RUMBA DURA

Mezcla de Travolta y Menudo, algunos jóvenes se organizan en pandillas que combinan largas jornadas de discoteca, droga y violencia callejera.

9 de abril de 1984

"Oiga, ¿qué le pasa? ¿No sabe a cómo la papeleta de bazuco? ¿No logra patear el techo de los teléfonos públicos? ¿No conoce las estrellas de acero, cortantes y pesadas, tan efectivas para las peleas? Usted, entonces, no callejea, no rumbea con la gente "dura". Está "pillao"". Hace tiempos debió salir del colegio. Media Bogotá le es desconocida casi por completo: la que empieza a funcionar a las 3 de la tarde y se va a dormir pasada la media noche.
Los parques han sido tradicionalmente un buen centro de reunión para los protagonistas de esa ciudad paralela, que funciona al lado de las gentes de negocios, las amas de casa, los perros y los Renault 4. Hace unos años, el parque de la 60, era "el lugar" por excelencia. Hoy, el centro se ha desplazado un poco más al norte y el parque de la 95 con 15 se perfila como el nuevo punto de interés. Pero hay más que unas pocas cuadras o algunos años de distancia entre uno y otro parque.
Si durante los años 60 y 70 las consignas eran el amor y la paz, en los 80 el mayor puntaje se lo van llevando las patadas voladoras y las cabezas rotas. Si entonces la ropa, la joyería y el maquillaje, giraban en torno a las flores y a los colores brillantes, hoy las preferencias están con las cadenas, las muñequeras con tachuelas, los cinturones "ídem" y las chaquetas negras. Los nuevos habitantes de los parques se han decidido por la pelea violenta y las emociones fuertes.
El rumbero de colegio, hijo de familias de ingresos medios y altos, tiene entre 10 y 18 años, baila como ninguno (por algo es cliente fijo de discotecas), maneja la cicla como un mago, es capaz de meterse en el bolsillo trasero del pantalón un par de chacos de 50 cms. de largo, y si es de los "duros", carga revólver.
La vida de este personaje se mueve alrededor de las pandillas. Ciertas discotecas -las que abren a las 3 p.m. y tienen covers de aproximadamente $ 200-, son la base de las pandillas y algunas tienen su centro de operaciones en algunos barrios: las de Santa Isabel y Modelia tienen fama de "durísimas"; la de las Torres del Parque hizo historia y en el parque de la 95 con 15 sienta sus reales la gente de "Amnesia".
La "nota" es salir del colegio a los billares y, competir en las maquinitas de juegos de Unicentro y, si es fin de semana, "pillarse" en dónde es la rumba y terminar allá la noche. El sábado por la mañana, descanso; de 3 a 8 p. m. discoteca; de 8 a 10 comida y de 10 en adelante, discoteca de nuevo, hasta las 3 a. m. Los domingos se repite el ritual, pero con el aperitivo de la ciclovía. Organización perfecta, como planeada por agencia de viajes.
Pero en los "incidentes" está la variedad y en la variedad el placer. Aunque con esta rutina las pandillas insisten en que es fácil encontrarlos, SEMANA tardó cuatro días en dar con ellos, llegando siempre tarde a sitios de los que ya habían salido por peleas. ¿Peleas con quién?. Con la policía, con otras pandillas, con los dueños de los establecimientos. La pelea aparece siempre, quiéranlo o no, y la impresión de SEMANA es que ellos, además, la buscan. Han tenido entrenamiento en las calles y han aprendido que la violencia es parte del menú diario.
"Vea, es que la policía no lo deja rumbear a uno en paz. Se meten en donde estamos y nos persiguen todo el tiempo. Porque yo no tenía una tarjeta de identidad, me "encanaron" como a un puro delincuente común". Los persiguen especialmente por bazuco. Sin embargo, ellos insisten en que son tratados arbitrariamente, en que la policía los golpea y maltrata y en que el mismo policía que les quita el bazuco, termina fumándoselo delante de ellos.
Si el problema es en Unicentro, el destino es el "congelador", un cuarto frío subterráneo, según lo describen ellos, en donde los encierran "por el tiempo que se les dé la gana a los administradores de Unicentro".
A todo esto se suman los jíbaros (vendedores de droga ), el abuso sexual por unas papeletas de bazuco, las otras pandillas con historias similares, dispuestas a defender su territorio a cualquier precio. ¿Violencia importada? No, violencia nacional sin forma de ponerle arancel ni por los vestidos, ni por la música, ni por los peinados punk. Al pandillero bogotano le importa un rábano la política, jamás se ha puesto a pensar si la humanidad tiene futuro o no, y no toca ni de refilón la problemática nuclear. A la salida del colegio se dedica a "rumbearse" la ciudad lo mejor que puede. Es una mezcla de John Travolta y Menudo a veces con revólver y armas ninja, cocinada a fuego lento en una de las "ollas" de Bogotá (sitios donde se vende droga), y distribuida a empujones y bolillazos en busetas y carros de policía.
Hasta donde puede verse, algunos de los barrios y parques de Bogotá no son lugares en donde se ponen en "jaque", con mayor o menor éxito, los valores de la "ciudad grande", sino más bien una miniatura de ésta, una buena réplica con emociones "en bandeja" para los vaqueros urbanos.