Probablemente 2006 desbancará a 1999 como el año más lluvioso

Clima

Palo de agua

El drama del invierno tiene conmovido al país. Y prácticamente nadie se salva de sus efectos. ¿A qué se debe su intensidad y cómo está alterando la vida de todos?

13 de mayo de 2006

Alfonso Patiño se llevó el susto más grande de su vida hace solo unos días, a causa de los aguaceros en Barranquilla. Patiño estaba en una cita de trabajo en una zona céntrica de la ciudad cuando le anunciaron que la lluvia arreciaba. Entonces salió a mover el carro, pues se lo podía llevar la corriente del arroyo, que ya había crecido 20 centímetros. Se quitó las medias y los zapatos y cuando iba a abrir la puerta de su Nissan Pathfinder, el agua lo tumbó al piso y los arrastró a él y a su carro. Patiño no se explica cómo logró agarrarse de la llanta trasera, abrir la puerta y sentarse frente al timón. Mientras navegaba calle abajo logró controlar la dirección y estacionar en un parqueadero con el carro apagado. "Llegó a la casa aterrado y pálido, raspado y con la ropa rota como un indigente", recuerda su hija Mariam. "Me salvé de milagro. Pensé que me iba a morir de la manera más tonta", añade Patiño.

"Esta ciudad se va a ahogar", dijo Carlos Martínez el viernes pasado, después de que una lluvia intensa cayó sobre Bogotá durante casi 12 horas continuas. Él no es el único que se queja por el clima. Después de prácticamente tres meses de vivir bajo la lluvia, la gente está aburrida. "Los días parecen más cortos, dice Marcela Carrillo, una estudiante de ciencias políticas que no resiste ver el cielo plomizo de la capital. Ya no sale el sol", se queja. "Qué llovedera", "me lavé" o "qué frío", se han vuelto las frases más comunes en las reuniones sociales o en los ascensores y los corredores de las oficinas. Todos se refieren al invierno que comenzó en marzo y que aún en mayo no ha dado tregua a los colombianos.

En el país hay dos temporadas lluviosas anuales: la que va de marzo a junio, y la que se extiende de septiembre a noviembre. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), la primera ola invernal de 2006 ha sido la más fuerte en 20 años. Y si la segunda resulta ser normal, probablemente este año desbancará a 1999 como el más lluvioso de los últimos tiempos.

Esta tarde vi llover

Como todos los años, a las poblaciones pobres y a los municipios ubicados en zonas de riesgo les ha tocado la parte más dura del invierno. La precipitación ha causado desastres en todo el país. Veintiséis municipios y más del 70 por ciento del territorio se encuentran afectados. Las cifras de la Defensa Civil, al cierre de esta edición, indicaban 102 personas muertas y 82.890 afectados por inundaciones y derrumbes. La semana pasada se cerraron varias vías en Bogotá y se declaró la alerta roja por una inundación inminente en los ríos Bogotá, Magdalena y Cauca. Se declararon en emergencia las veredas aledañas a la laguna de Fúquene, lo que afectó a cientos de ganaderos y agricultores, así como la zona de La Mojana, entre los departamentos de Sucre, Córdoba y Bolívar.

Pero la lluvia también les ha trastornado la vida cotidiana a todos los colombianos. Cuando se despierta y ve llover por la ventana, Alejandra Sánchez, una arquitecta de 28 años, se siente desanimada y sin pilas para trabajar. Durante el puente pasado estuvo encerrada en su apartamento, a pesar de que tenía programados diferentes planes con sus amigos. "La lluvia me afecta emocionalmente. No me dan ganas de salir con este clima. Vivo muerta de la pereza y del frío", dice.

Los expertos afirman que hay una relación entre el clima y el estado de ánimo, sobre todo en aquellos países que tienen estaciones. En esas latitudes se presenta una condición conocida como la tristeza del invierno (winter blues), sobre todo en aquellas personas susceptibles a deprimirse. La causa de esto es que la ausencia de rayos solares disminuye la producción de serotonina, un neurotransmisor que regula en el cerebro los estados de satisfacción. Pero lo más común en los países tropicales es que la gente proyecte su depresión y su melancolía en el clima. "Si alguien está deprimido, los días grises lo deprimen aun más. Eso resuena con el ambiente", dice el médico sicoanalista Ariel Alarcón.

Pero quizá más grave que los bajones de ánimo es el aumento de las enfermedades respiratorias. La Secretaría de Salud informó que de enero a abril de 2006 han muerto en Bogotá 32 personas por enfermedades respiratorias agudas. Sólo en el mes de abril, registró 120 camas pediátricas de sobre cupo. A pesar de que el número de casos ha sido menor que el del año pasado, lo más probable es que haya epidemia de enfermedades bronquiales, sobre todo en los niños y los ancianos.

Y además de la gripa está el problema de las goteras. Esperanza García, una diseñadora de 33 años, está desesperada. "Es horrible. Los cerros tapados, el gris del cielo, el frío". En su apartamento, ubicado en la calle 85 con carrera séptima, el agua le ocasionó unas goteras que le mojan la alfombra. Su casa vive húmeda, pero no puede hacer nada, pues los arreglos deben esperar a que llegue el verano.

Por su parte, Olivier Guyottot pensaba que en un país tropical las temperaturas serían altas y el clima seco. Pero la primera sorpresa que se llevó este francés cuando llegó hace un par de meses, a establecerse en Bogotá, fue encontrar que en la capital del país literalmente llueve sobre mojado. Guyottot considera que caminar bajo la lluvia en esta ciudad es un infierno, no tanto por el agua que cae de arriba, como por la que levantan los carros del piso. "Siempre salgo con el paraguas y cuando veo un auto pasar, hago protección lateral".

Esa precaución no la tuvo Carolina Molina, una sicóloga que el viernes pasado estaba esperando un taxi con toda la pinta puesta y lista para ir a un cumpleaños. Cuando tomó el carro, el conductor decidió que no la llevaba a la dirección a la que iba, por lo que tuvo que bajarse una cuadra después. "Había un charco gigante, como una piscina. En cuanto salí, pasaron tres buses ejecutivos en fila a toda velocidad. Lo único que vi fue una ola de agua sucia que me caía encima. Me lavó de la cabeza a los pies". Sobra decir que el incidente le aguó la fiesta.

Y es que conseguir un taxi en medio de un chaparrón puede convertirse en una verdadera hazaña. "Apenas empieza a llover, yo apago el radio porque prefiero recoger a los clientes en la calle", dice el taxista Ricardo Velandia. Sucede lo contrario de lo que debería pasar: la gente tiene que salir a mojarse a la calle para conseguir un carro.

Y eso que algunas veces, como le sucedió a Carolina Molina, se niegan a prestar el servicio si la zona a la que van es especialmente congestionada cuando llueve.

Pero el clima no sólo afecta el ya complicado transporte público. También tiene efectos más sutiles, como los cambios en la dieta. La gente consume más bebidas calientes y sobre todo más dulce, cuando hace frío. Alejandra, por ejemplo, ahora más que nunca siente debilidad por el chocolate y el arequipe. Para la nutricionista Carolina Camacho, esto es apenas lógico cuando hace frío. Para calentarse, el organismo necesita más energía y generalmente la pide en forma de dulce. Además, "el chocolate aumenta las endorfinas y, por lo tanto, el estado de ánimo", afirma.

El invierno también provoca más sueño. El ingeniero de sistemas Francisco Huertas ahora duerme más que antes. Hace poco pasó derecho hasta las 10 de la mañana porque todo estaba oscuro y creía que aún era de noche. Cuando se levantó y vio la hora, casi sufre un colapso. Estaba dos horas retrasado para una cita.

Un grande nubarrón...

Jorge Londoño, un paisa de 38 años, no odia la lluvia, pero siente que esta temporada invernal ha sido muy larga. Su sensación no es errada. Este año, en el mes de enero, que por lo general es seco, se presentaron muchos aguaceros debido al enfriamiento del océano Pacífico. Este fenómeno, conocido como 'La Niña' (ver recuadro), empató con la temporada lluviosa, lo que ha generado la percepción de que en este año no ha parado de llover.

Por si fuera poco, el mundo está pasando por un ciclo de años húmedos y por un período intenso de huracanes que también inciden en el nivel de la precipitación mundial. "Este año todo coincidió para que lloviera más", dice Carlos Costa, director del Ideam.

Hay una noticia buena y una mala. La mala es que va a seguir lloviendo hasta mediados de junio, cuando empezará una breve temporada seca hasta septiembre. La buena es que a mediados de mayo la intensidad de las lluvias amainará. Es probable que algunos días amanezcan soleados y secos. Pero eso no significa que el invierno se haya ido y que no haya que sacar el paraguas. "Hay que pararles más bolas a los pronósticos", dice Costa (ver recuadro). El Ideam había dicho desde el año pasado que esta temporada iba a ser especialmente fuerte. Pero en Colombia no existe la cultura de consultar los pronósticos meteorológicos.

Cuenta Humberto González, meteorólogo del Ideam, que una vendedora de helados del centro de Bogotá lo llamaba todos los días para enterarse del pronóstico del clima. Su negocio dependía de esa información. Ella es un buen ejemplo de la actitud que deberían tener tanto el ciudadano de a pie como los sectores económicos que dependen del estado del tiempo. Si la gente tuviera en cuenta esta valiosa información, no sólo se evitarían grandes tragedias, sino también los pequeños y húmedos chascos cotidianos.