VIDA MODERNA

Qué es una moneda virtual y por qué importa

El aumento del comercio electrónico, el auge de las redes y los juegos sociales y el mayor uso de internet han traído consigo una ebullición de monedas virtuales.

Alianza BBC
David Cuen (Blogger BBC Mundo)
27 de octubre de 2011

Se trata de divisas digitales que se pueden ganar o comprar y son usadas para adquirir bienes virtuales o reales o como una forma de intercambiar servicios o realizar transacciones.

Se espera que los ingresos por la venta de bienes virtuales alcancen los US$6.000 millones en EE.UU. en 2013.

Y más allá del entretenimiento digital hay quienes creen firmemente que el futuro de la economía pasa por un sistema de transacciones digitales que no requiera intermediarios bancarios.

La primera ola de su empuje viene de la arena comercial.

La compra de bienes virtuales ha sido una realidad para videojugadores desde hace años, pero la llegada de un elemento social catapultó su popularidad.

El auge inicial de Second Life permitió que su moneda -Linden dollars- se cambiara libremente por dólares estadounidenses y registrara algunas transacciones en el mundo real.

Pero su impacto es meramente anecdótico si se compara con lo que vino después.

La popularidad de las redes sociales y los juegos que en ellas habitan han elevado los bienes virtuales a la categoría de productos de primera necesidad en el mundo virtual.

Los usuarios quieren tener más, lo más rápido posible (cualquier parecido con la vida real es pura coincidencia), y están dispuestos a pagar dinero real a cambio de divisas digitales.

El 28% de los jugadores sociales en Estados Unidos y el Reino Unido han usado dinero real para comprar bienes virtuales.

Facebook y sus "credits" son un ejemplo, pero no el único. Cualquier valor digital como una tarjeta de regalos de iTunes o Amazon que intercambia dinero por un bien virtual, no tangible, es parte de esta economía.

Los bits están venciendo a los átomos.

Las empresas se han dado cuenta de las oportunidades que este escenario representa más allá de un sistema de transacciones.

Algunas están usando las monedas virtuales como un mecanismo para atraer más usuarios. En vez de venderlas se las regalan si observan un video publicitario, el trailer de una película o visitan la página de un anunciante.

Los usuarios ganan divisas que pueden intercambiar por objetos virtuales y las empresas ganan una audiencia cautiva que les da dinero a cambio de publicidad.

Otras usan las monedas virtuales como la base de sus programas de lealtad en la que dan créditos a sus clientes por realizar más de una compra en su empresa, entre otras promociones. Algunas más logran que sus consumidores respondan encuestas a cambio de divisas digitales.

Pero más allá de la esfera de la mercadotecnia, la moneda virtual también cuenta con un grupo de entusiastas que ven en ella el futuro de la economía global.

Para ellos la posibilidad de crear una divisa digital que pueda deshacerse de intermediarios bancarios es el camino hacia adelante.

Una de sus caras más visibles es Bitcoin, una moneda virtual creada a partir de la capacidad de procesamiento de una computadora.

Cada moneda cuenta con un sofisticado nivel de codificación que la hace única y en teoría no se puede saber la identidad de su dueño -a menos que éste la revele- pero sí se puede saber cuándo cambió de manos en una transacción.

En sus inicios la gente se entusiasmó con la idea y poco a poco la moneda comenzó a cobrar fuerza hasta cotizarse a razón de US$31 por Bitcoin en junio. A partir de ahí ha ido cayendo sistemáticamente hasta alcanzar algo cercano a US$1 por BitCoin.

Muchas personas la están dando por muerta, aunque en términos financieros su valor sigue siendo fuerte considerando que en enero de este año se cotizaba a US$0.01 por moneda.

The Guardian tiene un artículo muy interesante al respecto.

Lo más interesante de Bitcoin es el hecho de que su origen y destino son digitales. Cada persona crea su moneda -lo cual no es fácil- y entre más divisas hay más difícil es generarlas. No hay intermediarios y las transacciones se realizan entre usuarios.

Por supuesto una iniciativa como esta genera aún muchas incertidumbres.

Por un lado está el área legal dado que en muchos países aún no están claros los derechos y alcances de empresas que usan divisas digitales. ¿Tienen fecha de expiración? ¿Qué pasa si alguien las roba? Estos son algunos ejemplos de las interrogantes al respecto.

Y también hay una preocupación por el impacto que este tipo de monedas pueden tener en el sistema financiero del mundo real. A diferencia de los billetes y monedas que son regulados por bancos centrales, la creación de divisas virtuales no está regulada y no cuenta con un límite. Bajo esa lógica de pensamiento, sin regulación la inflación del mundo real podría fácilmente trasladarse a la arena virtual.

China, por ejemplo, prohibió en 2009 el uso de monedas virtuales para adquirir bienes reales ante el temor de que estas transacciones impactaran la economía real. Corea del Sur, por su parte, le dio el mismo valor a ambas monedas pero las transacciones virtuales deben pagar impuestos.

Es difícil saber cuál es el futuro de estas monedas, pero parece claro que generan reacciones encontradas.

En una conversación global sobre el tema en Google+ las opiniones se dividieron. Algunos me dijeron que nos estamos moviendo hacia allá y que es inevitable. Otros apuntaron que la adopción de una divisa puramente digital podría incrementar la pobreza.

Lo cierto es que entre más usamos internet y más volcamos nuestras vidas y transacciones a la esfera virtual, la necesidad de una moneda digital será cada vez más grande.

Importa porque en menor o en gran medida jugará una parte en el tablero de la economía mundial.