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No me gusta mi trabajo

Los expertos aconsejan no tener miedo a cambiar de profesión cuando la insatisfacción es persistente. Muchos ejemplos testimonian que hacerlo puede ser una decisión exitosa.

4 de octubre de 2008

No hay algo peor que estar en el lugar equivocado, sobre todo si ese lugar es el trabajo. Hace un par de años Milena Clavijo, una administradora de empresas especializada en marketing, se sentía atrapada en una actividad que no la satisfacía. No sabía si debía echarlo todo por la borda y comenzar de nuevo, o seguir con ese destino. En sus nueve años como administradora trabajó en cuatro empresas y fue promovida a siete cargos, siempre con los mejores reportes de sus jefes. Pero no era feliz. Poco a poco se fue dando cuenta de que el problema no era la empresa, ni el jefe, sino que se había equivocado de profesión. Fue entonces cuando se dio cuenta de que compartía ese problema con muchos otros. Hace dos años decidió retirarse del trabajo y empezar a escribir. Recientemente publicó su primer libro, en el que cuenta su historia y las de muchos individuos que como ella modificaron su rumbo, sin importar lo que dejaban atrás.

Según los expertos, se puede necesitar un cambio extremo profesional por muchas razones. Es probable que la persona desde un principio haya emprendido la carrera equivocada, ya sea porque al decidirse primaron la moda, la plata o la opinión de otros. "En síntesis porque escuchas hacia afuera y no hacia dentro", dice Clavijo, autora del libro ¿Trabaja en lo que le gusta o en lo que le toca? Pero no sólo se puede culpar a los jóvenes, que difícilmente saben a los 17 años quiénes son y qué quieren ser en la vida. Isabel Londoño, coach en educación, afirma que también es frecuente que los padres los lleven a un camino o "los manipulen a estudiar lo que ellos creen que es lo mejor ", dice. La historia de María Elvira Pombo podría caer en esta categoría. Aunque su padre nunca la presionó, estudió finanzas y siguió su ejemplo al vincularse a una entidad bancaria tan pronto se graduó. Hizo una carrera vertiginosa hasta llegar a la vicepresidencia nacional de sucursales, pero intuía que le faltaba algo. Luego de 12 años de trabajo se retiró de su empleo y se fue a Estados Unidos a certificarse en terapia con ángeles. Hoy atiende pacientes y dicta seminarios. Su consulta está llena por los próximos dos años. "Estoy feliz y tengo éxito, algo que defino como darse la vida que uno quiere haciendo lo que le gusta, contrario a ser el mejor y tener más", enfatiza.

Pero los giros en las carreras también suceden porque la gente evoluciona y ya no vibra con su oficio, sino con una nueva habilidad que conoció más tarde. O también por choque, cuando las circunstancias económicas ponen a un profesional en el dilema de cambiar o jubilarse. Como le sucedió al geólogo Orlando Forero, a quien lo que más le gustaba de su trabajo era ir al terreno a estudiar las rocas para conocer la posibilidad de que allí hubiera un yacimiento petrolífero. Pero sus jefes un día lo trasladaron a un cargo de asesor en una oficina de Bogotá. De las sesiones con el siquiatra sacó que no podía continuar en ese negocio que ya no necesitaba a los geólogos en el campo. Al retirarse decidió estudiar sicología y aunque hoy siente nostalgia, se le olvida "cuando llega una paciente y me cuenta sus cosas", admite. Tenía casi 60 años cuando dio el gran paso.

El problema para él y para quienes viven esta situación es distinguir entre una crisis profesional, que es normal y se presenta, por ejemplo, cuando no hay química con el jefe o cuando se acaban los retos en el cargo, y estar equivocado de profesión. Los expertos consultados dicen que no hay recetario único y que cada caso es particular, pero advierten que ciertos indicios pueden ayudar. Uno de ellos es que a pesar del éxito y de la remuneración, la persona no se siente satisfecha. "La gente no quiere levantarse a trabajar ni tiene paz interior", dice Milena.

Salir de ahí no es fácil. El miedo siempre está presente, sobre todo cuando ya se han adquirido responsabilidades como pareja o como padre. Además, hay una clara resistencia de la sociedad al cambio. "En Occidente probar profesiones se ve como un fracaso y se castiga. Casi nadie contrata a quien ha cambiado mucho de puesto", dice Chris Schreuders, coach profesional. Y esas creencias mantienen a la gente atrapada en profesiones que no le gustan. Clavijo asegura que para esto se necesita estar seguro, enfocado y ser perseverante, disciplinado y comprometido con el tema, pues a diario hay que sortear todo tipo de obstáculos.

Una vez hay conciencia de la insatisfacción, el mayor problema es saber cuál actividad sería la indicada. Ella recomienda hacer tres cosas. Lo primero, mirar hacia atrás y ver qué hacía con gusto en la niñez. También ayuda tener en cuenta los comentarios de la gente sobre algo que la persona hace muy bien y saber por qué motivos admira a ciertos personajes. Otros opinan que una pregunta basta: ¿Qué quiero hacer en mi vida? El problema es que la gente casi nunca se cuestiona eso, salvo cuando llegan a la crisis de la mediana edad, cuando no saben qué responder. Hay que explorar hasta lograr las respuestas. Schreuders les pide a sus clientes hacer una lista de metas que quisieran haber cumplido cuando tengan 70 u 80 años. Clavijo recomienda además no soltar el bejuco hasta tener el otro en la mano. Con esto quiere decir que antes de dejarlo todo, es bueno experimentar en la actividad que se sueña para ver cómo se siente en ese ambiente.

El cambio no es malo y equivocarse tampoco, pues de alguna manera ese conocimiento y las experiencias sirven para la nueva profesión y pueden ser clave para alcanzar las metas. El empresario Steve Jobs, en un famoso discurso en Stanford en 2005, dijo que "uno no puede conectar los puntos mirando hacia delante, sino hacia atrás. Pero tiene que confiar en que estos se van a unir algún día".

Para Isabel Londoño es importante romper con el imaginario de los padres y los abuelos que, como vivían hasta los 50 años, podían dedicarse a una sola profesión. Pero con la expectativa de vida actual, que puede llagar hasta los 80 "ya nadie resiste ser el mismo tanto tiempo", dice. También considera que el hombre es multidimensional y que a medida que pasa el tiempo es probable que conozca potenciales que nunca imaginó. "La sociedad nos obliga a ser unidimensionales, con lo cual limita el talento infinito de las personas", asegura.

El mensaje de Clavijo es que la gente se anime a hacer el cambio. Ella ve la diferencia porque ahora que es escritora siente la resonancia y la vibración de su nueva actividad, las horas pasan sin darse cuenta y se acabaron los vacíos. Cuando la gente no se sintoniza con lo suyo, dice Schreuders, es cuando contesta "'Ahí vamos, en la lucha'. Y el trabajo no debe ser lucha sino un constante fluir", dice. Explica que los oficios buscan suplir seis necesidades de los humanos y en las primeras se encuentra la estabilidad, el reconocimiento, el crecimiento a largo plazo, el cambio y la pertenencia. La sexta necesidad es la contribución y tiene que ver con lo que la gente aporta a la sociedad sin importar cuánto le pagan por ello. "Cualquier trabajo te satisface las primeras pero sólo cuando alguien está en el lugar correcto siente además que lo que hace tiene ese sentido trascendental", dice.