Ubicada en la frontera entre Colombia y Venezuela, Villa del Rosario es célebre por ser el lugar donde se firmó la primera Constitución.

TURISMO

Para ir antes de morir

Un libro destaca los 333 lugares que nadie debería perderse en Colombia. Es una guía que incluye museos, hoteles, paisajes y restaurantes de paso.

4 de diciembre de 2010

MarÍa Cristina Lamus dice que nació para viajar. Desde su época como estudiante tuvo la idea de salir del país a recorrer el mundo, y hasta ahora ha cumplido sus planes. Conoce más de 80 países, ha recorrido toda Europa y domina el territorio colombiano casi en su totalidad. Además, sus trabajos siempre han estado relacionados con ir de un lugar para otro. Fue la jefe de prensa de la Corporación Nacional de Turismo, dirigió la revista Avianca por varios años y es autora de varios libros sobre turismo en Colombia y Latinoamérica. "Yo he tenido en la vida un sino y es que donde me paro tengo un viaje", dice con convicción. Quizá por esa experiencia viajera, hace más de seis meses María Cristina fue contactada por la editorial Planeta para que hiciera un libro de turismo sobre el país. El resultado: 333 sitios de Colombia que ver antes de morir, que salió hace unos días al mercado con las ciudades, paisajes, museos, restaurantes, hoteles y pueblos colombianos que, a juicio de la autora, son esenciales para quien quiera conocer el territorio nacional.

El libro consta de 333 relatos cortos en los que Lamus describe cada uno de los lugares y proporciona información práctica de cada destino, como la forma de llegar o teléfonos de contacto de hoteles y restaurantes. "Fue una escogencia personal y el temor fue un poco que mi elección dejara por fuera lugares que a la gente le gusten mucho", admite Lamus. Por eso, la guía abarca desde los sitios de atracción por excelencia, como el Museo del Oro, en Bogotá, o la Catedral de Sal, de Zipaquirá, hasta la plaza de mercado de Buenaventura o un bar de tangos en pleno centro de Medellín.

Durante los seis meses de su viaje, María Cristina dormía unas veces en hoteles, otras donde amigos y algunas en hostales de paso. No tuvo que visitar todos los sitios pues a algunos había ido recientemente y otros los conocía a la perfección por su experiencia a lo largo de su carrera. Aunque el libro no es un ranking de lo mejor, la autora no duda un segundo en afirmar que el predilecto suyo es Caño Cristales, al sur de la serranía de La Macarena, en el Meta. "Es el río de la más rara belleza que se pueda descubrir. Ese color es una cosa fantástica, a tal punto que uno lo mira y no le cabe en la imaginación que sea real", cuenta con emoción.

Entre sus favoritos también están el Valle del Cocora, al que describe como un paisaje bucólico, casi surrealista, debido a la niebla que cubre la mayoría del tiempo las onduladas extensiones de palma de cera, y Villa del Rosario, un pueblo en Norte de Santander, donde se firmó la primera Constitución.

El libro también se centra en el tema gastronómico, en el que Lamus reseña los restaurantes de la Zona G de Bogotá así como la tradicional longaniza de Sutamarchán, las luladas y champús de las calles de Cali, la piña de Floridablanca o el restaurante Peñaflor, en la carretera entre San Gil y Bucaramanga. Lamus reconoce que muchos lugares quedaron por fuera, en parte porque la guía no pretendía incluir sitios de muy difícil acceso ni tampoco aquellos en los que hubiera inseguridad por grupos al margen de la ley. Aunque admite que "uno se puede morir sin conocer nada", en alusión al título del libro, sí considera que hay algunos lugares que vale la pena conocer, como Bocas de Ceniza, en Barranquilla, en donde se puede ver la desembocadura del río Magdalena al Atlántico.

Hoy Lamus confiesa que le aburren los paseos largos, pero también asegura que si le propusieran otro proyecto igual, lo aceptaría sin pensarlo. "Los viajes son un ejercicio muy útil que te enseña a conocer otras culturas y saber que la belleza está en cosas muy simples". Hace ya varios años, mientras hacía un viaje por la antigua Unión Soviética, en una plaza de mercado en Samarkanda, en Uzbekistán, un brujo le dijo una advertencia premonitoria. "Me leyó la mano y me dijo que iba a conocer el mundo entero", cuenta. Y por ahora, eso es lo que María Cristina ha hecho la mayor parte de su vida.