad, es ahí donde tenemos que trabajar, dice, para rematar con una frase que hará rabiar de risa: ¿Cuántos palitos de nuestros clientes hacemos felices siendo muy creativas?

La audiencia está compuesta por mujeres varias. No hay un estándar de eso que se cree que son las modelos web —que para más señas son mujeres que se desnudan y se estimulan para placer del cliente virtual que, en muchas ocasiones, paga por atención preferencial—. No todas son como Valentina. Las hay mayores, de más de cuarenta años y sus cuerpos no tan atléticos; las hay con algún rastro punk: el pelo asimétrico, pintado, la ropa con taches, el cuerpo magro, sin curvas; las hay muy jóvenes, niñas de 18 años; y las operadas, que atraen, que llaman. Todas están en el primer aniversario de la Universidad Juan Bustos, que se celebra con un ciclo de conferencias para “que aprendas a ser la mejor”.

Valentina, que habla con desparpajo, con la gracia de quien cuenta el tabú ya superado, dice que tiene 99 años porque, fiel a sus creencias que combinan el catolicismo más liberal y la nueva era más colorida, cree que no han sido muchas las veces que he venido a vivir a este planeta y le queda imposible juntar tantos años. Pongamos que tengo los años que tú digas, dice. Tiene 25, los ronda. Todo empezó para ella en la niñez, cuando le dijo a su mamá quería tener un putiadero para hacer mucha plata.

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—La historia de cómo me volví modelo webcam empieza cuando era muy chiquita. Yo tenía como 9 años y sabía que el sexo vendía y a mí me encanta la plata, pero me gusta hacerla, no me gusta ser mantenida. El caso es que yo le decía a mi mamá que yo quería tener un putiadero. Mi mamá me seguía la corriente, porque qué más. Yo siempre supe que el sexo iba a vender toda la vida.

Pero como no le gustaban los borrachos se dio cuenta que un prostíbulo no era un negocio que quisiera tolerar. Pero en la adolescencia su sueño se transformó, se enteró de que la hija de la empleada del servicio de su casa había conseguido dinero desnudándose ante una cámara. Ella la imitó y en una semana ganó más que un salario mínimo.

Eso fue hace cinco o seis años. Me gané un buen dinero. Trabajé ahí como una semana. Mi mamá convenció al señor de esa empresa de montar una sociedad. En ese momento decidí estar en los estudios pero sin hacer nada. Escribía por las chicas y les decía qué hacer, sólo eso. Y un día mi mamá me dijo que yo estaba haciendo plata para otras, que por qué no me hacía modelo webcam y hacía plata para mí. Así empecé a trabajar como modelo.

Valentina no es la primera que termina haciendo negocio con la misma familia. Muchos ven el ejercicio como un emprendimiento más, una manera de trabajar como cualquier otra, y así las familias se unen para formar la microempresa del placer.

—Lo más difícil es trabajar desde la casa, ser tu propio jefe, que tú decides con qué constancia te conectas. Lo más difícil es tener disciplina. Y la disciplina es como un músculo, que se ejercita —cuando habla, se siente que viene una reflexión tipo superación personal—. Yo creería que esa es una de las cosas más difíciles. Para las niñas es difícil ver esto como un trabajo y no mezclar sentimientos e involucrarse emocionalmente.

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En el evento de la universidad Juan Bustos, dedicada a la enseñanza y capacitación para hacer de las modelos web unas buenas chicas —que se sepan presentar, sentar, moverse, hablar—, hay mucho entusiasmo y todas se preguntan entre ellas cómo lo hacen, cómo se conectan, qué cámara tienen. En fin. Todas tienen un único fin: conseguir dinero, hacerse a la vida perfecta que muestran en Instagram y que todavía no logran.

Juan Bustos, el hombre, el genio, tiene el pelo revuelto, negro, camina cabizbajo y parece un adolescente. Estudió filosofía en la Universidad de Antioquia, pero le quedó faltando una materia para graduarse. Su obsesión con las modelos web empezó cuando una compañera de universidad le dijo que ganaba mil pesos por minuto, que lo único que tenía que hacer era hacer sentir bien a su cliente. Bustos vio en eso una mina, un negocio prometedor. Así abrió un dominio en internet al que llamó JuanX.com, una página que parecía más una presentación de Power Point que un sitio web.

Valentina Arango

—JuanaX era muy fea, pero fue un éxito, hubo mucho tráfico y tenía un grupito de modelos que se conectaban. Me inventé un software que no funcionó y lo que hicimos fue conectar a las chicas por Messenger; se vendían paquetes de quince minutos y cuando se terminaba el tiempo las chicas simplemente cortaban la sesión. La gente se reía mucho, no creían que eso iba a funcionar.

La página ya no existe, pero le sirvió a Bustos para hacerse novio de Cristina Milán, una de las modelos web más exitosas de Colombia a mediados de la década pasada. Ella le enseñó trucos, le explicó qué pensaba una mujer al frente de la cámara, le mostró cómo se manipulaba al cliente, cómo se le daba el placer más querido para que luego, agradecido, estimulado, pagara, entregara todo el dinero. Pasados los años, y después de visitar Rumania, donde está el 40 por ciento de las modelos web del mundo, Bustos decidió dar charlas y entrenar a las aspirantes colombianas.

—Yo transmito charlas por la página Qcams.com y ahí me ven alrededor de 2.000 personas por transmisión; en Instagram también lo hago y tengo hasta 4.000 vistas; y en Youtube llego a 2.000 personas. Eso son como 8.000 modelos que están aprendiendo de mí.

Aún no monetizo. Vivo de asesorar modelos. Algunas de esas modelos me retribuyen con un porcentaje que es del 10 por ciento y de eso voy viviendo. La Universidad nació hace un año para dar esas charlas, pero estamos creciendo y ahora tenemos un diplomado de cien horas, con un lugar físico para recibir las clases y que las chicas se puedan profesionalizar.

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Bustos tiene por qué crecer. Se estima que en Colombia hay unas 25.000 modelos conectadas, de las cuáles el 10 por ciento son hombres, y así se abarca el 30 por ciento del mercado el mundo. Colombia, después de Rumania, es el mayor oferente.

Linda Suárez es la mujer que se ideó el pensum del diplomado. Tiene unas medias de malla, sus años bien llevados. Es yogui, estudió enfermería y preparación física. Desde hace doce años enseña seducción.

Linda Suárez

—Este es el primer diplomado en técnicas de seducción que vamos a hacer. La idea es que las chicas asistan a un lugar físico y ahí van a recibir capacitación. El diplomado tiene cuatro módulos y dentro de cada módulo hay talleres. En el módulo de expresión y baile hay un taller de baile en silla, en tubo, de sensual dance. En otro de maquillaje y expresión, se verá expresión corporal, destrezas físicas. Cada módulo es especializado para un total de 100 horas en el mes.

—¿Y qué es la seducción? ¿Cómo se seduce?

—La seducción es la herramienta innata que tenemos todos los seres humanos, y no es sólo algo sexual, para que todo sea un éxito. Para uno conseguir lo que quiere. Yo seduzco y si eso no funciona, ya viene la persuasión, que es empezar a jugar con la mente del otro a través de palabras y gestos. La idea es enseñarle a la gente a cómo conseguir un objetivo.

—¿Cuál es el objetivo entonces de la seducción en este oficio?

—El trabajo de las modelos es seducir. Lo que hacen todo el tiempo es seducir, mantener al usuario pendiente de ellas; lo seducen para que les hablen, para tener amigos, para que les paguen mejor. El papel fundamental es que la mujer se convierta en un éxito, en una persona integral. Si es una seductora, va a ser buena bailando, hablando, reventando bombas, parándose en la cabeza.