Ambiente laboral

Odio a mi jefe

Un reciente estudio mostró por qué los hombres jóvenes que ocupan cargos de jerarquía tienen mayores conflictos en el trabajo que las mujeres y los jefes maduros.

30 de agosto de 2008

La mayoría de los empleados sueña con alcanzar algún día una posición de liderazgo para saborear las mieles del poder. Pero lo que muchos no tienen claro es que, casi siempre, al lograrlo se paga un alto costo. Un costo que consiste en la posibilidad de entrar en conflictos con sus subalternos. Que surjan roces es apenas obvio si se tiene en cuenta que los superiores toman decisiones, sancionan, supervisan el trabajo de sus subordinados, incluso, tienen el poder de despedir o contratar, de mejorar el sueldo y hasta de manejar el tiempo de la gente a su cargo. Todo esto afecta la calidad de vida de los colaboradores, y con frecuencia puede llevar a resistencia, falta de colaboración y malestar, situaciones que el superior debe saber lidiar.

La semana pasada, para preocupación de los menores de 45 años, un estudio encontró que el nivel de conflicto es mayor cuando el jefe es joven y hombre. Entre las posibles razones está que la mayoría cree que los hombres de más edad son los que deben ocupar posiciones de jerarquía. Un joven que aterriza en un cargo alto sin haber quemado anteriores etapas es considerado un trasgresor de esa norma, lo que se traduce en resistencia por parte de sus subalternos en aceptarlo, pues no lo ven como un legítimo depositario del poder.

Una segunda posibilidad es que los hombres jóvenes son mucho más competitivos que otros de mayor edad y llegan con ansias de innovar, lo cual puede generar un choque con los más antiguos colaboradores que ya están habituados al status quo y son más intolerantes a los cambios. "También puede ser indicador de que los jóvenes son más inexpertos en el manejo de las personas que tienen a su cargo", escribieron los sociólogos Scott Schieman y Sara Reid, de la Universidad de Toronto, autores del artículo, que fue publicado en la revista Work and Occupation.

El hallazgo fue una sorpresa, pues se tenía la percepción de que las mujeres jóvenes eran las que más roces interpersonales provocaban como jefes. El sicólogo organizacional Alberto Luis González observa que las mujeres "quieren hacer sentir su poder por su juventud y por una necesidad de protagonismo". Otros creen que las mujeres son más inseguras, algo que se traduce en la práctica con maltrato hacia los subalternos y docilidad hacia los superiores. "Son déspotas, no tienen tacto y humillan", dice un empleado que tuvo como jefe a una mujer menor de 40 años. "Creo que sienten una necesidad de reafirmarse porque todavía no se lo creen", agrega.

La explicación de esta conducta, según los sicólogos, es que a ellas no sólo les toca romper con el paradigma de ser jóvenes y capaces, sino con el de ser mujeres, sobre todo en ambientes machistas. Por esta doble presión, tienden a usar el poder de manera inadecuada y a tomar decisiones sin previa concertación con el subalterno afectado. Así mismo, su sensibilidad las hace estar más pendientes de estímulos que no afectan a los hombres, "y a muchas les cuesta manejar estos temas de manera objetiva", dice la consultora Clara Reyes de Mejía

A pesar de lo anterior, otros expertos resaltan que las mujeres tienen gran capacidad de cooperación y constantemente se preocupan por mantener buenas relaciones laborales, mientras que los hombres están más enfocados en escalar y mejorar su sueldo. Esto ofrecería una explicación adicional a los hallazgos del estudio.

Hay muchas fuentes de conflicto entre un jefe y un subalterno, pero se destacan las dificultades en la comunicación. "Los jefes suelen dar órdenes que el subalterno no comprende, lo que genera malas interpretaciones", dice Andrea Gómez, consultora de Sigma Corporation. Para José Manuel Acosta, presidente de Human Capital, existe una nueva fuente de fricción y es "la falta de opciones para alcanzar un equilibrio adecuado entre la vida personal y la laboral", dice. Cuando estos problemas no se solucionan, se generan rumores, inconformismo y baja autoestima entre los trabajadores. Por eso, según Schieman, aunque el trabajo suele ser un sitio de camaradería y apoyo, también se puede convertir en el lugar más estresante para la persona. En ocasiones estos roces causan el retiro de algún trabajador, pues "las organizaciones toleran más la ineficiencia que el conflicto", asegura González.

La investigación también encontró que la inseguridad, es decir, tener el puesto en la cuerda floja; la disparidad en salarios, y un ambiente laboral ruidoso son factores que aumentan las relaciones conflictivas en el trabajo.

El resultado de la investigación es llamativo si se tiene en cuenta que cada vez más jóvenes se ganan estos cargos de autoridad por su preparación académica y no tanto por su trayectoria. Sin embargo, muchos expertos consideran que mirar este tema desde la óptica del género y la edad no da una visión total de la realidad, pues hay otras posibles fuentes de problemas entre el jefe y el subalterno como, por ejemplo, el nivel sociocultural o el temperamento del jefe, que puede reñir con el del empleado. Para Reyes de Mejía también cuenta el ambiente laboral, pues no es lo mismo una empresa que promueve la competencia y premia el individualismo que otra que estimula el trabajo en grupo.

Para consuelo de muchos, el jefe ideal no existe. La situación óptima, según le dijo Schieman a SEMANA, es tener bajos niveles de conflicto y altos niveles de relaciones de apoyo y atender las metas para lograr los mejores resultados. Pero, desafortunadamente, siempre habrá factores de estrés y demandas de trabajo que contribuirán a generar fricciones entre el jefe y su subalterno. Y por consiguiente, siempre habrá un buen motivo para hablar mal del jefe, sea joven, viejo, hombre o mujer.