Rabia en la oficina

Los expertos estudiaron las agresiones en el trabajo. Es una patología contagiosa y veteriora la salud de los empleados.

18 de diciembre de 2000

Si usted ha visto a un compañero de trabajo que ante el más mínimo contratiempo reacciona con golpes a las puertas, puñetazos a los equipos de trabajo y gritos ensordecedores a todo aquel que se le atraviese en el camino no piense que es un maleducado ni que se ha vuelto loco. De acuerdo con algunos sicólogos empresariales este individuo probablemente padece de un nuevo síndrome laboral conocido como desk rage, o ira del escritorio, que se está convirtiendo en el peor enemigo de la productividad y la calidad de vida en las oficinas.

Este fenómeno se incluye dentro de otros generados por el incremento de la presión y el estrés, como la ira de los conductores (road rage) y la de viajeros de avión (air rage), que ya han sido ampliamente estudiados. Aunque son patologías muy parecidas en este caso, sin embargo, toda la agresión se descarga en el sitio de trabajo, ya sea con insultos y gritos o con agresión física entre colegas (ver recuadro). Los equipos de trabajo no escapan a la rabia de ciertos empleados. Tirar el teléfono, darle un puntapié a la papelera, pegarle al computador o dar portazos son otras de las manifestaciones de quienes sufren este problema.

Aunque el tema es muy novedoso ya existen estudios que han arrojado resultados alarmantes. El último de ellos fue realizado en Estados Unidos y dado a conocer la semana pasada. Este sondeo, que involucró a más de 1.300 trabajadores, mostró que 42 por ciento de ellos han sido testigos de ultrajes verbales entre colegas y 29 por ciento admitió ser el causante de los insultos. Pero lo más aterrador es que uno de cada 10 manifestó que trabaja en un sitio donde se ha presentado violencia física; 14 por ciento de los entrevistados declaró, además, que ha golpeado a alguien de su equipo de trabajo en un ataque de rabia.

Otro estudio, realizado por la British Psychological Society entre 600 trabajadores del Reino Unido, mostró resultados similares: 64 por ciento dijo estar alterado por la presión laboral y 28 por ciento de ellos admitió haber tenido un episodio de ira en la oficina que terminó en confrontación física con un colega. El estudio también manifestó que los hombres son más susceptibles de gritar e insultar que las mujeres. Ellas prefieren desahogar las tensiones llorando.

En Colombia el tema no ha sido investigado pero, según Camilo Dávila, profesor de la facultad de administración de empresas de la Universidad de los Andes, no hay duda de que el aumento de la tensión puede ser un disparador de comportamientos agresivos. El incremento del volumen de trabajo y, por consiguiente, de las responsabilidades, ha provocado un alza en la presión de los trabajadores a niveles difíciles de soportar y algunos de ellos no tienen otra vía para desahogarse que explotar. Dávila afirma que entre los administradores esto se llama el efecto pop corn. “En el ambiente de trabajo sucede lo mismo que con las palomitas de maíz sometidas a presión, unas explotan y otras no sin que se sepa por qué”.

Un factor que empeora las cosas es la falta de tiempo. Aunque el correo electrónico, el beeper y el celular son tecnologías que se han introducido en la vida de los ejecutivos como herramientas para aliviar el trabajo en muchos casos sólo han servido para aumentar la presión laboral. Responder estos mensajes y llamadas les hace perder tiempo y enfocarse en actividades que no son las esenciales. Lo anterior, sumado al fenómeno de la ‘reunionitis’, hace que las personas trabajen más horas de las que debieran para cumplir con todas las obligaciones. “Todas estas iras son síntomas de la misma situación: muchos compromisos y poco tiempo para cumplirlos”, dice Lynne McClure, una reconocida asesora empresarial.

La distribución de los puestos de trabajo en cubículos también contribuye al problema. Estos espacios son cada vez más pequeños y, aunque están diseñados para una persona, en muchas compa-ñías son asignados a más de tres. El ruido de las conversaciones de los vecinos muchas veces contribuye a la falta de concentración y a la demora en la entrega de las tareas asignadas, lo cual genera tensión.

El desempleo es un problema, en forma indirecta, pues aquellos que han buscado trabajo durante un tiempo y finalmente lo consiguen sienten una enorme presión por ser mejores que sus compañeros para asegurar el puesto. Para lograrlo trabajan más de 12 horas al día, a veces sin tomar un descanso. El estudio de Estados Unidos reveló que 50 por ciento de los participantes no almuerza para poder atender sus asuntos de trabajo.

La calidad de vida en la oficina se altera por razones obvias, pero lo más preocupante es que la salud de los trabajadores puede empeorar. En el estudio británico se encontró que del 64 por ciento de los afectados por este problema 56 sufrían de insomnio, 26 se habían enfermado y 28 habían recurrido al alcohol para aliviar las tensiones. Según Eric Hollander, de la facultad de medicina del Mount Sinai, en Nueva York, las personas que explotan de rabia tienen un riesgo mayor de hipertensión, enfermedades relacionadas con estrés y abuso de drogas.

Pese a la evidencia muchos se niegan a aceptar que este sea un problema real de los trabajadores. No obstante sicólogos y otros especialistas en el área del bienestar laboral están poniendo al tanto del tema a los altos ejecutivos para que adopten medidas preventivas. Soluciones tan simples como tener descanso a la hora del almuerzo o salir de vacaciones pueden ser decisivas para evitar la agresividad en el trabajo (ver recuadro). En opinión de los expertos, mientras más temprano se ataque el problema mejor pues esta actitud es altamente contagiosa y en menos de lo que canta un gallo todos en una compañía pueden estar sufriendo ataques de ira e intenso dolor.