infancia

Pobres niños ricos

Los diferentes tipos de maltrato infantil también se presentan en las clases altas, donde la negligencia afectiva y el abuso emocional son los más comunes.

26 de febrero de 2006

-¿Qué te pasó?

-El chofer me prestó el carro y me estrellé

-¿Quieres que llame a alguien?

-No

-Llamemos a tu mamá

-No, ella está en París

-Entonces dame el teléfono de tu papá

-Él está en África

-¿Y tu abuela?

-Tampoco vive aquí

- Entonces ¿con quién vives?

-Con la empleada y el chofer.

-¿Hay algún adulto al que pueda llamar para que te ayude?

-Sí, llame a mi siquiatra.

Esta situación, que vivió un niño de 12 años en una clínica de Bogotá, ilustra la realidad de muchos niños colombianos, a quienes tener las necesidades básicas más que satisfechas no los libran del abandono y el maltrato. De cada 100.000 niños colombianos, 54,3 son maltratados. Eso reporta Medicina Legal que, de acuerdo con los expertos, sólo registra el 5 por ciento de los casos que realmente ocurren. SEMANA indagó la incidencia de este fenómeno en los menores de los estratos altos y encontró que se encuentran considerablemente afectados.

Los siquiatras y los sicólogos coinciden en que los tipos de maltrato más frecuentes en esta población son el abuso emocional y la negligencia, aunque también es recurrente el abuso físico y sexual. No existen estudios ni estadísticas del tema, pero los datos de los colegios de clase alta pueden dar una estimación aproximada. Por ejemplo, en uno de Bogotá, del total de 1.700 estudiantes, el 40 por ciento consulta al sicólogo, y la mitad de ellos lo hace por asuntos relacionados con malos tratos en la familia.

No quieren sentirse solos

Para Camilo*, cualquier cosa era mejor que llegar a su casa. Por ello, desde las 4 de la tarde, hora en que salía del colegio, optaba por montar en TransMilenio hasta las 8 de la noche. Allí no hablaba con nadie, pero al menos así no se sentía tan solo. Para la siquiatra Isabel Cuadros, directora de la Asociación Afecto, este es un claro ejemplo de maltrato por negligencia, evidenciado en la soledad que viven muchos de estos niños y que los padres creen suplir con la compañía de empleados del servicio doméstico o con lujos innecesarios.

Dichas situaciones causan, en ocasiones, depresión, deseos suicidas, mecanismos para llamar la atención o aislamiento en los videojuegos y otras entretenciones solitarias. En otros casos, los niños desarrollan un fuerte apego hacia la niñera o las empleadas domésticas, lo que resulta nocivo si se tiene en cuenta que son personas en tránsito temporal por sus casas y que con su partida empeoran la sensación de abandono del niño.

"Los niños se deprimen porque sienten que no son importantes para nadie y ningún artefacto puede reemplazar la experiencia maravillosa de un niño que comparte con sus padres", aduce la doctora Cuadros. Esto no quiere decir que los padres deban renunciar al trabajo, pero sí que la ausencia física puede ser aminorada por la presencia sicológica. Es decir, que el niño sepa que cuenta con sus padres cuando los necesite y que ellos estén al tanto de todo lo que le sucede.

Beatriz Londoño, directora del Instituto Colombiano de Bienestar familiar (Icbf) observa que a pesar de los altos ingresos, muchos niños frecuentemente registran desnutrición u obesidad, lo que habla de la falta de atención de los padres al tipo de alimentación que brindan a sus hijos.

Aunque es poco frecuente que las personas de clase alta denuncien el maltrato, Olga Piedrahíta, comisaria de Familia de Chapinero en Bogotá, afirma que el abuso emocional sale a flote en los procesos de separación, en los que los niños son manipulados a favor o en contra de uno de los padres. En estos casos, los menores dejan de ser sujetos y pasan a un segundo plano, en el que sólo importa el interés particular del adulto.

Los niños también pasan a un segundo plano cuando sus padres los ponen a hacer cosas para su propia gratificación. Entonces les exigen que sean los mejores en todo y que participen en todas las clases posibles para poder exhibirlos. Esto crea pequeños seudoadultos que, aunque encantan a sus mayores, padecen un enorme daño sicológico al no poder agotar como es debido sus ciclos normales de crecimiento.

En escasas ocasiones los padres asumen los errores que cometen con sus hijos y, por lo general, cuando buscan un especialista, tienden a afirmar que los pequeños son quienes tienen problemas. Así lo explica la doctora Cuadros: "Todos llevamos adentro la madrastra de Blanca Nieves. Nos miramos en un espejo y sólo nos preocupamos por nosotros mismos. Queremos que el niño sea parte de nuestras necesidades y deseos y no pensamos en las de ellos". Por ello, los especialistas recomiendan preguntar a los niños qué tan felices se sienten, que ellos mismos evalúen el papel de sus padres y que no se tenga miedo a buscar ayuda profesional.