Una de cada cuatro termina mal: se acaba el sexo y se arruina el sentimiento de amistad por el otro.

Relaciones de pareja

No se tire la amistad

Un reciente estudio encontró que los amigos con derechos son más frecuentes de lo que se creía. Entre las desventajas está salir con la autoestima herida o perder la relación.

13 de octubre de 2007

Al principio se ve como la relación ideal. En el horizonte no hay ningún prospecto de pareja estable, el cuerpo pide a gritos que le sean satisfechas sus necesidades básicas, y a la mano está ese gran amigo, o amiga, con quien hay ya una base de confianza establecida que facilita decir las cosas como son: sólo quiero sexo. Además, es una excelente compañía con la que se pasa rico. Es mucho mejor que hacer un levante, lo que exige una inversión de energía considerable, pues hay que pensar en la seducción, en el qué dirán y en las preguntas posteriores al acto -¿me llamará? , ¿debo llamar yo?- que desgastan a cualquiera.

Se les conoce como amigos con derechos o beneficios, y son aquellos que toman lo que más les gusta de la amistad y del noviazgo. Disfrutan de la falta de compromiso y romance característicos de las relaciones entre amigos, así como de la actividad sexual propias de las románticas. Y mientras mezclan estas variables, hacen actos de equilibrio para evitar enamorarse.

Probablemente este tipo de trato existe desde que el Homo sapiens corría por las calurosas sabanas africanas, pero hoy se ha vuelto más visible, no sólo entre adolescentes, sino entre adultos. Un estudio de la Universidad de Michigan, el primero que se hace específicamente sobre el tema, muestra que el 60 por ciento de las personas ha pasado con un amigo o amiga ese límite de la intimidad. La mayoría lo hace porque no quiere compromiso pero sí tener relaciones sexuales, confían en esa persona y la ven como alguien seguro que no les va a exigir exclusividad.

Con el tiempo, sin embargo, estas relaciones traen sus propias complicaciones, según reveló el estudio. Tal vez por eso, una de cada cuatro termina mal: se acaba el sexo y se arruina el sentimiento por el otro. Sólo el 10 por ciento de los 'amigovios' se convierten en romances de tiempo completo, el 35 por ciento eventualmente logra salvar la amistad después de salir de la cama de su amigo, y el 28 por ciento continúa con este tipo de relación. El trabajo fue publicado en la revista Archives of Sexual Behaviour y ha sido considerado por los expertos como un gran aporte para conocer más de cerca este tipo de relaciones de las cuales poco se ha investigado.

El estudio sostiene que los 'amigovios' plantean la paradoja de que las ventajas que animan a dos personas del sexo opuesto a ser amigos con derechos son las mismas desventajas que terminan por apartarlos."El deseo de no comprometerse es la primera motivación para tenerlas, pero el temor a que uno de los dos termine enamorado del otro las vuelve problemáticas", dijo a SEMANA Tim Levine, profesor de comunicación de la Universidad de Michigan y coautor del estudio. Lo llamativo para los expertos es que estas parejas se involucran en un juego en el que tácitamente saben que "el que se enamore pierde", pues el gran temor es que esos sentimientos no sean recíprocos. Sandra, una profesional de 27 años, ha tenido 'amigovios' y sabe muy bien que esa es una razón por la cual estas relaciones son difíciles. "Nada de arrunchis, nada de 'me hiciste falta', de esperar llamadas. Esto es a la cama y luego para la casa", dice. Cuando surgen esos sentimientos o preguntas, ella se lava el cerebro para tratar de contenerlos. "Uno tiene que parecer la mujer más de avanzada así por dentro se esté muriendo. Eso es lo complicado de estar a la defensiva, atado, pensando y calculando todo lo que se dice para que no suene a que uno está buscando algo más que el otro no está ofreciendo. A fin de cuentas, uno no quiere quedar como el patético", comenta.

Levine y su colega Melissa Bisson pensaban que el hecho de ser amigos les ayudaría a estas parejas a negociar cualquier tipo de problemas, incluso el de un posible enamoramiento que surgiera luego de incursionar en las artes de la sexualidad. Pero se encontraron con una sorpresa. La mitad de los entrevistados manifestó que aunque sí habían surgido interrogantes, como el nombre de la relación, cómo mantenerla, cuál será la trayectoria futura de la misma y cómo se sentían con el otro; ninguno de estos temas se había podido discutir en pareja. El 85 por ciento de los participantes indicó que no iniciaron una conversación sobre estas incertidumbres y el 73 por ciento dijo que nunca discutió sobre sus reglas básicas. "Esta falta de comunicación -dicen los autores- exacerbó los potenciales problemas de estas parejas". Nada nuevo para Sandra, quien ya lo había vivido en carne propia. "El tema se vuelve tabú, es como si los encuentros sexuales no hubieran pasado, se borran por completo", dice. Ernesto, un economista de 29 años, confiesa que aunque no se diga nada, a veces siente que la otra persona está sufriendo y "ahí es cuando se daña todo porque uno no quiere compromiso. La relación se vuelve trivial", añade.

Esa falta de comunicación termina sofocando a los 'amigovios'. Y por eso los expertos se atreven a afirmar que estas relaciones tienen fecha de expiración, pues no hay quien resista no poder hablar de lo que siente y vivir actuando a la defensiva. Incluso la siquiatra Juliana Villate se atreve a decir que "ahí ni siquiera hay una relación, ni son amigos, lo único que hay es sexo ocasional". Y aunque esto es cierto, un sicólogo de apellido Parks, en 1982, retó esa idea con el argumento de que también era posible tener una comunicación satisfactoria con el solo objetivo de satisfacer las necesidades sociales básicas, como parece suceder con los amigos con beneficios.

Otros refutan este punto de vista. "Mientras más cotidianidad e intimidad se tenga, es más probable que en algún punto se cruce lo sexual con lo afectivo", dice Geraldine Scioville. Agrega que en esta situación el gran peligro es que la autoestima salga lastimada, pues aunque en un primer momento crean que la necesidad es sexual, también hay una búsqueda afectiva.

Aunque los autores no encontraron mayores diferencias entre hombres y mujeres, algunos expertos consultados por SEMANA consideran que ellas viven esta situación de manera muy diferente a los hombres. Villate sostiene que el riesgo de enamorarse es para ambos, pero casi siempre es la mujer la que cae más fácil. "Ellas esperan que las llamen, se entusiasman, mientras que ellos no quieren dejarse agarrar", comenta. Los hombres cuentan con muchas más estrategias a la hora de protegerse. Mario, por ejemplo, es un administrador de empresas que no está interesado en un noviazgo formal y para evitar ataduras, sale con varias amigas al tiempo y huye despavorido de los brazos de aquella que le diga que se quede a dormir o que le hizo falta. "Yo les digo que esa relación es sólo para hacernos el mantenimiento".

A Levine le preocupa tanto que una buena amistad se dañe por este tema como le angustia que por el exceso de confianza con el amigo o la amiga estas parejas no tomen precauciones durante las relaciones sexuales y se enfrenten al riesgo de infectarse con el virus del sida. Pero lo que más ha llamado la atención es que en la sociedad actual el miedo al compromiso y el temor al amor son una constante. "Son relaciones demasiado masturbatorias", dice Scioville, y agrega que para el amor se necesita ser valientes o al menos entender que jugar con este sentimiento es como meterse con candela, pues en algún momento la necesidad del otro puede aparecer.

Pero eso no parece importarles a las parejas de hoy que dicen no estar listas para un compromiso. Tal vez, como quedó claro en esta investigación, la sociedad está apenas conociendo un nuevo tipo de relación híbrida que es mucho más frecuente de lo que se creía y que necesita de mayor conocimiento para entenderla del todo.