Mientras las mujeres están teniendo éxito en el mundo real, ellos se resguardan en el ciberespacio.

TECNOLOGÍA

¿Por qué los hombres ya no conquistan a las mujeres?

Un libro argumenta que por la tecnología y la vida sedentaria, los hombres están perdiendo sus habilidades sociales. ¿Qué tan cierto es?

23 de mayo de 2015

Los  hombres  están en crisis y la tecnología tiene la culpa. Su dependencia del porno por internet, los videojuegos, la falta de contacto cara a cara y el sedentarismo están haciendo que los adolescentes se queden encerrados en sus habitaciones, alejados de la oportunidad de aprender las herramientas básicas para la interacción social. Estos jóvenes heterosexuales prefieren la compañía de los hombres a la de las mujeres. Se trata de una nueva timidez social. “Antes ser tímido era tener miedo de saludar o a que una mujer lo rechazara. Ahora es no querer preguntar ni conectarse ni interactuar con la realidad”.

Lo afirma el psicólogo Philip Zimbardo, quien saltó a la fama en los años setenta con el  famoso experimento de la cárcel de Stanford, y hoy, a sus 80 años, es profesor emérito de la Universidad de Stanford. “Que suenen las alarmas”, dice, pues ve con preocupación cómo algunos hombres viven en un mundo cibernético mientras las mujeres conquistan el mundo real. En su libro Man (Dis)connected, señala que los hombres se están escudando en el porno en línea y en las gratificaciones de los videojuegos, lo que genera una singularidad sexual ya vista en países como Japón, donde muchos hombres heterosexuales declaran no estar interesados en relaciones de carne y hueso. Zimbardo cree que lejos de ser un asunto local, estos hombres, llamados herbívoros, son un fenómeno global.

A esto se suman otras circunstancias como la ausencia de una figura paterna en la casa y que la mayoría de profesores sean mujeres. Así, Google responde casi todas las preguntas que estos muchachos tienen a esa edad y las redes sociales asumen el apoyo emocional. En internet aprenden a identificar el éxito con personajes agresivos, vacíos o sin intelecto.

Además de timidez y aislamiento social, dice el autor, la tecnología les genera problemas de memoria, incapacidad de disfrutar una lectura larga y déficit de atención. Los jóvenes también han perdido la habilidad para leer y comunicar expresiones faciales porque no las necesitan para interactuar por la red. A todo esto se suma que las mujeres han avanzado en todos los frentes y si bien ya ellos no ostentan el título de proveedores de la familia, tampoco han encontrado un nuevo papel que los motive.

Otros ya habían abordado la crisis de los hombres. En 2010, la periodista Hanna Rosin escribió el libro El fin de los hombres, en el que demuestra cómo ellos carecen de habilidades para sobrevivir en la era posindustrial; Kay Hymowitz, en 2011, argumentó en su libro Manning up que los hombres no quieren crecer, y un estudio extenso de la OECD muestra que los niños van atrás en literatura frente a las niñas, quienes ya los igualaron en matemáticas. A pesar de que algo de todo esto es cierto, algunos psicólogos han criticado el  trabajo de Zimbardo por no pasar de lo anecdótico. Pero ha recibido su mayor crítica por hacer de este caso un problema exclusivo de los hombres cuando la tecnología podría estar afectando a las mujeres por igual. Para el psicólogo Diego Mendoza, el libro es una “falsa alarma” y si bien algunos hombres tímidos podrían estar en riesgo de aislamiento por la tecnología, “otros, como aquellos con personalidades histriónicas, nunca van a verse afectados”, dice.

Zimbardo propone como soluciones que haya más profesores hombres, más presencia del padre en la crianza, videojuegos menos violentos y más charlas sobre educación sexual para que el porno no se tome como la norma. Ah, ¡y aprender a bailar! “La idea es que apaguen sus celulares y enciendan su interés hacia las personas reales”, concluye el experto.