N E W S W E E K

A reír en serio

Nuevos estudios muestran que reír no es sólo sinónimo de goce sino una respuesta social para congraciarse con el otro.

27 de noviembre de 2000

Este personaje era conocido en toda la ciudad por su costumbre de estar constantemente pidiendo prestado todo tipo de cosas. Por eso, cuando se le acercó al señor Green un domingo en la mañana y le preguntó si iba a usar su podadora de césped ese día, Green le respondió de inmediato y enfáticamente que sí. Ante la respuesta de Green, exclamó: “¡Magnífico! Y ya que va a podar el césped y no va a necesitar sus palos de golf, se los voy a pedir prestados”.

Si usted reacciona del mismo modo que la mayoría de las personas, al leer el último renglón del anterior párrafo, es muy probable que haya emitido por lo menos una exhalación breve compuesta por segmentos en staccato con una duración aproximada de un cuarto de segundo cada uno y separados entre ellos por intervalos de un cuarto de segundo. En otros términos, es muy probable que usted se haya reído. La razón exacta de porqué los momentos de humor causan esta respuesta acústica en lugar de desatar reacciones distintas como, por ejemplo, sudoración en las manos, se pierde en las brumas de la escala evolutiva. Los pensadores, desde Platón y Aristóteles hasta Kant, Darwin y Freud, han tratado de analizar la risa. Platón temía que pudiera atentar contra la estabilidad del Estado y Kant teorizó que ella surge cuando ocurre algo distinto de lo esperado, lo cual explica el éxito de los chistes con un final insólito. Sin embargo dichos análisis se han basado demasiado en la filosofía y poco en la ciencia, razón por la cual recientemente un grupo de intrépidos investigadores se ha lanzado a remediar esta deficiencia. Utilizando técnicas como las imágenes de resonancia magnética para averiguar por qué las personas no se ríen cuando se hacen cosquillas a sí mismas, están abordando “uno de los últimos grandes problemas del comportamiento humano que aún no han sido resueltos”, en palabras del neurólogo Robert Provine, de la Universidad de Maryland, cuyo libro titulado La risa: una investigación científica, recientemente salió al mercado.

Para investigar las raíces de la risa los científicos se han interesado en nuestros primos los primates. Si uno le hace cosquillas a un chimpancé (hay que proceder con mucho cuidado y preferiblemente hacer el ensayo con un bebé) es probable que se ría; pero el sonido que emitirá en ese caso se parecerá mucho más a un jadeo que a una carcajada ya que sólo habrá un sonido por inhalación y exhalación. Provine se dio cuenta de que la razón por la cual los chimpancés no pueden emitir una serie ininterrumpida de “ja, ja, ja” es que no pueden producir más de un sonido por movimiento de inhalación-exhalación. Los humanos, por el contrario, podemos dividir una misma exhalación en muchas descargas de “ja, ja, ja”, o de palabras. El habla se produce mediante la segmentación de una exhalación en sonidos separados. “La risa, dice Provine, es una herramienta que nos permite profundizar en el estudio de preguntas tan fundamentales como el por qué los humanos sí pueden hablar y los demás simios no”. Quienes no pueden reír tampoco pueden hablar.

El hecho de que los chimpancés emitan sonidos de jadeo mientras juegan sugiere que la risa se formó evolutivamente a partir de los jadeos que acompañaban actividades como la lucha lúdica. El jadeo ritualizado —es decir, la risa— habría llegado a representar con el tiempo la actividad lúdica misma, constituyendo una señal de “estoy disfrutando esto”. Lo anterior puede afirmarse porque no cabe duda de que la risa humana es un comportamiento típicamente social. Usted se habría reído mucho más con el chiste del comienzo del artículo si lo hubiera escuchado en medio de la conversación de un grupo en vez de haberlo leído en silencio y solo.

Pero, ¿qué es lo que comunican las risas? Algunas respuestas surgen de la colección que realizó Provine de 1.200 ‘episodios de risa’ escuchados en lugares públicos. en los que encontró que las personas que hablan se ríen más que quienes escuchan, y que las mujeres se ríen más de los hombres que éstos de aquéllas. (No cuentan las ocasiones en que los unos se ríen a espaldas de los otros). La risa parece ser una señal mediante la cual se busca congraciarse con el otro. Provine observa que en la India los hombres de castas inferiores se ríen cada vez que se dirigen a los de castas superiores, pero que lo contrario no ocurre. Las personas que están en el poder rara vez se ríen. Otra evidencia que muestra que la risa tiene menos que ver con el humor que con el lenguaje social es que en la gran mayoría de los 1.200 casos estudiados por Provine los comentarios que con mayor frecuencia generaron risa fueron frases del estilo “El placer es mío”, o “ya lo sé”. En otros términos, frases sin ninguna gracia. “En contadas ocasiones la risa constituye una respuesta a chistes, dice Provine. En cambio, sí es la señal social por excelencia. Consolida las relaciones y acoge a la gente en el seno del grupo”. Y no sólo para bien. Los asesinos de la escuela Columbine se reían mientras disparaban para demostrarse mutuamente solidaridad y no precisamente para demostrárselo a sus víctimas. La risa malvada no es una contradicción en los términos.

La risa es contagiosa por razones que aún no han podido ser aclaradas; pero así como a uno se le contagia de los demás no es posible que uno se la produzca a uno mismo. La risa forzada suena simplemente así: forzada. Hacerse cosquillas a uno mismo es algo que no funciona. Se han planteado todo tipo de teorías al respecto pero experimentos recientes, conducidos por Sarah-Jayne Blakemore, del University College de Londres, parecen haber ofrecido la respuesta. Los neurólogos utilizaron imágenes dinámicas de resonancia magnética para observar los cerebros de voluntarios que en algunas oportunidades se hacían cosquillas a sí mismos o que en otras recibían cosquillas por parte de un brazo robot.

La resonancia magnética permitió detectar mayor actividad neural en el córtex somatosensorio, la parte del cerebro que registra las señales del tacto, cuando las personas recibían las cosquillas que cuando se las hacían a sí mismas. La razón parece ser que cuando uno mueve los dedos para hacerse cosquillas, por ejemplo en el costado, el cerebelo, que es el órgano que coordina los movimientos complejos, predice la sensación que se va a sentir y envía señales que cancelan la respuesta sensorial. Es algo así como los equipos militares que pueden neutralizar una señal de radio cuando se conoce de antemano la frecuencia en la cual va a ser transmitida. Pero si las cosquillas provienen de un agente externo y, por consiguiente, constituyen una sorpresa, el cerebelo no puede bloquear la sensación. El acto de hacerse cosquillas parece activar las neuronas de una manera que bloquea la activación del área del cerebro que usualmente procesa las señales originadas en el sentido del tacto.

La risa parece estar íntimamente ligada con nuestra fisiología. Bloquea un reflejo neurológico que regula el tono muscular, de manera que la idea de que uno se debilita riéndose no es una simple metáfora. Los tumores o lesiones del hipotálamo, que regula procesos fundamentales como la respiración, pueden causar ataques de risa incontrolada. Y aunque la risa parece haber evolucionado debido a los mensajes que les envía a las demás personas, puede tener también un efecto terapéutico en la persona que se ríe: puede aumentar el ritmo cardíaco con la misma efectividad que un ejercicio aeróbico. También permite elevar el umbral del dolor y aumentar la tolerancia a la incomodidad.

Mientras los científicos averiguan cómo es que una buena carcajada nos trae todos estos beneficios, nosotros podemos seguir gozando de los buenos chistes.