CIENCIA

No son como las pintan

Los efectos de las vitaminas están bajo sospecha. Un siglo después de haber sido descubiertas, científicos han logrado demostrar que consumirlas, en vez de prolongar la vida, la puede acortar.

28 de enero de 2012

Vienen de todos los colores, formas y tamaños. Las hay efervescentes, en cápsulas, inyecciones y pastillas. Traen la promesa de rejuvenecer y prevenir enfermedades, desde la gripa hasta el cáncer. Y solo su nombre suena saludable: vitaminas, un término acuñado en 1912, cuando se dio inicio a su millonaria industria.

100 años más tarde, varias vitaminas han empezado a despertar preocupaciones en la comunidad científica. La semana pasada, la revista alemana Der Spiegel publicó una explosiva investigación sobre el perjuicio de los suplementos vitamínicos. El escándalo surgió poco antes del lanzamiento del libro Sustancias. Una historia de hormonas, vitaminas y enzimas del historiador Heiko Stoff.

La evidencia difundida por el semanario es tan contundente que en Europa las reacciones no se hicieron esperar. Órganos estatales alemanes, como el Instituto de Calidad y Eficiencia en la Salud y el Instituto Federal de Evaluación de Riesgos, han rechazado que las personas sanas consuman suplementos vitamínicos. Y debido a sus peligros, han pedido a las autoridades comprobar su efectividad antes de permitirlas en el mercado. La exigencia es revolucionaria, si se considera que en Europa, Estados Unidos y, para no ir más lejos, Colombia, no se requieren autorizaciones semejantes.

Este cambio de paradigma se remonta a 1994, cuando se publicó un revelador estudio del Instituto Nacional de Salud en Helsinki. Entonces, ya era de conocimiento general que una persona cuya alimentación es rica en vitaminas A y E corre menor riesgo de cáncer de pulmón. Con base en esto, científicos finlandeses dieron a sus pacientes las mismas vitaminas, pero producidas artificialmente. Se llevaron una sorpresa: en vez de reducir la probabilidad de un tumor, la aumentaron.

Dos años después, investigadores del Fred Hutchinson Cancer Research Center replicaron las pruebas. Tan preocupantes fueron los resultados, que interrumpieron los experimentos para no poner en riesgo a los participantes. Un grupo significativo de quienes habían recibido vitamina A desarrolló cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares. Y algunos, incluso, perdieron la vida.

Pero tuvieron que pasar más de diez años para que la ciencia le asestara un segundo golpe a la industria de las vitaminas. En 2008, la renombrada unión de investigadores Colaboración Cochrane analizó 67 estudios realizados con 230.000 personas. Y concluyó que no hay prueba de que usar vitaminas A, C y E pueda prevenir enfermedades. Y peor aún: "La vitamina A, el betacaroteno y la vitamina E pueden aumentar la mortalidad", reza el informe

El nuevo libro de Heiko Stoff, reseñado ahora por Der Spiegel, busca darle una base científica a la historia detrás de "la mentira de las vitaminas", como el semanario tituló su investigación. Y la evidencia no para allí. A finales de 2011, investigadores del Harvard School of Public Health demostraron que la vitamina E, en vez de disminuirlo, aumenta también el riesgo de cáncer de próstata.

Al hablar de vitaminas, sin embargo, es importante diferenciar. Si le faltan al cuerpo, tiene sentido reemplazarlas. En Colombia, por ejemplo, según la más reciente Encuesta Nacional de la Situación Nutricional, uno de cada cuatro niños menores de cinco años sufre de un déficit de vitamina A. Y ha sido comprobado que justamente en estos casos los suplementos sí reducen el riesgo de enfermarse y morir.

Pero la nueva conclusión de la ciencia está dirigida a los adultos: quien disfruta de buena salud no tiene por qué tomar suplementos vitamínicos. Y si alguien se pregunta qué debería tomar para mejorar su salud, la respuesta es fácil. Viene de todos colores, formas y tamaños, en nueces, frutas, raíces y verduras y, hasta hoy, no ha matado a nadie: la comida saludable.