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NUTRICIÓN

Por qué fallan las dietas

Un nuevo libro señala que el fracaso de los regímenes para adelgazar se debe a que la mayoría no trata a los dietistas como adictos al azúcar.

18 de enero de 2014

Enero es la época del año en la que más personas deciden iniciar un nuevo régimen para adelgazar. Y febrero es el mes en el que más fracasan. Algunos creen que es falta de voluntad, otros dicen que son dietas muy estrictas y algunos simplemente tiran la toalla por falta de resultados. En efecto, los estudios demuestran que muchos de quienes inician una dieta terminan más gordos que antes. Pero un nuevo libro titulado Por qué las dietas fallan sostiene que la mayoría no tiene éxito porque no aborda el problema real: la adicción al azúcar.

Según Nicole Avena, neurocientífica de la Universidad de Columbia y autora del libro, si se lo proponen muchos pueden reducir el consumo de azúcar al punto de la moderación. Pero para un porcentaje de la población que tiene síntomas de adicción al dulce –que se calcula en un 11 por ciento–, esto será casi imposible. “Los planes dietarios no preparan a la gente para los síntomas de la abstinencia que se produce cuando se baja el consumo de azúcar drásticamente”, dijo a SEMANA.

La teoría de la adicción a la comida todavía es controvertida a pesar de que un grupo de científicos en el mundo, del cual hace parte Avena, ha hecho experimentos desde hace diez años que prueban dicha tesis. La autora ha podido observar que con la comida alta en grasa y en azúcar se activan los mismos circuitos cerebrales involucrados en la sensación de placer que dan el alcohol y las drogas. En sus investigaciones, ha visto además que algunos individuos tienen una genética que los hace más propensos a volverse adictos a ella.

Para Eric Stice, otro experto en el tema, no hay duda de que hay un paralelismo entre el azúcar y otras drogas, pues ambas sustancias aumentan la actividad de la dopamina. “El uso permanente de cualquiera de estas sustancias genera una hiperrespuesta en el cerebro que lleva a tener antojos y a comer en exceso”, explica este psicólogo del Oregon Research Institute.

Por lo anterior, en lugar de una dieta Avena propone un plan para ir abandonando progresivamente la dependencia a esta sustancia. Si se corta de tajo, el esfuerzo será apabullante porque la ansiedad por comer dulce, que es un síntoma de abstinencia, doblegará la fuerza de voluntad. “El paciente tiene que encontrar qué comer en reemplazo para satisfacer esa ansiedad”, dice en su libro, el cual escribió con John Talbott, un experto en finanzas que superó su adicción al azúcar.

Talbott estaba en el límite entre el sobrepeso y la obesidad cuando decidió dejar por completo el azúcar y los carbohidratos refinados. Luego de seis meses ya había bajado 23 kilos pero el proceso no fue fácil porque los síntomas de abstinencia, como el dolor de cabeza, la ansiedad, las náuseas y los dolores musculares, empezaron a aparecer y duraron entre dos y tres meses.

Cualquiera en estas circunstancias sucumbe ante el azúcar, dice Avena, y por eso es necesario saber cómo atravesar esa etapa. El primer gran paso es aceptar que hay un problema. Para saberlo Avena recomienda un cuestionario con preguntas como ‘¿consumo ciertos alimentos aún sin hambre?’ o ‘¿me preocupa tener que reducir ciertos alimentos?’.

Lo siguiente es establecer cuánto azúcar consume al día. Luego propone retirar de la dieta las bebidas dulces como los jugos y las gaseosas. Un par de semanas después es necesario hacer lo mismo con la comida chatarra. Finalmente se necesita una reducción en el consumo de los carbohidratos refinados, como ponqués y tortas.

Este método progresivo y lento es mucho más eficaz que las dietas rápidas. Para demostrarlo, Avena menciona un estudio en el que los investigadores compararon una dieta de 20 semanas con otra de 40 semanas. La gente que participó en este último grupo fue capaz de sostener su nuevo peso por más tiempo.

La idea no es abolir por completo el azúcar, pues es un elemento esencial en los procesos metabólicos del organismo. Según la médica pediatra María Consuelo Tarazona, profesora de la Universidad de La Sabana, lo que se debe hacer es diferenciar entre el natural, que se encuentra en frutas y verduras, del refinado, que se emplea en la mayoría de los productos empacados. Tarazona explica que aunque una manzana puede tener las mismas calorías de una cucharada de arequipe el organismo procesa cada tipo de azúcar de manera diferente. “Hay que saber cuál es la fuente y cuál es el de mejor calidad”, señala.

Eso puede resultar un gran reto, según Avena, debido a que el azúcar refinado está escondido en muchos alimentos procesados, incluso en productos que no son dulces como el salami, las salsas para ensaladas o la mayonesa. “También se encuentra en altas cantidades en comida que tiene fama de ser saludable como las barras energéticas, el yogurt y el té helado”, dice. Esto supone revisar la tabla nutricional de los alimentos, una tarea que puede resultar detectivesca si se tiene en cuenta que dicha sustancia tiene 52 diferentes alias: dextrosa, dextrina, sacarosa, jugo de caña o sirope de maíz de alta fructosa, entre otros.

Según un reciente estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition el azúcar procesado escondido en las comidas es, en parte, la razón por la cual la gente está consumiendo más de tres veces la dosis diaria sugerida por los expertos, que es de seis cucharadas. Por eso, Tarazona recomienda que, sin necesidad de satanizar este elemento ni a la industria de alimentos, se tome el azúcar de su fuente natural, que son las frutas y las verduras. De esta forma habrá consumido su dosis diaria. El azúcar de mesa, el de las bebidas y el de los ponqués sería ya un exceso.

Avena señala que para tener éxito en esta batalla la gente debe entender que las dietas no son cambios temporales que se hacen mientras se logra un peso determinado sino modificaciones del estilo de vida a largo plazo. Por ello, en ciertos casos extremos, como sucede con los alcohólicos, implicaría no volver a probar un pedazo de ponqué, pues está comprobado que las adicciones empeoran cuando el estímulo es intermitente. “Quienes se abstienen tienen fuertes antojos por un dulce y si recaen doblan la dosis”, dice Ashley Gearhardt, psicóloga de la Universidad de Michigan.

Los beneficios de quitar el azúcar de más de la dieta, según Avena, son muchos. El más evidente es bajar de peso pero también ayuda a acabar con el letargo que este producto genera. También contribuye a mejorar las papilas gustativas, de modo que la gente vuelve a apreciar el dulce natural presente en los alimentos, como por ejemplo en el brócoli. “El sobreestímulo que existe hoy no permite disfrutar el dulce en las comidas que lo contienen de manera natural”, dice Avena.

Talbott cuenta que seis meses después de iniciar su cruzada contra el azúcar se dio cuenta de los múltiples beneficios de no consumirlo. Empezó a comer más proteína y a hacer ejercicio, lo cual mejoró su figura. “Pero lo mejor es que recuperé mi autoestima, ya no tengo cambios abruptos de ánimo y eliminé de mi sistema una sustancia muy adictiva”.

Consejos


  • Estas son algunas ayudas para no fracasar en el intento de reducir el consumo de azúcar.
  • Tenga siempre presente la meta general de bajar de peso.
  • Haga un monitoreo de cuándo se presentan las ansias por comer dulce y analice con qué tipo de emoción se relaciona: estrés, aburrimiento, tristeza.
  • Cuando los antojos por el dulce se presenten, haga una pausa y piense si en realidad es hambre. Trate de superar esas ganas haciendo una caminata. 
  • Tenga nuevos alimentos que satisfagan las ansias y que sean más saludables que el dulce, como las nueces y las frutas. Adopte en su dieta comidas ricas en granos. 
  • Coma a las horas indicadas y duerma bien, pues mientras más cansado esté más deseo de alimentos dulces tendrá.
  • Haga ejercicio pues la actividad física reduce las ansias de comida con azúcar.