Durante las últimas décadas, algunas bacterias como la E. coli han evolucionado dentro de los hospitales y se han hecho resistentes a la mayoría de antibióticos disponibles. Se las conoce como superbacterias y son la causa de las infecciones intrahospitalarias.

SALUD

Peligro en el quirófano

Las infecciones dentro de los hospitales son más frecuentes y violentas de lo que se cree. ¿Hasta dónde se puede reducir el riesgo de contraer una superbacteria?

27 de enero de 2006

La noticia sorprendió la semana pasada: la ex congresista Vivianne Morales perdió un ojo tras un trasplante de córnea. Al parecer, adquirió en el quirófano dos bacterias agresivas que atacaron su nervio óptico a gran velocidad. Para evitar una inminente infección cerebral fue necesario, a los ocho días de la intervención, extraerle el órgano.

Su caso no es el único. Hace 15 años, cuando apenas contaba 19, Luz Estela 'Tute' Puerta, profesional de golf y autora del libro Campos de golf en Colombia, también se sometió a una operación de trasplante de córnea. El mismo día de la cirugía empezó a sentir un agudo dolor en su ojo. A las dos semanas, el dolor persistía y el médico que le practicó la operación decidió extraerle nuevamente la córnea, hacerle una limpieza profunda y colocarle una nueva. De nada sirvió. Tres meses después, el dolor seguía idéntico, y el ojo de 'Tute' empezó a degenerarse. Se puso totalmente rojo. El iris, que antes era verde, se tornó color café. El ojo entero perdió presión y se deformó. "Parecía una uva pasa", afirma. 'Tute', como Vivianne Morales, perdió su ojo a causa de una infección adquirida en la sala de operaciones. Sólo que la bacteria que atacó a 'Tute' era una pseudomona, conocida por ser una bacteria intrahospitalaria muy agresiva y resistente a la mayoría de los antibióticos.

Miguel Ramírez* también tenía 19 años cuando, el 12 de diciembre de 2000, le practicaron una cirugía de reducción de cornetes. Al tercer día de la operación presentó un olor fétido e intenso, le dolían la cara y la cabeza. Según su médico, todos éstos síntomas eran normales. Pero los días pasaron y Miguel no se recuperaba. De hecho, empeoraba: le dolían la cabeza y la espalda, tenía malestar general, fiebre y taquicardia. El olor persistía. Los médicos, mientras tanto, le recetaban un antibiótico tras otro. Casi un mes después de la operación lo hospitalizaron con un diagnóstico de sinusitis y neumonía. Aparentemente su situación mejoró en los siguientes tres días, pero sólo para recaer. La mañana del 15 de enero de 2001 Miguel no podía respirar y fue necesario darle asistencia ventilatoria. Había entrado en choque séptico a causa de tres bacterias que crecen en los hospitales. Las infecciones invadieron su cuerpo y Miguel murió esa misma noche.

Breve diagnóstico del riesgo

El problema de las infecciones intrahospitalarias está mucho más extendido de lo que se cree. "Se trata de un problema en curso en el nivel mundial", afirma Héctor Zambrano, secretario de Salud de Bogotá. Según datos administrados por Zambrano, anualmente en el mundo 14 millones de personas resultan afectadas por bacterias que se desarrollan en los quirófanos. Aunque no existen cifras globales para Colombia, se sabe que en Bogotá, de cada 1.000 pacientes que ingresaron a un centro hospitalario en 2005, 22 salieron con una infección a cuestas. El riesgo no es para nada desdeñable: se estima que de entrada un 10 por ciento de las personas que son hospitalizadas pueden adquirir una infección intrahospitalaria. A pesar de las medidas de aislamiento y esterilización que los hospitales tomen para evitarlo, sólo una tercera parte de ese 10 por ciento es prevenible.

¿Por qué existe un riesgo tan alto si la medicina goza de continuos e importantes avances? Según explicó a SEMANA el médico infectólogo Guillermo Prada, hay varias razones. En primer lugar, las personas que son hospitalizadas, por lo general tienen disminuidas sus defensas. Mucho más cuando entran por condiciones altamente debilitantes como el cáncer, el sida, la diabetes, la cirrosis o las afecciones de los pulmones y el corazón. A esto se suma que los médicos deben intervenir a los pacientes con objetos como sondas, tubos y catéteres, que violan las barreras naturales de defensa y por donde se pueden colar las infecciones. Además, gracias justamente a los avances de la medicina durante el último siglo, hoy existe una población más grande de personas de edad avanzada con un sistema inmunológico débil, muy susceptibles de adquirir los agentes patógenos. ?

Las superbacterias

Sin embargo, hay otra razón poderosa. En las últimas décadas, en los quirófanos se ha desarrollado una estirpe de bacterias resistentes a la mayoría de antibióticos conocidos. Se las ha llamado las superbacterias y son el dolor de cabeza de la infectología moderna. Algunas de sus más conocidas representantes son el Staphylococcus aureus, el Enterococcus faecalis y el Streptococcus pneumoniae, aparte de las enterobacterias intestinales, las cuales han hallado en las salas de cirugía, y especialmente en las de cuidados intensivos, un medio favorable para su desarrollo.

El empleo exagerado y muchas veces inapropiado de los antibióticos por parte de los médicos ha ocasionado que estas bacterias generen sofisticados mecanismos de defensa contra las medicinas. Dentro de los hospitales es usual utilizar antibióticos potentes para tratar a los pacientes, quienes tienden a ser cada vez más ancianos. Puesto que su sistema inmunológico es débil, los médicos deben administrarles las dosis con mayor frecuencia, lo que a la larga juega a favor de las infecciones, pues les dan más posibilidades de generar resistencias.

También hay factores externos a los hospitales que contribuyen al fortalecimiento de las superbacterias. Por ejemplo, que se receten antibióticos para combatir enfermedades de origen no bacteriano, como las gripas causadas por virus, la venta de antibióticos sin fórmula médica en las droguerías, la interrupción anticipada de los tratamientos por parte de los pacientes, así como la automedicación.

El problema es tanto más preocupante cuanto que las compañías farmacéuticas no están interesadas actualmente en invertir en investigaciones con antibióticos, pues no ven un lucro importante en ello. "Es probable que en los próximos 10 años no haya un antibiótico realmente nuevo", advierte Prada. La Organización Mundial de la Salud ha hecho en la última década varios llamamientos para que los gobiernos desarrollen estrategias conjuntas con el fin de frenar la resistencia bacteriana. Y es que, de no llevar a cabo acciones eficaces, es factible que en unos años la humanidad vuelva a la era preantibiótica, en la que una simple infección aniquilaba a millones de personas.



¿Se puede prevenir?

"En todos los hospitales del mundo hay bacterias. Es imposible garantizar un riesgo de infección cero", sostiene Ana María de Brigard, abogada especialista en el tema de la responsabilidad médica. Sin embargo, es posible minimizar ese riesgo si tanto los médicos como los pacientes son extremadamente cuidadosos a la hora de tratar las enfermedades infecciosas. Los médicos deben seguir rigurosamente los protocolos de limpieza, aislamiento y esterilización. Y, sobre todo, recetar antibióticos únicamente en las dosis y los casos estrictamente necesarios. Los pacientes deben seguir juiciosamente los tratamientos con estos medicamentos y nunca autorrecetarse. Por su parte, los hospitales y las entidades prestadoras de salud deben invertir todas las energías posibles en la vigilancia interna de las infecciones. Es la única manera de reducir al mínimo que casos como los de Miguel, 'Tute' y la candidata Morales se extiendan, y que el problema se convierta en un grave caso de salud pública. n

*Nombre cambiado