Los nuevos tratamientos consisten en tomar pastillas libres de interferón durante 12 semanas.

SALUD

Contra la enfermedad silenciosa

Una nueva generación de medicamentos contra la hepatitis C podría curar a millones de enfermos, en menor tiempo y sin efectos adversos. 

3 de mayo de 2014

El torero César Rincón, la figura pública más conocida del país que haya padecido y sobrevivido a la hepatitis C, recuerda que la cura fue más difícil que la enfermedad. Y eso es mucho decir, pues con el paso del tiempo esta dolencia mortal deteriora al hígado hasta el punto de producir cirrosis y cáncer. Durante el tratamiento, además de bajar de peso y perder el pelo, Rincón sufrió severos episodios de insomnio, náuseas, ansiedad y depresión que pusieron a prueba su temple.

El diestro contrajo el virus a finales de 1990, cuando recibió una transfusión de sangre después de una cornada en Palmira (Valle). Dos años más tarde, en pleno auge de su carrera, los médicos le diagnosticaron la enfermedad, pero decidió aplazar el tratamiento. En 1999, cuando dejó las plazas decidió capotear ese toro. Hoy, completamente recuperado, admite que fue la faena más dura de su vida.

El régimen al que Rincón y muchos pacientes han tenido que someterse para tratar la hepatitis C combina tabletas de ribavirina e inyecciones de interferón, dos fármacos que producen efectos secundarios severos. No en vano el matador se refiere a su experiencia como “una especie de quimioterapia”. Por eso, muchos lo piensan antes de aceptar ese tratamiento, que dura entre 24 y 48 semanas, y en el que un poco más de la mitad de las personas salen victoriosas. Por supuesto que ha habido avances significativos desde que la enfermedad se descubrió en 1989, pero todo indica que se avecina una verdadera revolución en su tratamiento.      

A finales del año pasado la FDA, la agencia regulatoria de Estados Unidos, aprobó dos medicamentos (sofosbuvir y simeprevir) que buscan que entre el 90 y el 100 por ciento de los enfermos se curen con terapias cortas y sin efectos adversos. La carrera ya empezó y varias empresas farmacéuticas están desarrollando otras drogas orales, libres de interferón, para combatir ese mal silencioso que se transmite por el contacto con la sangre de alguien infectado. Los resultados de estas nuevas terapias fueron presentados durante el Congreso Internacional del Hígado que se realizó en Londres, donde una de las conclusiones más importantes es que pueden revertir el daño que la hepatitis C causa en ese órgano. 

Se estima que en el mundo hay 160 millones de enfermos, una cifra alarmante frente a los 35 millones infectados por VIH. En Colombia se calcula que afecta a unas 400.000 personas. Lo grave es que, como el virus puede tardar hasta dos décadas en manifestarse, muchos no saben que son portadores sino cuando la enfermedad está en una etapa avanzada. “La hepatitis C afecta al equivalente de la población de Italia, Francia y el Reino Unido juntos y es la primera enfermedad crónica viral que se puede curar”, explica el hepatólogo Juan Carlos López-Talavera, ejecutivo de la división médica de la biofarmacéutica AbbVie. Esto, en pocas palabras, significaría una conquista inusual para tratar una epidemia, ya no desde la prevención con las vacunas, como es costumbre, sino en la cura de personas enfermas. Precisamente, expertos de esa compañía expusieron una de las investigaciones más prometedoras en pacientes con infecciones crónicas. El régimen, conocido como 3D porque combina tres medicamentos en una pastilla, dura 12 semanas y tiene una tasa de éxito del 96 por ciento, incluso en personas con cirrosis.  

“Estamos muy optimistas con este tipo de tratamientos –asegura Óscar Beltrán Galvis, presidente de la Asociación Colombiana de Hepatología–. Una vez sean aprobados esperamos encontrar un modelo que permita que todo el mundo pueda acceder a ellos”. Hoy las nuevas drogas que están en el mercado cuestan en promedio 1.000 dólares por píldora, lo que se traduce en cerca de 90.000 dólares por tres meses. “Eso nos inquieta, pero si uno compara esa cifra con lo que vale tratar a un paciente que después de un trasplante debe seguir tomando medicamentos, sin contar las hospitalizaciones por el riesgo de que se reinfecte, puede llegar a costar lo mismo o incluso menos”, agrega Beltrán. 

 Los enfermos están esperanzados en que las autoridades aprueben los nuevos medicamentos en Estados Unidos y Europa a finales del año y la competencia ayude a estabilizar los precios. Si es así, a Latinoamérica podrían estar llegando en 2015.