| Foto: Javier De La Torre

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El fin de la privacidad

'Hackers', cámaras, drones y hasta Google y Facebook están acabando con la intimidad de las personas. Los expertos dicen cómo prepararse para esta invasión.

6 de febrero de 2016

El hoy exdefensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, probablemente fue un ingenuo al enviar por WhatsApp a su subalterna esa foto íntima que le dio la vuelta a Colombia. Pero lo que muchos no saben es que así no la hubiera distribuido, el solo hecho de tenerla en su celular suponía un gran peligro.

Según los expertos, aunque los datos personales parecen estar a salvo en el celular, el riesgo se da cuando se copian automáticamente en la nube. Esto genera un peligro porque quedan almacenados en otros servidores donde podrían convertirse en objetivo de hackers, que, como se ha probado más de una vez, pueden romper la seguridad de estos servidores y divulgar fotos, correos electrónicos y todo tipo de datos almacenados en estos aparatos.

El asunto no es exclusivo de especialistas. Algunos sitios web explican a cualquiera cómo tener acceso a los mensajes de texto de un teléfono inteligente sin ser descubierto, todo con un software especializado. A veces ni se necesita disponer de programas sofisticados. Teniendo en cuenta que los usuarios prefieren las claves de fácil recordación, como 1234, el nombre de su mascota o su fecha de nacimiento, todo está servido en bandeja de plata.

Además está el factor azar. Cuántas veces no se ha enviado la foto equivocada a la persona errada. Y una vez la persona hace clic para enviar esa información, deja de estar bajo su control. “A menos que usen aplicaciones que puedan destruir el mensaje”, señala Roberto Martínez, analista e investigador de seguridad digital de Kapersky Lab. “Aun así, se corre el riesgo de que alguien le tome la foto al pantallazo con la ayuda del ‘screenshot’”, agrega.

Lo más grave es que no solo las celebridades y los personajes públicos están en peligro de quedar expuestos. “Todos somos vulnerables”, dice Andrés Guzmán, abogado experto en el tema. Según las nuevas reglas del juego, cada cual debe aceptar que las interacciones sociales, financieras y comerciales por la red son susceptibles de que alguien las vea, ya sea un amigo, el jefe, el Estado, la prensa o una multinacional como Google o Facebook, en cualquier lado y en cualquier momento.

Paradójicamente, la gente sigue compartiendo cada minucia de su vida, desde su ubicación geográfica hasta el plato que come, como si eso fuera inocuo. Aun si estos datos se comparten en Facebook de manera privada, “la foto o el mensaje está ya en muchos servidores y estas compañías pueden conservar la información hasta por tres años”, dice Guzmán.

Y es que no todos los que están al acecho de la información son criminales. Tanto Google como Facebook siguen cada paso de sus usuarios porque esa es la razón de su negocio. Eso es evidente cuando los avisos que salen en las páginas web se relacionan con búsquedas anteriores. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué Facebook sugiere que se haga amigo de alguien que conoció ayer? No son coincidencias sino los algoritmos que estas compañías tienen para hacer las conexiones. Es cierto que el usuario cuenta con herramientas, pero, según Martínez, no al 100 por ciento. Por ejemplo, aunque solo publique la información para un grupo de amigos, en un momento dado cualquiera de ellos puede tomar esa foto y compartirla con terceros que no están en dicha lista. Por eso, se habla de una falsa sensación de confidencialidad. Pero esa invasión a la intimidad es el precio que la gente paga por usar sus servicios. “En el momento en que yo hago público algo en Facebook, lo perdí y no puedo hacer nada porque al ingresar a esa red social acepté esas condiciones”, dice Martínez.

En ese contexto, no se entiende por qué la gente se toma selfis desnuda. Algunos defienden este comportamiento, conocido como sexting, por tratarse de una práctica que pone picante al coqueteo y las relaciones amorosas. Eso no la exime de riesgos. Guzmán cuenta el caso de una mujer que grabó un video erótico con su pareja. Pero el hombre, sin su consentimiento, publicó el material en su blog con nombres y apellidos. “El video se viralizó y, a pesar de que se interpuso acción legal, ha sido difícil borrarlo de internet pues por más de que se elimine de un servidor, queda vigente en otros”, dice.

Las nuevas tecnologías, además, permiten grabar y recolectar información valiosa: captar al ladrón en flagrancia o al abusador en un acto de matoneo. Pero en otros puede involucrar a cualquier perico de los palotes, como sucedió con el caso de Nicolás Gaviria y su famoso “usted no sabe quién soy yo”, o como pasó con Melisa Bermúdez y su enfrentamiento con los policías. Son situaciones que antes solo conocerían unos cuantos, pero con la abundancia de cámaras hoy se vuelven noticias de primera plana que, independientemente de su mérito para serlo, son fuente de humillación pública.

Incluso los drones están ya causando preocupación. El caso más curioso fue reportado por Business Insider e involucró a una mujer de Seattle, Estados Unidos, que se encontraba en paños menores en su apartamento en el piso 26 de un condominio cuando un dron con una cámara apareció en la ventana. El aparato estaba tomando un video para un comercial de una agencia inmobiliaria. El problema, según Guzmán, no es que graben sino como se difunde la información. Si se publica y se vulnera la intimidad de las personas, hay mecanismos legales para protegerse. Según el abogado, Otálora habría sido una víctima pues esas fotografías se difundieron sin su autorización.

El problema, en síntesis, es que la sociedad no está preparada para casos como este. “Este nuevo panorama requiere que comprendamos mejor las tecnologías que surgen y que utilizamos a diario”, dice Amalia Toledo, de la fundación Karisma. La gente cree que una conversación por WhatsApp es íntima, pero realmente equivale a hablar duro en medio de la oficina. Lo importante, según Toledo, es que la gente sepa que tiene el derecho a proteger su intimidad y a que las instituciones digan con transparencia qué datos están recolectando y almacenando de cada persona.

Muchos creen que el asunto se resuelve con el principio según el cual quien nada debe nada teme. Pero la privacidad no tiene que ver con ocultar cosas malas sino, como lo dice Toledo, con un derecho necesario para el goce de otros derechos: para formar una opinión y expresarla, para desarrollar la personalidad, para disfrutar de la sexualidad o “simplemente para tener una vida íntima porque sí, porque es un derecho”.

Consejos para la intimidad

- Abstinencia: aunque muchos piensan que los selfis eróticos son buenos para la relación, algunos expertos señalan que la única medida que garantiza 100 por ciento de seguridad es no tomarlos.
- Mida el riesgo: antes de oprimir la tecla ‘enviar’ piense si usted diría en público lo que va a transmitir.
Si sabe de riesgos y tiene que enviar datos privados, lo mejor es recurrir a cifrar los datos, lo cual eleva el nivel de protección.
- Gestor de contraseñas: procure tener claves de acceso seguras en sus aparatos digitales. Existen programas para administrarlas sin tener que aprendérselas.
- Conozca la ley: existe una legislación que protege el derecho de privacidad y conocerla es crucial para actuar en caso de que sea vulnerado.